Capítulo
9: Discusiones y Condiciones
-
¡Angelo!...¡Angelo! - llamando al caballero que seguía su camino,
sin hacer caso alguno de la persona que lo llamaba - ¡Angelo,
espera!, ¡Angelo, te ordeno que te detengas como tu superior y
príncipe! - haciendo detener al chico de pelo oscuro tan bruscamente
que hasta Romeo se detuvo en su persecución por el pasillo.
-
¿Qué me lo ordenas? - le preguntó de espaldas a él, con un tono
tan frío que hasta el heredero del reino por unos instantes sintió
peligrar su vida misma - ¿qué te crees? - le volvió a preguntar,
mordiéndose el labio inferior de rabia, mientras que con los ojos
cerrados agachaba su rostro, girándose y caminando lentamente hacia
el primogénito de su rey – es increíble lo asquerosa que se
vuelve la vida de alguien al estar controlada por otra persona – le
dijo, con pura rabia y resentimiento, hasta que al final lo tuvo
delante suya y subió su mirada desafiante - ¿cómo mi
príncipe...Romeo? - le preguntó con una sonrisa y a la vez
superioridad, agarrándolo por el pecho con sus musculosos brazos,
levantándolo apenas unos pocos centímetros del suelo - ¿príncipe?,
hasta yo soy más príncipe que tú – soltándolo con delicadeza
como muestra de lo insignificante que era para él – además, ambos
sabemos que en según que cosas eres más princesa que príncipe –
intentando herir su hombría y consiguiéndolo con mucha facilidad
aunque recibiendo un bofetón que le partió los labios.
-
¡Cállate!, ¡no consiento que te burles de mi! - viendo la cara de
sorpresa al no esperarse el guantazo.
- Lo ves, incluso lloras
por la mínima situación que te ponga en inferioridad – viendo dos
lágrimas que recorrían las mejillas de Romeo – incluso pegas como
una doncella – sintiendo asco al recordar que una vez sintió algo
por ese desecho humano, saboreando la sangre que éste le había
producido – te enseñaron a pegar como un hombre Romeo, incluso yo
te ensené...por una vez en la vida demuestra que eres ¡¡un
hombre!! - asestándole un rodillazo en el estómago seguido de un
puñetazo descendente en el rostro que lo dejo al suelo dolorido -
¡¡si vas a pegarme Romeo, no me insultes y hazlo como un
hombre!!
- Has cambiado Angelo, cuando yo y tu hermano sólo
queríamos lo mejor para ti – le dijo, con voz temblorosa y ahogada
por el golpe en el abdomen - ¿qué te ha pasado?.
- ¡¿Qué
dices?! - le preguntó furioso, - ¡no intentes hacerme quedar como
un estúpido!, ¡¡mataste a mi hermano, lo condenaste tú mismo!! -
agarrándolo con furia del suelo y empujándolo contra la pared,
acercándose a su oído – yo...yo sólo quería hacerte feliz Romeo
– sorprendiendo a éste por esa tan apenada voz que reflejaba tanto
dolor y cariño a la vez, haciendo sentir a Romeo unos sentimientos
que consideraba perdidos hace mucho tiempo – te quería más que
nada y de todo corazón...pero...pero tú...tú me lo agradeciste de
ese modo – poniendo una mano en el cuello de Romeo, empezando a
apretar su garganta a lo intentos desesperados de su superior para
liberarse – te odio...te odio Romeo, nunca te voy a perdonar – le
decía con los dientes apretados en pura furia e instinto asesino,
mientras lo poco que le quedaba de oxigeno en los pulmones al otro
iba despareciendo poco a poco, hasta que le soltó haciéndole caer
sentado al suelo intentando coger aire – dime Romeo...por...¿por
qué lo hiciste? - le preguntaba abatido emocionalmente a los
recuerdos de su cabeza, retrocediendo y apoyándose a la pared del
otro lado, mientras Romeo lo miraba preocupado viendo el dolor que le
estaba causando sin poder hacer nada.
- No...no puedo
decírtelo Angelo, - apretando sus puños al suelo con rabia al no
poder hacer nada para remediar eso – lo prometí, a pesar de que tu
me odies – siendo incapaz de moverse o hacer algo excepto llorar,
pues esa historia tan bonita que acababa recordando siempre y que le
dolía al recordar su final trágico, pues hubiera dado lo que fuera
para cambiar eso cada uno de los días que habían pasado desde ese
entonces.
