9 de febrero de 2014

Romeo x Julietto (il-Divo, Por ti seré)


Capítulo 8: Secretos Ocultos



Aunque no lo había planeado se dirigía de nuevo a la celda de su amado, aunque aquello era un alivio a la vez que un gran mal presentimiento, podría volver a ver como se encontraba pero a la vez las palabras de su padre seguían en su cabeza. Sabía que por mucho que de verdad Julietto hubiera querido proponer algo, no hubiera llamado antes a su padre o ¿tal vez si?, no estaba seguro de ello pues por mucho que sus sentimientos parecían haber cobrado vida desde hace mucho, lo conocía apenas de un día. ¿I si se había hecho una idea equivocada de Julietto?, no...no quería pensar eso, confiaba en él y en su buen juicio, fuera lo que fuera que le propusiese, su padre estaba involucrado en ello, de eso sí podía estar seguro.

Al entrar en la celda hubo algo que le sorprendió desde en el momento en que había entrado, Julietto se encontraba de pie sin cadenas que lo mantuvieran atado de pies o manos en la pared, sin duda aquello era una mejora de la situación en la que había estado antes, aunque no la hacía menos preocupante, confirmando tales sospechas al mirar a los ojos a Romeo, pues se le veía preocupado, triste y nervioso.

- ¿Ocurre algo Julietto? - le preguntó, temiendo a lo que pudiera decir - ¿te a hecho algo mi padre?; ¿qué te a dicho? - acercándose a él para abrazarlo, retrocediendo éste de aquel gesto.

- Romeo, ya sabes lo que siento por ti – le dijo cauteloso a que el guardia pudiera escuchar algo por la puerta – pero tu padre...

- ¡¿Mi padre?! - le interrumpió, apretando los puños con furia – ese desgraciado, ¿qué te a hecho?, él me a dicho que eras tu el que quería verme y proponerme algo para tu liberación.

- ¡Escúchame Romeo!, no le digas nada, los niños podrían correr una grave peligro – le dijo serio y preocupado, agarrándolo de los hombros.

- ¿Los niños? - le preguntó, sorprendido - no entiendo, ¿qué pasa con ellos?

- Tu padre me ha dicho que te diga como amigo, - viendo el rostro confundido de Romeo - él sospechaba de podía haber algo entre nosotros y por suerte le he convencido de que no es así, - le explicó para que cogiera el hilo de la historia, volviendo de nuevo al problema - pero me a dicho que te diga que te cases con aquella chica de Francia o de lo contrario matará a los muchachos que viste ayer noche conmigo.

- Como puede caer tan bajo, - haciendo un pensamiento en voz alta de su propio padre – no pienso casarme por que a él le convenga, estoy harto de obedecerlo, no pienso hacerlo – le afirmó a Julietto, agarrándolo de las manos.

- Pero los chicos...

- ¡No! - le interrumpió – esta vez no morirá nadie, ni tampoco haré lo que él me pida – viendo la cara de sorpresa del rubio.

- Entonces si no te casas, los chicos...

- Escúchame, - le dijo, bajando la voz – no pienso casarme con la princesa, te quiero a ti – le dijo, acariciando su rostro con ambas manos – pero, eso no significa que no pueda decirle que lo haré y actuar como él quiere que lo haga – viendo que por primera vez, el sorprendido era Julietto.

- ¿Qué piensas hacer? - le preguntó asombrado al ver tanta seguridad dentro de su amado.

- ¿Puedo contar contigo, no? - le preguntó, sonriendo al ver el movimiento afirmativo de su cabeza – verás, Marie la muchacha que viste hace unas horas y yo teníamos un plan para que pudieras salir y así estar juntos mientras reconstruíamos tu casa, pero ella escuchó como mi padre ordenaba a Angelo que te matase en cuanto no le fueras útil, es obvio que tenía pensado utilizarte para que yo me casara y luego eliminarte, lo que tuvimos que idear otro plan...

- Espera, espera que me estoy perdiendo – le interrumpió - ¿quién es ese Angelo del que hablas?

- Es el hijo del que yo he matado esta mañana con mi daga para salvarte, sabe que ambos nos gustamos y...

- ¿Cómo sabe tal cosa? - le preguntó, sin dejar que acabará de explicarse.

- No tengo tiempo para explicarte tantas cosas, de un momento a otro me vendrán a buscar para la cena – le dijo algo exaltado, dándole a entender al otro de que había algo que Romeo ocultaba de ese chico, al ver la expresión que había puesto en su rostro al preguntar más sobre ese tipo – lo único que importa es que lo sabe, sabe que nos gustamos, por suerte cuando se lo ha contado a mi padre, él no se lo ha tragado – haciendo entender a Julietto el motivo de la visita del rey – lo que quiero decir es que su padre era el capitán y él es el oficial encargado del adiestramiento, lo que quiero hacer es aceptar la propuesta de mi padre, para así mantenerte protegido.

