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22 de abril de 2014

Romeo x Julietto (il- Divo, Por ti seré)



Capítulo 9: Discusiones y Condiciones

- ¡Angelo!...¡Angelo! - llamando al caballero que seguía su camino, sin hacer caso alguno de la persona que lo llamaba - ¡Angelo, espera!, ¡Angelo, te ordeno que te detengas como tu superior y príncipe! - haciendo detener al chico de pelo oscuro tan bruscamente que hasta Romeo se detuvo en su persecución por el pasillo.

- ¿Qué me lo ordenas? - le preguntó de espaldas a él, con un tono tan frío que hasta el heredero del reino por unos instantes sintió peligrar su vida misma - ¿qué te crees? - le volvió a preguntar, mordiéndose el labio inferior de rabia, mientras que con los ojos cerrados agachaba su rostro, girándose y caminando lentamente hacia el primogénito de su rey – es increíble lo asquerosa que se vuelve la vida de alguien al estar controlada por otra persona – le dijo, con pura rabia y resentimiento, hasta que al final lo tuvo delante suya y subió su mirada desafiante - ¿cómo mi príncipe...Romeo? - le preguntó con una sonrisa y a la vez superioridad, agarrándolo por el pecho con sus musculosos brazos, levantándolo apenas unos pocos centímetros del suelo - ¿príncipe?, hasta yo soy más príncipe que tú – soltándolo con delicadeza como muestra de lo insignificante que era para él – además, ambos sabemos que en según que cosas eres más princesa que príncipe – intentando herir su hombría y consiguiéndolo con mucha facilidad aunque recibiendo un bofetón que le partió los labios.

- ¡Cállate!, ¡no consiento que te burles de mi! - viendo la cara de sorpresa al no esperarse el guantazo.

- Lo ves, incluso lloras por la mínima situación que te ponga en inferioridad – viendo dos lágrimas que recorrían las mejillas de Romeo – incluso pegas como una doncella – sintiendo asco al recordar que una vez sintió algo por ese desecho humano, saboreando la sangre que éste le había producido – te enseñaron a pegar como un hombre Romeo, incluso yo te ensené...por una vez en la vida demuestra que eres ¡¡un hombre!! - asestándole un rodillazo en el estómago seguido de un puñetazo descendente en el rostro que lo dejo al suelo dolorido - ¡¡si vas a pegarme Romeo, no me insultes y hazlo como un hombre!!

- Has cambiado Angelo, cuando yo y tu hermano sólo queríamos lo mejor para ti – le dijo, con voz temblorosa y ahogada por el golpe en el abdomen - ¿qué te ha pasado?.

- ¡¿Qué dices?! - le preguntó furioso, - ¡no intentes hacerme quedar como un estúpido!, ¡¡mataste a mi hermano, lo condenaste tú mismo!! - agarrándolo con furia del suelo y empujándolo contra la pared, acercándose a su oído – yo...yo sólo quería hacerte feliz Romeo – sorprendiendo a éste por esa tan apenada voz que reflejaba tanto dolor y cariño a la vez, haciendo sentir a Romeo unos sentimientos que consideraba perdidos hace mucho tiempo – te quería más que nada y de todo corazón...pero...pero tú...tú me lo agradeciste de ese modo – poniendo una mano en el cuello de Romeo, empezando a apretar su garganta a lo intentos desesperados de su superior para liberarse – te odio...te odio Romeo, nunca te voy a perdonar – le decía con los dientes apretados en pura furia e instinto asesino, mientras lo poco que le quedaba de oxigeno en los pulmones al otro iba despareciendo poco a poco, hasta que le soltó haciéndole caer sentado al suelo intentando coger aire – dime Romeo...por...¿por qué lo hiciste? - le preguntaba abatido emocionalmente a los recuerdos de su cabeza, retrocediendo y apoyándose a la pared del otro lado, mientras Romeo lo miraba preocupado viendo el dolor que le estaba causando sin poder hacer nada.

- No...no puedo decírtelo Angelo, - apretando sus puños al suelo con rabia al no poder hacer nada para remediar eso – lo prometí, a pesar de que tu me odies – siendo incapaz de moverse o hacer algo excepto llorar, pues esa historia tan bonita que acababa recordando siempre y que le dolía al recordar su final trágico, pues hubiera dado lo que fuera para cambiar eso cada uno de los días que habían pasado desde ese entonces.

- Entiendo, así que condenaste a mi hermano y no puedo saber el por qué – asestando un puñetazo a la pared mientras se recomponía como el soldado que siempre había sido – eres de lo peor Romeo, aunque te haré sufrir exactamente igual – le decía con rencor y dándole la espalada – te lo prometo, por el amor que te tuve, te lo prometo.

