Capítulo 5: Enfrentamiento Paternal
Al
salir de sus pensamientos y cansado de llorar, hubo algo que le
sorprendió y le dejo sin aliento, el pájaro empezó a desvanecerse
con el aire desde el tronco del árbol mirándolo fijamente, y antes
de que dejara de soplar el pequeño viento que se había levantado,
una voz aguda, cariñosa y muy familiar hizo que pusiera los ojos en
medio del lago, pudiendo observar el espíritu de una mujer con un
vestido blanco y radiante, era su madre, no sabía que estaba pasando
ni si era una ilusión lo que veía, pero le gustaba contemplarla,
era igual de hermosa como la recordaba y su voz igual de dulce y
confortante.
- Ma...madre – dijo atónito el chico, y viendo
la sonrisa en los labios de la mujer al oír aquella palabra.
-
Se fuerte hijo mio, salva a ese muchacho si es lo que te dicta el
corazón – sonriendo a su hijo, al verlo ya tan grande y con lo
poco que le quedaba de aquel rostro inocente que tenía de pequeño –
te has hecho todo un príncipe, estoy orgulloso de ti.
-
Madre, no te vayas – le dijo con voz asustada y triste al recordar
el miedo que tuvo los primeros años de su niñez sin ella, sin sus
besos, sin sus abrazos cuando tenía una pesadilla y se despertaba
alterado.
- Nunca me he ido – le contestó con dulzura –
siempre me has llevado aquí dentro – señalando su propio pecho –
y yo te he llevado a ti, te quiero Romeo.
- ¿Cómo es posible
que te este viendo?, no puede ser – le dijo confuso y sin acabar de
poder creer que lo que vivía en esos momentos fuera real.
-
Ya te conté las historias que hay sobre este lago, las cosas suceden
por algún motivo, el mio era estar hoy aquí para levantar tus
ánimos y que sigas el camino con el que crees tan firmemente, el
tuyo era conocer ese chico y a pesar de haberlo visto durante sólo
una noche, ya te has dado cuenta de que es la persona con la cual
hace que todo tenga un sentido para ti – la silueta de la mujer
empezó a desvanecerse, lo que alteró un poco a Romeo, su madre al
ver esa reacción le regalo una sonrisa para tranquilizarlo – te
quiero Romeo, ten fe en ti, confía en tu corazón y en tu amor hacia
ese chico, yo estaré observándote como siempre he hecho y como
siempre haré.
- Gracias...mamá – le dijo serio y muy
confiado en si mismo, aunque sabiendo que al llegar el castillo
necesitaría algo más que sus sentimientos para poder sacar a
Julietto de su calabozo.
Al dejar a su caballo a los
establos, entró en la sala del trono abriendo las puertas de par en
par, e interrumpiendo la reunión que su padre tenía en esos
momentos con sus comandantes de guerra sobre la batalla que había en
sus fronteras. El rey observa como su hijo se dirige hacia él, sin
embargo no muestra ningún tipo de interés en dejar lo que tiene
entre manos para atenderle, el príncipe sin sorprenderse de aquella
actitud decide seguir adelante con lo que había tenido en mente de
camino hacia el castillo.
- Padre, tiene que soltar a ese
chico – le dijo, y observando como en los nobles empezaban a
aparecer signos de nerviosismo al observar esa manera de interrumpir
en una reunión y con miedo a la reacción del rey.
- Ahora
estoy ocupado Romeo, – le contestó sin dejar de mirar el mapa que
tenía encima de la mesa, donde estaba dibujado gran parte de los
reinos vecinos – ya hablaremos más tarde, no tengo tiempo que
perder con tus estupideces.
- El chico no a hecho nada,
demuestra algo de buena voluntad por un día – le dijo, empezando a
cabrearse de la misma actitud de su padre hacia él, e interrumpiendo
por segunda vez al experto en estrategias de su padre.