- ¿Y como harás tal cosa? - le preguntó, sin ver muy bien cual eran sus intenciones.

- Bueno, hemos pensado que se te da muy bien el manejo de la espada, podrías ser el nuevo oficial del ejército si convenzo a mi padre de que ascienda a Angelo a Capitán, como yo me casaré supuestamente con la princesa , mi padre no sospechara...y bueno de algún modo o otro el rencor que siente Angelo por mi se sosegará un poco.

- Pero, no es así - viendo la locura que estaba a punto de hacer - ¿pretendes engañar a tu padre?, ¿qué harás cuando llegué el día en que tengas que casarte?.

- Ahí esta lo único que me falta por saber – le dijo, acercándose a él – se que has sacrificado mucho por este príncipe idiota, la casa, la vida tranquila que llevabas antes de salvarme...y como no quiero casarme tu estarías en peligro de nuevo...por eso la única solución que le veo, es escapar en cuando esta mentira no pueda ir más lejos – le dijo, con expresión triste – sé que es egoísta lo que te pido, lo siento pero no se que hacer – empezando a invadirle la tristeza, sorprendiendo a su chico en un abrazo desesperado.

- Esta bien, tranquilízate – acariciándole la espalda con sus manos – me iría hasta el fin del mundo por ti, pero debemos pensar en algo para que los chicos estén a salvo, no quiero que les pase nada a ellos ni sus familias, siempre me han tenido mucho cariño todos y sería injusto arriesgar sus vidas en nuestros problemas.

- Lo sé – le dijo, poniéndose una mano en la frente – yo tampoco quiero que le pase nada a ninguno de ellos, - recordando a aquella dulce niña llamada Gisel - ¿por qué no pude haber nacido como tú?, sin tener que estar atado a todo este infierno, no soy capaz de cumplir mi papel como príncipe, yo no sirvo para tal cosa – empezando a llorar de rabia, al ver que todo eran impedimentos a cualquier cosa que el deseaba, sentándose al suelo – no se que hacer Julietto, sólo quiero vivir a tu lado, sólo eso – escondiendo su rostro entre sus rodillas.

- Y lo harás – le susurro a la oreja, tu haz lo que debas hacer para sacarme de aquí, que yo haré lo posible para estar todo el tiempo que pueda a tu lado – dándole un rápido beso en la mejilla – ahora levántate que ya deben venir a buscarte – le dijo, al oír los pasos y el ruido de las armaduras de los caballeros.

- Te quiero – le dijo, rápidamente antes de irse.

- Lo sé – le contestó con una alegre sonrisa.

Dos guardias que habían sido enviados por su padre lo condujeron hasta la gran sala, donde los caballeros de más nobleza se sentaban junto al rey a lo largo de una gran mesa, llena de distintos manjares y bebidas, todo eran sonrisas y gritos de celebración por la embriaguez de los nobles.


Excepto como siempre el rey y los cargos de más importancia que estaban a su alrededor que hablaban siempre de lo mismo, sin poder dejar de pensar en sus conquistas y que impuestos subir para llenar las arcas del reino. Angelo en cambio era el único que se encontraba en silencio en la mesa y con cara seria, pasando de todos y cada uno de los individuos...pues no veía mayor deshonra en un hombre que el ir bebido como una cuba, haciendo idioteces sin tener uso de razón.

Por mucho que hubiera querido participar en la fiesta sin preocupación ninguna, le resultaba imposible pues cada noche podía observar que la silla donde una vez se sentó su hermano mayor ahora la ocupaba otro hombre que no le llegaba ni a la suela de los zapatos, pues no había día en que ese tipo no estuviera bebido. Encima esa noche por primera vez, la segunda silla de la izquierda del rey estaba vacía, cuando apenas la noche anterior la ocupaba su padre, que ahora residía entre las cenizas de las casa de ese campesino mal nacido.

El ruido del ambiente se quebró al abrirse las puertas del comedor, donde apareció Romeo siendo observado por todos en un silencio inquietante, algunas miradas eran desafiantes pues a estas alturas era ya muy conocida su testarudez con lo de su unión con la princesa, pues aquello les afectaba a todos, sin ejército no había más tierras que conquistar, sin más tierras no había más riquezas, aunque todos deseaban decirle algunas cosas, el temor al castigo que les pudiera caer era mayor que la valentía de hablar, pues nadie había olvidado aún que fue Romeo en sus trece años quien había mandado a la guillotina a uno de los mejores soldados del reino, Basilio Di Salvo, pues su culpabilidad de alta traición siempre fue algo sospechosa por la conducta que tenía Romeo al momento de sentenciarlo.