- Entiendo, así que condenaste a mi hermano y no
puedo saber el por qué – asestando un puñetazo a la pared
mientras se recomponía como el soldado que siempre había sido –
eres de lo peor Romeo, aunque te haré sufrir exactamente igual –
le decía con rencor y dándole la espalada – te lo prometo, por el
amor que te tuve, te lo prometo.
- ¡No le hagas nada a
Julietto!, ¡¡Angelo!! - le empezó a gritar al ver que se iba sin
prestarle la mínima atención - ¡¡Angelo por dios, quiero que
hablemos!! - le dijo, desesperado captando la atención de éste.
-
¡¿Hablar?! - le preguntó furioso, caminando velozmente hacia él y
agarrándole por los hombros – ¡¿dime por qué condenaste a mi
hermano?!, ¡¿sabes por todo lo qué estoy pasando?!, ¡¿te haces
una idea?! - mientras con su mirada estudiaba el rostro lagrimoso y
desconcertado de Romeo – si no lo haces Romeo, te juro que le haré
daño a ese campesino – le amenazo con un rostro desesperado por
entender de una vez el asunto de su hermano y furioso por ese
campesino, el causante de todo lo que le estaba sucediendo - ¡¡¿a
quién diablos se lo prometiste Romeo, que tanto te importa cumplir
esa promesa?!!
Al darse cuenta de que su tono de voz empezaba
a ser bastante alto, decidió sosegar su ira, tristeza y las penurias
que le venían a la cabeza, seguidamente le dio la espalda con
intención de marcharse de una buena vez a sus camerinos cuando la
mano de Romeo en su hombro lo detuvo.
- Fue...fue a tu hermano
– haciendo abrir los ojos como platos a Angelo, dejándolo
confundido sin saber que pensar, ¡no era posible!, ¡¿qué locura
era esa?! - fue él el que me hizo prometer que no te dijera nada
sobre el motivo por el que fue sentenciado por mi...¡él me lo hizo
prometer Angelo!, aunque nuestra amistad se rompiera, no puedo
decirte nada – sin duda aquello era una broma de mal gusto, ¡¿por
qué diablos su hermano iba a hacerle prometer a Romeo, su ejecutor,
que no le contase nada a él?!, ¡¿qué significaba todo
esto?!...los sollozos de Romeo de detrás suya lo devolvieron fuera
de sus pensamientos.
- Sabes Romeo...eres un maldito
mentiroso, sino quieres contarlo no hace falta que te inventes
historias – aquella respuesta sorprendió al príncipe, viendo como
éste se intentaba largar de nuevo sin creerse nada, al intentar
detenerlo por el brazo de mala gana y un estirón se liberó de su
mano.
- Te estoy diciendo la verdad Angelo – le decía roto
por dentro como por fuera, pues nada había servido confesar aquello,
a la vez que sentía haber fallado a la palabra que le dio hace
tantos años al hermano mayor de Angelo, quien siempre le protegió y
cuido como otro hermano.
- ¡¡Cállate!! - le ordenó
furioso girándose unos segundos para observarle con rabia y seguir
su camino – no quiero oír más estupideces esta noche – viendo
con el corazón acelerado como su antiguo amor se marchaba de allí,
quedando solo en el pasillo, con el ruido de la celebración de su
padre detrás de la gran puerta, que con el ruido que hacían nadie
había oído absolutamente nada.
Al cabo de unos segundos de
confusión por como se sentía por lo sucedido con Angelo, le vino a
la mente las condiciones que le tenía que proponer al rey a cambio
del casamiento con esa francesa. Ahora estaba de fiesta y sabía que
su padre no le gustaba que lo interrumpiesen en medio de una
celebración, aviso a una de las sirvientas y le dio la orden de que
avisara a su padre de que él quería verle y que se encontraría en
sus aposentos.
Angelo entró en su habitación destrozado
sentimentalmente, cabreado por todo lo que rodeaba la historia de su
hermano y confuso por la revelación de Romeo, aunque le hubiera
dicho a éste que no le creía, sabía en el fondo de su corazón que
Romeo no es mentiroso con las personas que quiere, siendo también
consciente de que aún le hace sentir algo al príncipe.
-
¡¡Maldito sea este reino!! - cerró la puerta con brutalidad y
quitándose la espada de mala gana, lanzándola encima de la cama -
<<fue tu hermano, fue él el que me hizo prometer que no te
dijera nada sobre el motivo por el que fue sentenciado por mi...¡él
me lo hizo prometer Angelo!>> - esas palabras resonaban en
su cabeza, mientras se sentaba en el suelo al lado de su lecho –
(no lo entiendo hermano, ¿qué le hiciste prometer a Romeo a cerca
de tu muerte que no quieras que sepa yo?,...esas últimas palabras
que me dijiste el día anterior a la ejecución, siempre me han hecho
ver que tu muerte es más de lo que parece, ¿pero el qué hermano?,
¿por qué no puedo saber lo que paso ese día?.