-
Entonces, las catapultas son nuestro mayor obstáculo y vamos escasos
de flechas y arcos, no? - le preguntó a su estratega y poniendo gran
atención en el problema con su enemigo de las fronteras.
-
Así es mi señor, los espías que enviamos al bosque que hay al lado
del enemigo, – señalando en el mapa todo lo que le iba explicando
al rey - me han informado que hay poca vigilancia como mucho unos
doscientos arqueros y unos dos mil hombres de infantería, si
enviáramos allí tres mil de infantería del castillo que tenemos
como una de las reservas y quinientos arqueros y otros quinientos de
la zona este de la frontera, aseguraríamos el bosque y podríamos
coger ventaja en la guerra.
- Me parece muy buena idea lo de
la infantería, pero no podemos enviar esa cantidad de arqueros fuera
del castillo, tendríamos menos protección en las murallas, –
echando una mirada de desagrado en el mapa - envía los arqueros del
este al bosque y envía otros mil soldados de infantería en su lugar
a la frontera, cómo tu has dicho, tenemos muy poco armamento y el
próximo cargamento tardará unos meses en llegar.
- Pero
señor, nuestros arqueros son mejores que los del enemigo, en cambio
su infantería nos supera en numero, podríamos perder esta parte del
territorio – le dijo, insatisfecho de la decisión del rey, aunque
midiendo sus palabras en cada momento por temor a su fama de lo
despiadado que es – y además sólo con quinientos arqueros no creo
que podamos ganar en el bosque, nuestros tres mil de infantería
podrían acabar con los dos cientos arqueros, pero deduzco que nos
quedarían unos mil quinientos soldados o menos y como he dicho
antes, ellos disponen de una infantería con mejor armamento –
haciendo una pausa para repasar toda la estrategia mediante lo que el
rey dispondría en cada lugar – lo más seguro que ganaríamos el
combate, pero acabarían con nuestra infantería o casi toda y lo más
seguro es que nos eliminasen a un cuarenta por ciento de los
arqueros, si nos volvieran a atacar, no tendríamos medios para
defendernos luego.
- ¡¡Entonces que utilicen la cabeza, y
hagan algunos preparativos contra el enemigo!! – golpeando la mesa
y esforzándose en no subir el tono de voz – ¡¡que hagan zanjas
con aceite hirviendo o piensen en algo, si es que no son un hatajo de
incompetentes!!...y si los arqueros observan que nuestra infantería
a destrozado a sus flecheros y van perdiendo contra la infantería
del enemigo, que hagan una descarga encima de los suyos y los
nuestros – mirando a la cara de sorpresa del general.
-
¿A...atacar a nuestros propios soldados, señor? - le preguntó
atónito, al no poder creer lo que proponía su rey.
- Las
flechas y arcos valen dinero, por suerte los muertos no valen nada –
lanzando una sonrisa de satisfacción al ver a su hijo disgustado al
oír aquella barbaridad – para ganar hijo, a veces hay que hacer
sacrificios, y todas las decisiones que uno toma tienen sus propias
consecuencias, aunque a veces esas consecuencias no nos afecten a
nosotros directamente.
- Escucha padre... - cortando en seco,
al ver que su progenitor volvía de nuevo la cabeza hacia el mapa de
nuevo, sin ningún interés en lo que le pudiera decir.
-
Entonces hacemos lo siguiente, - le dijo a su general señalando el
mapa.
De pronto, la voz de Romeo se alzó en toda la sala
exigiendo atención, precipitando el mapa y todos los artefactos que
había encima de la mesa al suelo con su mano, imponiendo un gran
silencio en la sala, tanto por parte de su padre como de los nobles
que había allí.
- ¡¡Ya es suficiente padre, me va a
escuchar ahora!! - le dijo cabreado, observando la cara de
tranquilidad que había en su padre y con la mirada en la mesa como
si aún el mapa estuviera allí - ¡¡estoy cansado de hacer lo que a
usted le apetezca, y de esa actitud hacia mi, soy su hijo, maldita
sea!!