- Vaya hijo, ya estas aquí – dijo su padre con alegría, imponiendo su voz en la sala – ya pensaba que no te presentarías, espero que todo haya salido bien – le dijo, arqueando una ceja y alzando su copa con una sonrisa.

- Gracias padre por vuestra bienvenida – le dijo, fingiendo aquella amabilidad desde hace tantos años – espero aún quede algo de comida, si es que tus voraces nobles han dejado algo – dijo serio, enfrentando aquellas miradas de seriedad de los pocos que aún no estaban ebrios, haciendo reír a su padre a grandes carcajadas.

- Bueno, hay que reconocer que todos aquí tenemos un gran apetito – invitándole a sentarse a su lado como de costumbre.

- Sobretodo nuestro nuevo invitado que está en el calabozo, - dije de repente Angelo, atrayendo la atención de todos los de la sala – seguro que ese campesino debe tener más hambre que un perro, ¿no creéis chicos? - preguntó con ironía al resto de nobles que se echaron a reír.

- Dinos, príncipe Romeo – le preguntó un noble con las mejillas sonrojadas por el vino, moviendo constantemente un muslo de pollo que tenía en una de las manos - ¿qué tal le ha parecido a ese campesino la bienvenida al castillo? - mirando seguidamente a Angelo con una sonrisa que le era devuelta por éste.

- La verdad, habéis demostrado que seguís siendo unos bárbaros – le contestó, mientras cogía un brote de uvas con el que jugueteaba entre sus dedos – aunque no es de esperar, viniendo de vos Fabiano, ni tampoco esperaba menos de Angelo – cruzando sus miradas serias, viendo en los ojos del otro nada más que pura furia.

- Nos llamáis bárbaros a nosotros – dijo Fabiano, alzándose de su silla y alzando la voz – vos señorito, hoy habéis matado a uno de nosotros, un noble muy respetado en este reino, ¡¿cómo se atreve a llamarnos bárbaros, cuando usted ha matado a uno de nuestros hermanos de esta sala, sólo por defender a ese campesino?!

- A mi hermano mayor lo condenaste como traidor, si se me permite hacerle memoria – mirando al rey por si había alguna señal de que no debía continuar hablando, - al ser traidor, tuvisteis una bonita excusa para ejecutarlo...¿cuál será la de ahora, al haber matado a la única persona que me quedaba en mi vida? - le preguntó, golpeando la mesa y haciendo caer el vino de su copa entre los platos de la comida, pues Angelo no tenía ningún miedo de Romeo, imaginando la culpabilidad que debía sentir éste por haberle tratado tan mal, después de todo lo que él le dio.

- ¡Vuestro hermano era un traidor!, - sentenció, provocando que aquellas palabras le pesarán más de lo que nadie en aquella sala se podía imaginar, excepto Angelo pero no de la manera que éste pensaba – y su padre para mi era el peor de los nobles, no tenía piedad con nadie y sus torturas eran crueles e inhumanas, abusó de su poder como noble de este reino y me enfrentaré a cualquiera que cuestione mi palabra – mirando con autoridad al noble Fabiano quien decidió dejar de pelear con el príncipe, volviendo a sentarse.

Aquella disputa en la que nadie se atrevía a entrar divertía muchísimo al rey, pues era la primera vez que veía a su hijo tan decidido jactándose de su autoridad con los nobles como superior que era. La amistad con aquel campesino sin duda a la vista de los ojos de su padre había servido para algo.

- ¡Mi padre, sólo servía al rey!, ese campesino le hablaba a nuestro rey como un igual – le dijo enfurecido, mirando al resto de nobles - ¡¿es qué vamos a permitir tal deshonra hacia nuestro rey?! - haciendo ganarse la confianza de los nobles que empezaban a alzarse, a la vez que aquello llenaba de curiosidad al rey, observando de que manera impondría su hijo el orden entre los nobles que empezaban a ponerse nerviosos e imprevisibles a causa del alcohol.

- ¡Silencio! - ordenó el príncipe, con un tono de voz que impresionó a los nobles, pues no esperaban tal actitud de Romeo – se que he cometido errores al igual que todo el mundo, pero a partir de hoy no permitiré que nadie abuse de su poder como noble en el pueblo, aquella gente a la que os referís continuamente como muertos de hambre, son los que os dan de comer cada día de vuestras vidas y si lo habéis olvidado, los padres, hermanos y abuelos de esas familias son los que forman el ejército, sin ellos no tendríais a quien ordenar nada, ni conquistar a nadie, por lo tanto como vuestro futuro rey os exijo respeto por ellos o acabaréis en una mazmorra, ¿ha quedado claro? – les preguntó a todos, con una mirada desafiante y seria.