<<
Hermano, ¿por qué te hacen esto?, ¿por qué Romeo te ha declarado
culpable?, hermano no quiero que mueras – le decía confuso e
incrédulo al darse cuenta de que faltaban unas horas para que su
querido hermano mayor despareciera de su vida para siempre, mientras
se aferraba a su cuerpo encadenado a la pared del calabozo, como si
de esa forma la muerte no pudiera arrebatárselo de sus manos.
-
No llores, Angelo mírame – le dijo con palabras delicadas y
cariñosas para consolar a su hermano menor que no cesaba de llorar –
quiero preguntarte una cosa Angelo, ¿odias ahora a Romeo? - éste
vio como su hermanito lo miraba con sorpresa al no esperarse esa
pregunta, Angelo aparto la mirada unos momentos pensativos dándose
cuenta Basilio de que lo que había dicho Romeo sobre su amor con
Angelo era cierto.
- Yo...le odio, no entiendo por que a hecho
esto, él era tan bueno, tan simpático, era mi mejor amigo – le
decía entre llantos sin consuelo – lo odio hermano, debes de
escapar ahora – le dijo, al ver como Angelo estiraba las cadenas de
la pared, intentando arrancarlas, haciendo un esfuerzo inútil.
-
No odies a Romeo – le dijo – él es un gran chico – añadió,
viendo que su hermanito no escuchaba - Angelo, dejálo estar –
sintiendo como se rompía su corazón al ver el dolor que causaba su
muerte a su hermanito.
- ¡No quiero!, ¡no quiero! - decía
cada vez más nervioso y el pulso acelerado - ¡maldita sea, por qué
no se rompen! - gritaba sin ser consciente de las consecuencias de lo
que intentaba hacer.
- ¡Angelo déjalo! - le ordenaba con un
tono algo más serio por miedo a que el carcelero entrará por sus
gritos infantiles, diciendo que lo iba a liberar.
- ¡No
hermano, te voy a soltar, tu no has echo nada malo! - le gritaba
mientras con la fuerza con la que estiraba se hacia sangre en las
manos – ¡¡tú no mataste al general Alessio, se que no lo
hiciste!!.
- Angelo – volvió a pronunciar, dándose cuenta
de que el carcelero intentaba abrir la puerta para ver que ocurría -
¡¡Angelo, maldita sea, yo lo mate...¿entiendes? yo lo mate, mate
al general Alessio por que quise!!, ¡¡ soy culpable hermanito!!- le
gritaba sin vacilación, sorprendiendo a Angelo, pues esa era la
primera vez que le hablaba con odio - ¡¡deja de incordiar
hermano!!, ¡¡carcelero, llévate a este mocoso, sólo me esta
molestando!! - aquellas palabras dejaron abatido al niño, dejándose
llevar por el carcelero pues no entendía la reacción de su hermano
mayor, Basilio - ¡¡ y no vengas a mi ejecución, no quiero que me
arruines los últimos segundos de vida viendo tu cara!!.
-
Herma...hermano – no le salían las palabras y el dolor que lo
apuñalaba cada vez más fuerte era insoportable, pues su corazón de
trece años aún no había experimentado tal dolor en la vida.
-
(Lo siento, Angelo me duele haberte hablado así pero debo protegerte
y a Romeo también, aunque eso sea dar mi vida) – pensaba en
silencio mientras observaba como la puerta de su calabozo se cerraba,
escuchando cada vez menos los llanto de su hermano – (te quiero
hermanito, y me entristece ver tus lágrimas y más si son provocadas
por mi culpa, me gustaría volver a decir lo mucho que te quiero pero
sólo empeoraría las cosas) – las lágrimas empezaron a florecer
en silencio por su rostro – (te dejo en buenas manos Angelo, tienes
a Romeo, espero no le culpes por esto...Romeo cuida a mi hermano por
mi tal y como me prometiste). >>
Por
ti seré más fuerte que el destino,
por ti seré tu héroe ante
el dolor
yo sin ti estaba tan perdido
por ti seré mejor de lo
que soy.