- ¡No le hagas nada a Julietto!, ¡¡Angelo!! - le empezó a gritar al ver que se iba sin prestarle la mínima atención - ¡¡Angelo por dios, quiero que hablemos!! - le dijo, desesperado captando la atención de éste.

- ¡¿Hablar?! - le preguntó furioso, caminando velozmente hacia él y agarrándole por los hombros – ¡¿dime por qué condenaste a mi hermano?!, ¡¿sabes por todo lo qué estoy pasando?!, ¡¿te haces una idea?! - mientras con su mirada estudiaba el rostro lagrimoso y desconcertado de Romeo – si no lo haces Romeo, te juro que le haré daño a ese campesino – le amenazo con un rostro desesperado por entender de una vez el asunto de su hermano y furioso por ese campesino, el causante de todo lo que le estaba sucediendo - ¡¡¿a quién diablos se lo prometiste Romeo, que tanto te importa cumplir esa promesa?!!

Al darse cuenta de que su tono de voz empezaba a ser bastante alto, decidió sosegar su ira, tristeza y las penurias que le venían a la cabeza, seguidamente le dio la espalda con intención de marcharse de una buena vez a sus camerinos cuando la mano de Romeo en su hombro lo detuvo.

- Fue...fue a tu hermano – haciendo abrir los ojos como platos a Angelo, dejándolo confundido sin saber que pensar, ¡no era posible!, ¡¿qué locura era esa?! - fue él el que me hizo prometer que no te dijera nada sobre el motivo por el que fue sentenciado por mi...¡él me lo hizo prometer Angelo!, aunque nuestra amistad se rompiera, no puedo decirte nada – sin duda aquello era una broma de mal gusto, ¡¿por qué diablos su hermano iba a hacerle prometer a Romeo, su ejecutor, que no le contase nada a él?!, ¡¿qué significaba todo esto?!...los sollozos de Romeo de detrás suya lo devolvieron fuera de sus pensamientos.

- Sabes Romeo...eres un maldito mentiroso, sino quieres contarlo no hace falta que te inventes historias – aquella respuesta sorprendió al príncipe, viendo como éste se intentaba largar de nuevo sin creerse nada, al intentar detenerlo por el brazo de mala gana y un estirón se liberó de su mano.

- Te estoy diciendo la verdad Angelo – le decía roto por dentro como por fuera, pues nada había servido confesar aquello, a la vez que sentía haber fallado a la palabra que le dio hace tantos años al hermano mayor de Angelo, quien siempre le protegió y cuido como otro hermano.

- ¡¡Cállate!! - le ordenó furioso girándose unos segundos para observarle con rabia y seguir su camino – no quiero oír más estupideces esta noche – viendo con el corazón acelerado como su antiguo amor se marchaba de allí, quedando solo en el pasillo, con el ruido de la celebración de su padre detrás de la gran puerta, que con el ruido que hacían nadie había oído absolutamente nada.

Al cabo de unos segundos de confusión por como se sentía por lo sucedido con Angelo, le vino a la mente las condiciones que le tenía que proponer al rey a cambio del casamiento con esa francesa. Ahora estaba de fiesta y sabía que su padre no le gustaba que lo interrumpiesen en medio de una celebración, aviso a una de las sirvientas y le dio la orden de que avisara a su padre de que él quería verle y que se encontraría en sus aposentos.

Angelo entró en su habitación destrozado sentimentalmente, cabreado por todo lo que rodeaba la historia de su hermano y confuso por la revelación de Romeo, aunque le hubiera dicho a éste que no le creía, sabía en el fondo de su corazón que Romeo no es mentiroso con las personas que quiere, siendo también consciente de que aún le hace sentir algo al príncipe.

- ¡¡Maldito sea este reino!! - cerró la puerta con brutalidad y quitándose la espada de mala gana, lanzándola encima de la cama - <<fue tu hermano, fue él el que me hizo prometer que no te dijera nada sobre el motivo por el que fue sentenciado por mi...¡él me lo hizo prometer Angelo!>> - esas palabras resonaban en su cabeza, mientras se sentaba en el suelo al lado de su lecho – (no lo entiendo hermano, ¿qué le hiciste prometer a Romeo a cerca de tu muerte que no quieras que sepa yo?,...esas últimas palabras que me dijiste el día anterior a la ejecución, siempre me han hecho ver que tu muerte es más de lo que parece, ¿pero el qué hermano?, ¿por qué no puedo saber lo que paso ese día?.