- General, déjenos a solas y lo mismo va por el resto –
dijo calmado, pero con voz grave e imponente.
La sala empezó
a quedarse vacía en unos instantes, ya que sólo un necio no se
daría cuenta de que eso significaba que algo serio estaba a punto de
pasar, y recibiría castigo todo aquel que se encontrara allí
dentro. Al cerrarse la gran puerta del salón, pasaron unos
inquietantes segundos de silencio.
- Así que eres mi hijo –
dijo, sin siquiera moverse de como estaba – mi hijo...¡¡mi
hijo!!, ¡¡eso es, mi hijo!! - dijo de repente, pasando de una voz
sosegada a una actitud exaltada y muy disgustada, cogiendo su pequeña
y afilada daga, poniéndosela de repente al cuello de su hijo,
arrinconándolo contra la pared – si no te corto el cuello en este
mismo instante, es por eso mismo, eso es de lo único que te sirve
ser mi hijo, de lo contrario ya estarías muerto – poniendo su
rostro frente al de su hijo a escasos centímetros, provocándole un
pequeño corte al cuello de lo apretada que estaba la hoja, cayendo
un pequeño hilo de sangre que recorría su garganta.
- No te
tengo miedo padre, ya no – intentando no tragar saliva para no
hacerse otro corte más.
- Veo que ese campesino te ha dado
coraje y fe en ti mismo, eso esta bien – le dijo, estudiando el
rostro serio de su hijo y soltando una media sonrisa – me odias, lo
veo en tus ojos, ojalá pudieras ser tan severo con las otras cosas y
no como era tu madre – quitando la daga de su cuello.
-
¡¡No diga nada sobre madre!! – le dijo serio y desafiante.
-
Tu y ella os parecéis mucho, siempre pensando en el corazón y en
los bonitos sentimientos, haciendo como si todo en esta vida fuera
hermoso...¡¡pero no es así!! - gritó, y golpeando la mesa,
mostrando toda su furia – ¡¡sois patéticos, ambos!!
-
¡¡Ella era amable y buena, como debe ser un rey!!, no como tu que
eres malvado, egoísta y despiadado con todo tu reino – le reprocho
con asqueo.
-
¡¡Y así es como debe ser!!, Romeo si no se controla a la gente con
miedo, algún día pueden darte una puñalada por la espalda –
caminando hacia su hijo y agarrándolo del brazo – Romeo, reacciona
te lo imploro – agarrando con más fuerza cada vez su brazo –
sólo los débiles, hacen las cosas que les dicta el corazón, si de
verdad te importa tanto el pueblo te casarás con la princesa de
Francia, de lo contrario no dispondremos de ejército suficiente y el
pueblo será atacado por esos bárbaros.
- No pongas el
destino del pueblo en mis manos, sólo por querer celebrar esa boda –
le dijo serio y cortante, soltándose de ese brazo de su padre con un
estirón – libera a Julietto, él no a hecho nada y no voy a
casarme.
- Eres un necio hijo, pero como te he dicho antes
toda elección tiene sus consecuencias, – dando la espalda a su
hijo y mirándolo de reojo – si no celebras esa boda, no voy a
liberar a ese campesino del por qué no se el motivo, te has
encaprichado tanto en defender, elección y consecuencia hijo,
elección y consecuencia – le dijo, tranquilo mientras se dirigía
hacia la puerta para abandonar el salón – y Romeo, date prisa en
la elección o mandaré a ejecutar a ese muerto de hambre –
cerrando las puertas y dejando solo a su hijo, dando por finalizada
la conversación.
El
príncipe había quedado entre la espada y la pared, sabía que si no
se casaba su padre mandaría a ahorcar a Julietto o algo peor, pero
si lo hacía no podría estar con Julietto aunque sabía que su padre
lo liberaría y además con ese ejército de Francia pondría en
fuera de peligro a su tan querido pueblo, y más querido después de
haber conocido a aquellos niños con Julietto que rebosaban de vida.