-
Hermano te eche tanto de menos, nunca te voy a olvidar, pero necesito
sabe que es lo que paso ese día, sea como sea – mientras se volvía
a meter en sus recuerdos felices con su hermano que hacían que no
perdiera la compostura en un día de esos.
Entre tanto, Romeo
esperaba impaciente a su padre y dolorido por lo sucedido con Angelo,
aunque se acordó de un consejo que Basilio Di Salvo le dijo una vez
y que en situaciones dolorosas siempre lo tenía presente, <<Cuando
estés triste, recuerda aquellos seres que te hicieron feliz en su
vida, pues ellos te darán el amor que en ese momento te falta>>,
y así lo hacía muy a menudo, de
esta forma lo que estaba pasando en esos momentos, era consolado por
ese buenos recuerdos de muchas personas que le dieron su cariño en
alguna ocasión.
La puerta al fin repicó, dejando
entrar a continuación a su padre más feliz de lo habitual, estando
muy claro de el por qué, ambos se miraron con seriedad pues había
peligro de que no estuvieran de acuerdo en lo que le tenía que
proponer su hijo.
- Dime, ¿qué condiciones son esas de las
que hablas? - le preguntó sin dejar de romper el contacto visual con
aquellos ojos tan marrones como la tierra que estaban llenos de
confianza y seriedad - ¿me imagino que será por ese Julietto,
cierto? - acercándose más a su hijo para intimidarlo en su
siguiente pregunta y descubrir si decía la verdad mediante el
nerviosismo que pudiera mostrar – sabes hijo, hay una cosa que
nunca te he contado y esta penado por la guillotina en mi territorio,
aunque han sido muy pocos los casos, no hay cosa que más asco me de,
que ver a dos hombres juntos – le explicó estando a unos
centímetros del cuerpo de Romeo – aunque no sólo lo digo yo, el
buen dios también lo pena con tormentos en el infierno, pues no hay
más cosa aberrante que dos hombres teniendo actos carnales – los
ojos verdosos del rey, investigaban cada minúsculo movimiento del
rostro o acto que mostrará que su hijo sentía algo más que amistad
con ese aldeano.
- ¿Y a qué viene eso padre? - le dijo con
seriedad, sin romper la compostura y combatiendo aquella mirada que
intentaba entrar en lo más profundo de su corazón.
- Bueno,
has estado tan encaprichado y decidido en defender a ese campesino
que no he podido evitar pensar si es que sentías algo por ese
Julietto – le dijo, con voz tranquila pero que ponía la punta de
gallina a Romeo, intentando por todos sus medios no mostrar nervios
ni nada parecido, pues si su padre descubría la verdad Julietto
estaría acabado, incluso posiblemente él también.
- Como ya
te dije... – le dijo firme y mirando de reojo a su padre, pues
ahora se encontraba a sus espaldas echando un vistazo todo lo que
había en la mesa de su hijo – no soy como tú, enviando a las
personas al calabozo sin motivo alguno, él era inocente sólo me
defendió de los soldados que tú enviaste para darme una paliza –
aquellas palabras no incomodaron lo más mínimo a su padre, como si
aquello que le replicaba hubiera sido acto de algo bien justificado
para él – si lo defendí tanto es porqué me demostró buena
voluntad, amabilidad y confianza, algo que escasea en este castillo,
simplemente lo respeto, que no haya querido casarme con la francesa
hasta ahora, no ha sido por amor a Julietto, nunca caería tan bajo
padre – le dijo firmemente, aunque deseaba que su alma se fuera al
mismísimo infierno por decir tales mentiras acerca de sus
sentimientos del chico que amaba – sino porque como mi madre me
enseño quería casarme por amor, alguien al que amara de verdad,
alguien al que pudiera mirar y decir “amo esa persona, y la elegí
yo para compartir mi vida”, pero como tú dijiste en la vida
debemos sacrificar cosas y si así se salva Julietto y el pueblo, ya
que de aquí no lo hace nadie, lo haré yo con gusto.
- Esta
bien hijo, perdóname por la pregunta – se disculpo, volviendo al
frente de su hijo aunque sin estar convencido del cien por cien de si
era amistad lo que había entre Romeo y Julietto, pero había tiempo
para descubrir si mentía, si lo hacía lo sabría tarde o temprano,
no era una cosa que tuviera mucha importancia en este momento -
¿cuáles eran las condiciones hijo?