<< Hermano, ¿por qué te hacen esto?, ¿por qué Romeo te ha declarado culpable?, hermano no quiero que mueras – le decía confuso e incrédulo al darse cuenta de que faltaban unas horas para que su querido hermano mayor despareciera de su vida para siempre, mientras se aferraba a su cuerpo encadenado a la pared del calabozo, como si de esa forma la muerte no pudiera arrebatárselo de sus manos.

- No llores, Angelo mírame – le dijo con palabras delicadas y cariñosas para consolar a su hermano menor que no cesaba de llorar – quiero preguntarte una cosa Angelo, ¿odias ahora a Romeo? - éste vio como su hermanito lo miraba con sorpresa al no esperarse esa pregunta, Angelo aparto la mirada unos momentos pensativos dándose cuenta Basilio de que lo que había dicho Romeo sobre su amor con Angelo era cierto.

- Yo...le odio, no entiendo por que a hecho esto, él era tan bueno, tan simpático, era mi mejor amigo – le decía entre llantos sin consuelo – lo odio hermano, debes de escapar ahora – le dijo, al ver como Angelo estiraba las cadenas de la pared, intentando arrancarlas, haciendo un esfuerzo inútil.

- No odies a Romeo – le dijo – él es un gran chico – añadió, viendo que su hermanito no escuchaba - Angelo, dejálo estar – sintiendo como se rompía su corazón al ver el dolor que causaba su muerte a su hermanito.

- ¡No quiero!, ¡no quiero! - decía cada vez más nervioso y el pulso acelerado - ¡maldita sea, por qué no se rompen! - gritaba sin ser consciente de las consecuencias de lo que intentaba hacer.

- ¡Angelo déjalo! - le ordenaba con un tono algo más serio por miedo a que el carcelero entrará por sus gritos infantiles, diciendo que lo iba a liberar.

- ¡No hermano, te voy a soltar, tu no has echo nada malo! - le gritaba mientras con la fuerza con la que estiraba se hacia sangre en las manos – ¡¡tú no mataste al general Alessio, se que no lo hiciste!!.

- Angelo – volvió a pronunciar, dándose cuenta de que el carcelero intentaba abrir la puerta para ver que ocurría - ¡¡Angelo, maldita sea, yo lo mate...¿entiendes? yo lo mate, mate al general Alessio por que quise!!, ¡¡ soy culpable hermanito!!- le gritaba sin vacilación, sorprendiendo a Angelo, pues esa era la primera vez que le hablaba con odio - ¡¡deja de incordiar hermano!!, ¡¡carcelero, llévate a este mocoso, sólo me esta molestando!! - aquellas palabras dejaron abatido al niño, dejándose llevar por el carcelero pues no entendía la reacción de su hermano mayor, Basilio - ¡¡ y no vengas a mi ejecución, no quiero que me arruines los últimos segundos de vida viendo tu cara!!.

- Herma...hermano – no le salían las palabras y el dolor que lo apuñalaba cada vez más fuerte era insoportable, pues su corazón de trece años aún no había experimentado tal dolor en la vida.

- (Lo siento, Angelo me duele haberte hablado así pero debo protegerte y a Romeo también, aunque eso sea dar mi vida) – pensaba en silencio mientras observaba como la puerta de su calabozo se cerraba, escuchando cada vez menos los llanto de su hermano – (te quiero hermanito, y me entristece ver tus lágrimas y más si son provocadas por mi culpa, me gustaría volver a decir lo mucho que te quiero pero sólo empeoraría las cosas) – las lágrimas empezaron a florecer en silencio por su rostro – (te dejo en buenas manos Angelo, tienes a Romeo, espero no le culpes por esto...Romeo cuida a mi hermano por mi tal y como me prometiste). >>
Por ti seré más fuerte que el destino,
por ti seré tu héroe ante el dolor
yo sin ti estaba tan perdido
por ti seré mejor de lo que soy.


- Hermano te eche tanto de menos, nunca te voy a olvidar, pero necesito sabe que es lo que paso ese día, sea como sea – mientras se volvía a meter en sus recuerdos felices con su hermano que hacían que no perdiera la compostura en un día de esos.

Entre tanto, Romeo esperaba impaciente a su padre y dolorido por lo sucedido con Angelo, aunque se acordó de un consejo que Basilio Di Salvo le dijo una vez y que en situaciones dolorosas siempre lo tenía presente, <<Cuando estés triste, recuerda aquellos seres que te hicieron feliz en su vida, pues ellos te darán el amor que en ese momento te falta>>, y así lo hacía muy a menudo, de esta forma lo que estaba pasando en esos momentos, era consolado por ese buenos recuerdos de muchas personas que le dieron su cariño en alguna ocasión.