- ¿Nuestro futuro rey? - le preguntó, sabiendo Romeo que Angelo no sería tan fácil de impresionar ni tampoco de hacerlo callar, pues era de los pocos que sabía que su punto débil era el amor por los hombres, habiendo sido éste el primer hombre con el que fue al lecho a su niñez y convirtiéndolo en el único que sabía el secreto capaz de destruir su vida, como príncipe y como hijo del rey – un rey necesita una esposa, y como todos sabemos, usted se ha negado a casarse con la princesa de Francia, ¿no es así? - le preguntó, echándole una discreta mirada y haciendo entender a Romeo que estaba al tanto de su nuevo amorío con ese Julietto, - ¿por qué se ha negado a hacer tal cosa?; todos sabemos que es un buen partido para usted y el futuro del reino, también veo justo de explicarnos el por qué de su decisión, pues nos afecta a todos – le dijo, creyendo que estaba presionando y arrinconando a Romeo con sus palabras, intentando que revelara y afirmara las suposiciones que tenía sobre la relación que compartían ese pueblerino y su antiguo amigo de la niñez - ¿no estáis de acuerdo chicos? - preguntó a los nobles, quienes al unísono afirmaron que querían una explicación, pues para futura sorpresa de Angelo, Romeo les tenía una preparada.

- Es cierto Angelo, he negado durante este tiempo el casarme con la princesa porque valoro mucho mis sentimientos – resoplando delante de todos, viendo como su padre lo miraba con atención en la silla, a la vez que dentro de Angelo ya cantaba victoria pues creía haber puesto entre las cuerdas a Romeo – pero,... - añadió, captando la atención de todos, esta vez incluyendo a su padre y ex compañero – como he dicho antes, he cometido errores como otro cualquiera y soy el príncipe de este reino, lo que tengo una responsabilidad con vosotros como mis nobles y con el pueblo – observando como aquellas palabras llegaban con mucha atención a los caballeros y empezaban a sacar una pequeña sonrisa a su padre, a la vez que impresionaban a Angelo – por eso, he decidido aceptar la proposición de mi buen padre – girándose hacia el nombrado, que le sonrió complacido – el pueblo se merece toda la protección posible y esta en vuestras manos que así sea...me casaré con la princesa – provocando que la sala se llenará de gritos de celebración y alabando al príncipe, habiéndoles asegurado más riquezas con esa unión, a la vez que Angelo lo llenaba una gran furia al observar que nada había conseguido para perjudicar a Romeo, sino todo lo contrario ya que ahora lo idolatraban aquel par de ebrios estúpidos – aunque tenemos que hablar sobre esto padre, pues quiero poner mis condiciones – le dijo con un tono más privado, después de volver a su sitio.

- Muy bien dicho hijo mío – le felicitó, poniéndose de pie con una sonrisa pues creía haber conseguido lo que tanto había deseado – y quiero hacer un brindis en tu honor – añadió, alzando su copa y siguiéndole a él todos los nobles, entretanto Romeo contempló como Angelo Di Salvo abandonaba la sala echo una furia, lo que pidió seguidamente su ausencia pues deseaba hablar con éste, dejando al resto con la celebración.



Continuara...

2 de febrero de 2014

Poema

Atlántida
        (Los derechos de la imagen pertenecen a su autor)
Tierra de leyendas,
inspiradora de navegantes,
que buscan el secreto de las maravillas
que bajo tus aguas escondes.

Tus bosques eran verdes,
hogar de abundantes animales,
y agua tan cristalina,
que era símbolo de vuestra deidad divina.

Poseídon, rey de los mares,
a tus diez hijos nombraste reyes,
y en el templo están escritas tus leyes,
que con justicia y virtud gobernaron los atlantes.

Ahora los descendientes
con soberbia y ansias de dominación,
han enfurecido a los dioses
por su impuro corazón.

La unión de los hermanos por la avaricia fuer rota,
y condenados fueron a la derrota,
entre terremotos e inundaciones,
crearon suposiciones de su fin durante generaciones.

Desde su nacimiento,
fue reino de gloria,
pero su soberbia perdió contra Grecia,
y su ejército derrotado en las arenas de Egipto.

Un enorme misterio te esconde,
gran símbolo de grandeza tu nombre,
simple mito o esperanza,
eso depende de quien investigue mientras avanza.

Fin.

Creado Por: Pere Antoni (ItaDei) y por una querida amiga Sara.

Esta publicación va dedicada al continente de la Atlántida, como seguidor y fan de la leyenda.