- En primer lugar
quiero que me des tu palabra de que si me caso con la francesa,
Julietto no sufrirá ningún daño y con eso me refiero a un
desafortunado accidente, un asalto por el bosque y cualquier cosa que
ponga en peligro la vida de él... - al ver que su padre habría la
boca, siguió rápidamente para interrumpirle antes de que dijera
nada – tu palabra, quiero tu palabra de honor como hombre, rey y
padre.
- Esta bien, tienes mi palabra – le dijo, sin tener
claro aún si merecía la pena cumplir su promesa, aunque como
deseaba esa unión de su hijo con el reino francés era mejor tenerle
contento por ahora, sin hablar de que su padre podía ver en su hijo
por primera vez una gran confianza en si mismo, como si hubiera
aprendido por fin lo poderosa que era su posición comparado con el
resto de la sociedad, y tampoco se olvidaba de la promesa que había
echo ese mismo día con Angelo sobre dejarle matar al campesino.
-
Y padre... – le sacó de sus pensamientos la voz de su hijo – si
no cumple su palabra juro que esa boda nunca se va a celebrar,
téngalo por seguro – le dijo firme y con la misma mirada
desafiante que había aprendido de su propio padre.
-
Tranquilízate hijo, no recibirá ningún daño – por primera vez
se sentía arrinconado con un problema – había dicho a Angelo que
lo dejaría matar en cuanto Romeo estuviera casado con la princesa,
pero ahora con esa amenaza que parecía ir en serio, no podía
permitirse el lujo de perder la oportunidad en que su hijo había
entrado en razón, si lo que quería su predecesor para casarse era
la vida de eso chico a salvo, se lo concedería, ya habría tiempo
más tarde para deshacerse de él, en caso de que fuera una molestia
– ¿hay algo más que desees decirme? - le preguntó, teniendo el
presentimiento que aquella no era la única condición que le
impondría su hijo.
- Así es padre, Julietto vivirá en el
castillo
- ¿Qué? - le dijo incrédulo.
- Como su
casa ha sido destruida no tiene dónde ir por el momento, a cambio de
la comida y el techo, él es muy ágil con la espada y podría
entrenar a nuestras tropas – le propuso.
- Pero ese puesto
esta ocupado por Angelo – le dijo, viendo que la conversación aún
no parecía del todo perdida y poniendo mucha atención en las
palabras de su hijo – además si vive aquí por mucho que te haya
prometido su seguridad, no puedes hacerme responsable de lo que le
puedan hacer todos los nobles, ya has podido ver en la cena que no
esta muy buen visto.
- Lo sé, por eso quiero que lo nombres
caballero de tu corona y lo conviertas en un noble más de los tuyos,
junto con todas las leyes ventajosas y perjudiciales, así como dice
nuestra ley si alguien hace daño a un noble lo pagará con su vida,
de este modo no creo que nadie quiera matarlo si también esta su
vida en juego – le dijo serio, haciendo ver a su padre que lo tenía
todo muy claro y haciendo también un gran papel en fingir que estaba
decidido en celebrar esa boda.
- Parece que lo tienes todo muy
claro, - le dijo con firmeza y comprensión, pues aunque aún no
sabía como iba aprovechar la situación para deshacerse de él,
estaba seguro que con algo sacaría beneficio de ese aldeano – si
así lo quieres hijo, así se hará pero, ¿qué propones hacer con
Angelo?.
- Había pensado que ya que la silla de su padre esta
vacía, podríamos recompensarle por esa perdida dándole el puesto
de su padre – le dijo, algo dolido pues aunque todo marchaba según
lo planeado, el asunto con Angelo no parecía del todo seguro, ya que
no tenía la mínima idea de como iba a reaccionar, - y como se que
Angelo esta resentido con Julietto, yo y exclusivamente él
reconstruiremos la casa que le habéis quemado para que vuelva a
vivir lejos del castillo, aunque manteniendo su puesto en las tropas
y el título de noble convirtiéndolo en dueño de sus tierras.
-
Se lo propondré a Angelo, aunque no se si estará dispuesto a
hacerlo – como la charla con su hijo ya se hacía algo pesada y no
deseaba que se prolongara más se fue a abrir la puerta para salir
con sus últimas palabras – y acepto todas las condiciones que
propones hijo, llévale al guardia la orden de liberación y elige la
habitación que quieras que tenga, yo me marcho ya a mis aposentos
pues mañana debo empezar a preparar las cosas para dar la bienvenida
a tu prometida dentro de unos meses, ya que todo lleva un gran
papeleo que rellenar y cosas muy políticas y aburridas, que
descanses hijo – le dijo, echándole un último vistazo antes de
cerrar la puerta.
Continuara...