La puerta al fin repicó, dejando entrar a continuación a su padre más feliz de lo habitual, estando muy claro de el por qué, ambos se miraron con seriedad pues había peligro de que no estuvieran de acuerdo en lo que le tenía que proponer su hijo.

- Dime, ¿qué condiciones son esas de las que hablas? - le preguntó sin dejar de romper el contacto visual con aquellos ojos tan marrones como la tierra que estaban llenos de confianza y seriedad - ¿me imagino que será por ese Julietto, cierto? - acercándose más a su hijo para intimidarlo en su siguiente pregunta y descubrir si decía la verdad mediante el nerviosismo que pudiera mostrar – sabes hijo, hay una cosa que nunca te he contado y esta penado por la guillotina en mi territorio, aunque han sido muy pocos los casos, no hay cosa que más asco me de, que ver a dos hombres juntos – le explicó estando a unos centímetros del cuerpo de Romeo – aunque no sólo lo digo yo, el buen dios también lo pena con tormentos en el infierno, pues no hay más cosa aberrante que dos hombres teniendo actos carnales – los ojos verdosos del rey, investigaban cada minúsculo movimiento del rostro o acto que mostrará que su hijo sentía algo más que amistad con ese aldeano.

- ¿Y a qué viene eso padre? - le dijo con seriedad, sin romper la compostura y combatiendo aquella mirada que intentaba entrar en lo más profundo de su corazón.

- Bueno, has estado tan encaprichado y decidido en defender a ese campesino que no he podido evitar pensar si es que sentías algo por ese Julietto – le dijo, con voz tranquila pero que ponía la punta de gallina a Romeo, intentando por todos sus medios no mostrar nervios ni nada parecido, pues si su padre descubría la verdad Julietto estaría acabado, incluso posiblemente él también.

- Como ya te dije... – le dijo firme y mirando de reojo a su padre, pues ahora se encontraba a sus espaldas echando un vistazo todo lo que había en la mesa de su hijo – no soy como tú, enviando a las personas al calabozo sin motivo alguno, él era inocente sólo me defendió de los soldados que tú enviaste para darme una paliza – aquellas palabras no incomodaron lo más mínimo a su padre, como si aquello que le replicaba hubiera sido acto de algo bien justificado para él – si lo defendí tanto es porqué me demostró buena voluntad, amabilidad y confianza, algo que escasea en este castillo, simplemente lo respeto, que no haya querido casarme con la francesa hasta ahora, no ha sido por amor a Julietto, nunca caería tan bajo padre – le dijo firmemente, aunque deseaba que su alma se fuera al mismísimo infierno por decir tales mentiras acerca de sus sentimientos del chico que amaba – sino porque como mi madre me enseño quería casarme por amor, alguien al que amara de verdad, alguien al que pudiera mirar y decir “amo esa persona, y la elegí yo para compartir mi vida”, pero como tú dijiste en la vida debemos sacrificar cosas y si así se salva Julietto y el pueblo, ya que de aquí no lo hace nadie, lo haré yo con gusto.

- Esta bien hijo, perdóname por la pregunta – se disculpo, volviendo al frente de su hijo aunque sin estar convencido del cien por cien de si era amistad lo que había entre Romeo y Julietto, pero había tiempo para descubrir si mentía, si lo hacía lo sabría tarde o temprano, no era una cosa que tuviera mucha importancia en este momento - ¿cuáles eran las condiciones hijo?

- En primer lugar quiero que me des tu palabra de que si me caso con la francesa, Julietto no sufrirá ningún daño y con eso me refiero a un desafortunado accidente, un asalto por el bosque y cualquier cosa que ponga en peligro la vida de él... - al ver que su padre habría la boca, siguió rápidamente para interrumpirle antes de que dijera nada – tu palabra, quiero tu palabra de honor como hombre, rey y padre.

- Esta bien, tienes mi palabra – le dijo, sin tener claro aún si merecía la pena cumplir su promesa, aunque como deseaba esa unión de su hijo con el reino francés era mejor tenerle contento por ahora, sin hablar de que su padre podía ver en su hijo por primera vez una gran confianza en si mismo, como si hubiera aprendido por fin lo poderosa que era su posición comparado con el resto de la sociedad, y tampoco se olvidaba de la promesa que había echo ese mismo día con Angelo sobre dejarle matar al campesino.

- Y padre... – le sacó de sus pensamientos la voz de su hijo – si no cumple su palabra juro que esa boda nunca se va a celebrar, téngalo por seguro – le dijo firme y con la misma mirada desafiante que había aprendido de su propio padre.