Aquella situación le recordaba a su madre, la cual se había
sacrificado a si misma junto con su corazón por el reino y el
avaricioso de su marido. ¿Qué debía hacer?¿Qué podía hacer para
cambiar el destino de Julietto y el suyo?; volvía a estar como en el
lago, perdido, sin saber que camino elegir, aunque con la confianza
de que encontraría la respuesta, gracias a las recientes palabras de
su madre.
Al llegar a sus aposentos, dejó su espada encima
de la cama ya que la encontraba muy pesada debido a su duro y largo
día, aunque sólo hubieran pasadas unas horas y fuera la hora de
comer. De pronto entró una chica de pelo medio largo de color
castaño y los ojos del mismo color, junto con unas sabanas
planchadas de color blanco en sus manos.
- Perdona
señor...vengo a cambiar las sabanas de su cama – le dijo, con tono
cariñoso al ver esa cara de cansancio y tristeza en su rostro.
-
Hola Marie, - pasándose las dos manos por los ojos mirando el suelo
- ¿cómo se encuentra?.
- Muy bien señor, gracias por
preguntar – le dijo con una sonrisa y empezando a deshacer la cama
y quitando las antiguas sabanas.
- No me trates de señor
Marie, trátame de tú, eres de las pocas personas que me importan en
la vida y no me gustaría perderte – le dijo, mirándola con una
pequeña sonrisa pero distraído al pensar en cómo se debía
encontrar Julietto en esos momentos - ¿sabes algo de un chico que
han traído los soldados como prisionero?
-
No se mucho señor...digo Romeo – viendo la pequeña sonrisa de
éste al ver como se corregía – sólo que he visto a los soldados
burlarse constantemente de él, y me han prohibido darle nada de
comer hasta mañana.
- ¿Qué? - dijo Romeo, incrédulo a lo
que había escuchado - ¿quién te ha ordenado eso?
- Su padre
– le dijo preocupada – ¿es por ese motivo por el cual está
triste?, ¿es por ese chico? - le preguntó, poniendo las sábanas
nuevas en la cama, mientras él la observaba.
- Marie, ¿puedo
hablar contigo de una cosa sin que se entere mi padre? - le preguntó,
invitándola a sentarse en la cama junto a su lado.
- Claro,
ya sabe que puede confiar en mi – le dijo, preocupada al ver su
rostro inquieto.
- Cuando conociste a tu marido, ¿cómo te
sentiste? - le dijo, atento a la respuesta de su sirvienta y como él
la consideraba, una amiga con la que poder confiar.
- Bueno,
yo la verdad me casé con el pretendiente que mis padres eligieron y
la verdad al principio odiaba a ese hombre y ese compromiso, yo era
muy joven tenía 21 años pero con el paso del tiempo
aprendí
a aceptarlo y ahora tenemos un niño y una niña, son mellizos y
tienen 4 años.
- Entiendo, entonces ¿creés qué debería
casarme con esa princesa de Francia, aunque no éste enamorado? - le
dijo con tono triste, aunque dispuesto a hacerlo sólo para salvar a
Julietto por mucho que le doliera tomar esa decisión.
-
Creo que tu corazón pertenece a otra persona, eso me dice vuestro
rostro, ¿me equivoco? - le dijo, subiendo la mirada de su cara con
una de sus blanquecinas manos.
- Mi corazón, no lo sé...hace
muy poco que la conozco a esa persona, lo que siento no tiene
sentido, es de locos – le dijo, confuso e intentando encontrar una
respuesta a todas sus preguntas.
- Al amor no hay que
encontrarle el sentido, sino servir a las emociones que están dentro
de nosotros y el amor siempre esta loco, al igual que aquella persona
que lo siente hacia otra – le dijo, riendo al ver la cara de
atención y cuidado que le ponía a sus palabras.