- Tranquilízate hijo, no recibirá ningún daño – por primera vez se sentía arrinconado con un problema – había dicho a Angelo que lo dejaría matar en cuanto Romeo estuviera casado con la princesa, pero ahora con esa amenaza que parecía ir en serio, no podía permitirse el lujo de perder la oportunidad en que su hijo había entrado en razón, si lo que quería su predecesor para casarse era la vida de eso chico a salvo, se lo concedería, ya habría tiempo más tarde para deshacerse de él, en caso de que fuera una molestia – ¿hay algo más que desees decirme? - le preguntó, teniendo el presentimiento que aquella no era la única condición que le impondría su hijo.

- Así es padre, Julietto vivirá en el castillo

- ¿Qué? - le dijo incrédulo.

- Como su casa ha sido destruida no tiene dónde ir por el momento, a cambio de la comida y el techo, él es muy ágil con la espada y podría entrenar a nuestras tropas – le propuso.

- Pero ese puesto esta ocupado por Angelo – le dijo, viendo que la conversación aún no parecía del todo perdida y poniendo mucha atención en las palabras de su hijo – además si vive aquí por mucho que te haya prometido su seguridad, no puedes hacerme responsable de lo que le puedan hacer todos los nobles, ya has podido ver en la cena que no esta muy buen visto.

- Lo sé, por eso quiero que lo nombres caballero de tu corona y lo conviertas en un noble más de los tuyos, junto con todas las leyes ventajosas y perjudiciales, así como dice nuestra ley si alguien hace daño a un noble lo pagará con su vida, de este modo no creo que nadie quiera matarlo si también esta su vida en juego – le dijo serio, haciendo ver a su padre que lo tenía todo muy claro y haciendo también un gran papel en fingir que estaba decidido en celebrar esa boda.

- Parece que lo tienes todo muy claro, - le dijo con firmeza y comprensión, pues aunque aún no sabía como iba aprovechar la situación para deshacerse de él, estaba seguro que con algo sacaría beneficio de ese aldeano – si así lo quieres hijo, así se hará pero, ¿qué propones hacer con Angelo?.

- Había pensado que ya que la silla de su padre esta vacía, podríamos recompensarle por esa perdida dándole el puesto de su padre – le dijo, algo dolido pues aunque todo marchaba según lo planeado, el asunto con Angelo no parecía del todo seguro, ya que no tenía la mínima idea de como iba a reaccionar, - y como se que Angelo esta resentido con Julietto, yo y exclusivamente él reconstruiremos la casa que le habéis quemado para que vuelva a vivir lejos del castillo, aunque manteniendo su puesto en las tropas y el título de noble convirtiéndolo en dueño de sus tierras.

- Se lo propondré a Angelo, aunque no se si estará dispuesto a hacerlo – como la charla con su hijo ya se hacía algo pesada y no deseaba que se prolongara más se fue a abrir la puerta para salir con sus últimas palabras – y acepto todas las condiciones que propones hijo, llévale al guardia la orden de liberación y elige la habitación que quieras que tenga, yo me marcho ya a mis aposentos pues mañana debo empezar a preparar las cosas para dar la bienvenida a tu prometida dentro de unos meses, ya que todo lleva un gran papeleo que rellenar y cosas muy políticas y aburridas, que descanses hijo – le dijo, echándole un último vistazo antes de cerrar la puerta.




Continuara...

9 de febrero de 2014

Romeo x Julietto (il-Divo, Por ti seré)


Capítulo 8: Secretos Ocultos



Aunque no lo había planeado se dirigía de nuevo a la celda de su amado, aunque aquello era un alivio a la vez que un gran mal presentimiento, podría volver a ver como se encontraba pero a la vez las palabras de su padre seguían en su cabeza. Sabía que por mucho que de verdad Julietto hubiera querido proponer algo, no hubiera llamado antes a su padre o ¿tal vez si?, no estaba seguro de ello pues por mucho que sus sentimientos parecían haber cobrado vida desde hace mucho, lo conocía apenas de un día. ¿I si se había hecho una idea equivocada de Julietto?, no...no quería pensar eso, confiaba en él y en su buen juicio, fuera lo que fuera que le propusiese, su padre estaba involucrado en ello, de eso sí podía estar seguro.

Al entrar en la celda hubo algo que le sorprendió desde en el momento en que había entrado, Julietto se encontraba de pie sin cadenas que lo mantuvieran atado de pies o manos en la pared, sin duda aquello era una mejora de la situación en la que había estado antes, aunque no la hacía menos preocupante, confirmando tales sospechas al mirar a los ojos a Romeo, pues se le veía preocupado, triste y nervioso.

- ¿Ocurre algo Julietto? - le preguntó, temiendo a lo que pudiera decir - ¿te a hecho algo mi padre?; ¿qué te a dicho? - acercándose a él para abrazarlo, retrocediendo éste de aquel gesto.

- Romeo, ya sabes lo que siento por ti – le dijo cauteloso a que el guardia pudiera escuchar algo por la puerta – pero tu padre...

- ¡¿Mi padre?! - le interrumpió, apretando los puños con furia – ese desgraciado, ¿qué te a hecho?, él me a dicho que eras tu el que quería verme y proponerme algo para tu liberación.

- ¡Escúchame Romeo!, no le digas nada, los niños podrían correr una grave peligro – le dijo serio y preocupado, agarrándolo de los hombros.

- ¿Los niños? - le preguntó, sorprendido - no entiendo, ¿qué pasa con ellos?

- Tu padre me ha dicho que te diga como amigo, - viendo el rostro confundido de Romeo - él sospechaba de podía haber algo entre nosotros y por suerte le he convencido de que no es así, - le explicó para que cogiera el hilo de la historia, volviendo de nuevo al problema - pero me a dicho que te diga que te cases con aquella chica de Francia o de lo contrario matará a los muchachos que viste ayer noche conmigo.

- Como puede caer tan bajo, - haciendo un pensamiento en voz alta de su propio padre – no pienso casarme por que a él le convenga, estoy harto de obedecerlo, no pienso hacerlo – le afirmó a Julietto, agarrándolo de las manos.

- Pero los chicos...

- ¡No! - le interrumpió – esta vez no morirá nadie, ni tampoco haré lo que él me pida – viendo la cara de sorpresa del rubio.

- Entonces si no te casas, los chicos...

- Escúchame, - le dijo, bajando la voz – no pienso casarme con la princesa, te quiero a ti – le dijo, acariciando su rostro con ambas manos – pero, eso no significa que no pueda decirle que lo haré y actuar como él quiere que lo haga – viendo que por primera vez, el sorprendido era Julietto.

- ¿Qué piensas hacer? - le preguntó asombrado al ver tanta seguridad dentro de su amado.

- ¿Puedo contar contigo, no? - le preguntó, sonriendo al ver el movimiento afirmativo de su cabeza – verás, Marie la muchacha que viste hace unas horas y yo teníamos un plan para que pudieras salir y así estar juntos mientras reconstruíamos tu casa, pero ella escuchó como mi padre ordenaba a Angelo que te matase en cuanto no le fueras útil, es obvio que tenía pensado utilizarte para que yo me casara y luego eliminarte, lo que tuvimos que idear otro plan...

- Espera, espera que me estoy perdiendo – le interrumpió - ¿quién es ese Angelo del que hablas?

- Es el hijo del que yo he matado esta mañana con mi daga para salvarte, sabe que ambos nos gustamos y...

- ¿Cómo sabe tal cosa? - le preguntó, sin dejar que acabará de explicarse.

- No tengo tiempo para explicarte tantas cosas, de un momento a otro me vendrán a buscar para la cena – le dijo algo exaltado, dándole a entender al otro de que había algo que Romeo ocultaba de ese chico, al ver la expresión que había puesto en su rostro al preguntar más sobre ese tipo – lo único que importa es que lo sabe, sabe que nos gustamos, por suerte cuando se lo ha contado a mi padre, él no se lo ha tragado – haciendo entender a Julietto el motivo de la visita del rey – lo que quiero decir es que su padre era el capitán y él es el oficial encargado del adiestramiento, lo que quiero hacer es aceptar la propuesta de mi padre, para así mantenerte protegido.

- ¿Y como harás tal cosa? - le preguntó, sin ver muy bien cual eran sus intenciones.

- Bueno, hemos pensado que se te da muy bien el manejo de la espada, podrías ser el nuevo oficial del ejército si convenzo a mi padre de que ascienda a Angelo a Capitán, como yo me casaré supuestamente con la princesa , mi padre no sospechara...y bueno de algún modo o otro el rencor que siente Angelo por mi se sosegará un poco.

- Pero, no es así - viendo la locura que estaba a punto de hacer - ¿pretendes engañar a tu padre?, ¿qué harás cuando llegué el día en que tengas que casarte?.

- Ahí esta lo único que me falta por saber – le dijo, acercándose a él – se que has sacrificado mucho por este príncipe idiota, la casa, la vida tranquila que llevabas antes de salvarme...y como no quiero casarme tu estarías en peligro de nuevo...por eso la única solución que le veo, es escapar en cuando esta mentira no pueda ir más lejos – le dijo, con expresión triste – sé que es egoísta lo que te pido, lo siento pero no se que hacer – empezando a invadirle la tristeza, sorprendiendo a su chico en un abrazo desesperado.