- Pero, es
que lo que siento hacia esa persona no es lo que me preocupa, sino la
persona sobre que siento ese amor – mirando seguidamente a los ojos
de la mujer, estudiando su rostro y su cara.
- ¿Puede ser qué
sea ese chico apresado de hoy, el culpable de esos sentimientos? –
le dijo, aunque esas palabras fueran una pregunta el rostro de ella y
sus gestos afirmaban sus ideas.
- Así es, - afirmó,
levantándose de la cama y empezando moverse con las manos en la
cabeza – no se que hacer, si mi padre se entera matará a Julietto
de eso no cabe duda y estoy seguro de que ya lo está sospechando, no
le quiero poner en peligro – le dijo con desesperación implorando
ayuda, aunque no la pidiera - ¿creés que es normal lo que me está
pasando?, al fin y al cabo él es un chico, otro hombre...ya de por
si eso es muy extraño, aunque tampoco puedo evitar extrañarlo a
pesar de que sólo he pasado con él una noche, y aunque me de miedo
decirlo, me siento muy bien a su lado y siento una gran atracción
por él – callando de repente y echando un vistazo a la situación
y a su sirvienta mirándolo fijamente con atención – seguro que
piensas que estoy loco, ¿no es así?.
- No, sólo estoy
asombrada de lo enamorado que está de él – le contestó con una
risa, poniéndose la mano a la boca, haciendo reír al príncipe
Romeo – lo siento señorito, pero me alegra que ese chico le haga
tan feliz – le dijo, con sinceridad y amabilidad en su rostro,
aquella sonrisa y alegría que le hacía recordar a Romeo, la
felicidad que mostraba su madre con él de pequeño – Romeo, creo
que ese chico le hace muy feliz, eso es lo que verdaderamente pienso
y estoy muy contenta por usted, es verdad que mirándolo de le
perspectiva social y las leyes de su padre, sería algo pecaminoso y
muy fuerte para la gente y hay gente que no lo entiende y no lo
entenderá, pero yo creo que aquello que te dicta el corazón es lo
correcto, y esas siempre son las decisiones que en verdad son las más
acertadas, además el amor es algo bueno y no hace mal a nadie sea
del mismo sexo o no, incluso nunca se sabe si ese amor puede hacer
feliz incluso a alguien más, creo que merece ser feliz Romeo, es un
buen hombre y si tu felicidad está con otro hombre, así deseo que
se cumpla.
- Gracias, en verdad te agradezco que estés aquí,
– levantando a Marie y dándole un fuerte abrazo – ahora sólo
queda un problema, si no me caso mi padre no liberará a Julietto y
si lo hago no podré estar con él, creo que al final todo esto no
será más que un sueño.
- He oído que tu padre ordenó
quemar la casa de ese buen chico, ¿es verdad? - le preguntó,
empezando a pensar en una idea muy arriesgada pero que podría
funcionar.
- Así es, - le dijo, observando como ya estaba
tramando algo su sirvienta y recordando otra cosa por la cual siempre
se lo había contado todo a ella, siempre le ayudaba con las ideas
que ella tenía que eran de envidiar, ya que todas siempre daban
resultado - ¿qué se te ha ocurrido?.
- Podría funcionar,
aunque eso dependiendo de como sepa manejar usted a su padre y de lo
bien que actuéis y el cuidado que tengáis tú y Julietto – le
dijo, seria y una mirada de preocupación a que Romeo pudiera correr
peligro, aunque si lo pensaba bien tanto ella como Romeo y Julietto,
lo pagarían muy caro con un simple fallo, pero estaba dispuesta a
ayudarlo por la amistad que tenía con su madre y el cariño hacia
él.
- Cuéntamelo, pero después tráeme algo para comer aquí
y también trae comida para Julietto, no voy a consentir que le hagan
sufrir a través del hambre, yo mismo se la llevaré.
Continuara...