- Esta bien, tranquilízate – acariciándole la espalda con sus manos – me iría hasta el fin del mundo por ti, pero debemos pensar en algo para que los chicos estén a salvo, no quiero que les pase nada a ellos ni sus familias, siempre me han tenido mucho cariño todos y sería injusto arriesgar sus vidas en nuestros problemas.

- Lo sé – le dijo, poniéndose una mano en la frente – yo tampoco quiero que le pase nada a ninguno de ellos, - recordando a aquella dulce niña llamada Gisel - ¿por qué no pude haber nacido como tú?, sin tener que estar atado a todo este infierno, no soy capaz de cumplir mi papel como príncipe, yo no sirvo para tal cosa – empezando a llorar de rabia, al ver que todo eran impedimentos a cualquier cosa que el deseaba, sentándose al suelo – no se que hacer Julietto, sólo quiero vivir a tu lado, sólo eso – escondiendo su rostro entre sus rodillas.

- Y lo harás – le susurro a la oreja, tu haz lo que debas hacer para sacarme de aquí, que yo haré lo posible para estar todo el tiempo que pueda a tu lado – dándole un rápido beso en la mejilla – ahora levántate que ya deben venir a buscarte – le dijo, al oír los pasos y el ruido de las armaduras de los caballeros.

- Te quiero – le dijo, rápidamente antes de irse.

- Lo sé – le contestó con una alegre sonrisa.

Dos guardias que habían sido enviados por su padre lo condujeron hasta la gran sala, donde los caballeros de más nobleza se sentaban junto al rey a lo largo de una gran mesa, llena de distintos manjares y bebidas, todo eran sonrisas y gritos de celebración por la embriaguez de los nobles.


Excepto como siempre el rey y los cargos de más importancia que estaban a su alrededor que hablaban siempre de lo mismo, sin poder dejar de pensar en sus conquistas y que impuestos subir para llenar las arcas del reino. Angelo en cambio era el único que se encontraba en silencio en la mesa y con cara seria, pasando de todos y cada uno de los individuos...pues no veía mayor deshonra en un hombre que el ir bebido como una cuba, haciendo idioteces sin tener uso de razón.

Por mucho que hubiera querido participar en la fiesta sin preocupación ninguna, le resultaba imposible pues cada noche podía observar que la silla donde una vez se sentó su hermano mayor ahora la ocupaba otro hombre que no le llegaba ni a la suela de los zapatos, pues no había día en que ese tipo no estuviera bebido. Encima esa noche por primera vez, la segunda silla de la izquierda del rey estaba vacía, cuando apenas la noche anterior la ocupaba su padre, que ahora residía entre las cenizas de las casa de ese campesino mal nacido.

El ruido del ambiente se quebró al abrirse las puertas del comedor, donde apareció Romeo siendo observado por todos en un silencio inquietante, algunas miradas eran desafiantes pues a estas alturas era ya muy conocida su testarudez con lo de su unión con la princesa, pues aquello les afectaba a todos, sin ejército no había más tierras que conquistar, sin más tierras no había más riquezas, aunque todos deseaban decirle algunas cosas, el temor al castigo que les pudiera caer era mayor que la valentía de hablar, pues nadie había olvidado aún que fue Romeo en sus trece años quien había mandado a la guillotina a uno de los mejores soldados del reino, Basilio Di Salvo, pues su culpabilidad de alta traición siempre fue algo sospechosa por la conducta que tenía Romeo al momento de sentenciarlo.

- Vaya hijo, ya estas aquí – dijo su padre con alegría, imponiendo su voz en la sala – ya pensaba que no te presentarías, espero que todo haya salido bien – le dijo, arqueando una ceja y alzando su copa con una sonrisa.

- Gracias padre por vuestra bienvenida – le dijo, fingiendo aquella amabilidad desde hace tantos años – espero aún quede algo de comida, si es que tus voraces nobles han dejado algo – dijo serio, enfrentando aquellas miradas de seriedad de los pocos que aún no estaban ebrios, haciendo reír a su padre a grandes carcajadas.

- Bueno, hay que reconocer que todos aquí tenemos un gran apetito – invitándole a sentarse a su lado como de costumbre.

- Sobretodo nuestro nuevo invitado que está en el calabozo, - dije de repente Angelo, atrayendo la atención de todos los de la sala – seguro que ese campesino debe tener más hambre que un perro, ¿no creéis chicos? - preguntó con ironía al resto de nobles que se echaron a reír.

- Dinos, príncipe Romeo – le preguntó un noble con las mejillas sonrojadas por el vino, moviendo constantemente un muslo de pollo que tenía en una de las manos - ¿qué tal le ha parecido a ese campesino la bienvenida al castillo? - mirando seguidamente a Angelo con una sonrisa que le era devuelta por éste.

- La verdad, habéis demostrado que seguís siendo unos bárbaros – le contestó, mientras cogía un brote de uvas con el que jugueteaba entre sus dedos – aunque no es de esperar, viniendo de vos Fabiano, ni tampoco esperaba menos de Angelo – cruzando sus miradas serias, viendo en los ojos del otro nada más que pura furia.

- Nos llamáis bárbaros a nosotros – dijo Fabiano, alzándose de su silla y alzando la voz – vos señorito, hoy habéis matado a uno de nosotros, un noble muy respetado en este reino, ¡¿cómo se atreve a llamarnos bárbaros, cuando usted ha matado a uno de nuestros hermanos de esta sala, sólo por defender a ese campesino?!

- A mi hermano mayor lo condenaste como traidor, si se me permite hacerle memoria – mirando al rey por si había alguna señal de que no debía continuar hablando, - al ser traidor, tuvisteis una bonita excusa para ejecutarlo...¿cuál será la de ahora, al haber matado a la única persona que me quedaba en mi vida? - le preguntó, golpeando la mesa y haciendo caer el vino de su copa entre los platos de la comida, pues Angelo no tenía ningún miedo de Romeo, imaginando la culpabilidad que debía sentir éste por haberle tratado tan mal, después de todo lo que él le dio.

- ¡Vuestro hermano era un traidor!, - sentenció, provocando que aquellas palabras le pesarán más de lo que nadie en aquella sala se podía imaginar, excepto Angelo pero no de la manera que éste pensaba – y su padre para mi era el peor de los nobles, no tenía piedad con nadie y sus torturas eran crueles e inhumanas, abusó de su poder como noble de este reino y me enfrentaré a cualquiera que cuestione mi palabra – mirando con autoridad al noble Fabiano quien decidió dejar de pelear con el príncipe, volviendo a sentarse.

Aquella disputa en la que nadie se atrevía a entrar divertía muchísimo al rey, pues era la primera vez que veía a su hijo tan decidido jactándose de su autoridad con los nobles como superior que era. La amistad con aquel campesino sin duda a la vista de los ojos de su padre había servido para algo.

- ¡Mi padre, sólo servía al rey!, ese campesino le hablaba a nuestro rey como un igual – le dijo enfurecido, mirando al resto de nobles - ¡¿es qué vamos a permitir tal deshonra hacia nuestro rey?! - haciendo ganarse la confianza de los nobles que empezaban a alzarse, a la vez que aquello llenaba de curiosidad al rey, observando de que manera impondría su hijo el orden entre los nobles que empezaban a ponerse nerviosos e imprevisibles a causa del alcohol.

- ¡Silencio! - ordenó el príncipe, con un tono de voz que impresionó a los nobles, pues no esperaban tal actitud de Romeo – se que he cometido errores al igual que todo el mundo, pero a partir de hoy no permitiré que nadie abuse de su poder como noble en el pueblo, aquella gente a la que os referís continuamente como muertos de hambre, son los que os dan de comer cada día de vuestras vidas y si lo habéis olvidado, los padres, hermanos y abuelos de esas familias son los que forman el ejército, sin ellos no tendríais a quien ordenar nada, ni conquistar a nadie, por lo tanto como vuestro futuro rey os exijo respeto por ellos o acabaréis en una mazmorra, ¿ha quedado claro? – les preguntó a todos, con una mirada desafiante y seria.

- ¿Nuestro futuro rey? - le preguntó, sabiendo Romeo que Angelo no sería tan fácil de impresionar ni tampoco de hacerlo callar, pues era de los pocos que sabía que su punto débil era el amor por los hombres, habiendo sido éste el primer hombre con el que fue al lecho a su niñez y convirtiéndolo en el único que sabía el secreto capaz de destruir su vida, como príncipe y como hijo del rey – un rey necesita una esposa, y como todos sabemos, usted se ha negado a casarse con la princesa de Francia, ¿no es así? - le preguntó, echándole una discreta mirada y haciendo entender a Romeo que estaba al tanto de su nuevo amorío con ese Julietto, - ¿por qué se ha negado a hacer tal cosa?; todos sabemos que es un buen partido para usted y el futuro del reino, también veo justo de explicarnos el por qué de su decisión, pues nos afecta a todos – le dijo, creyendo que estaba presionando y arrinconando a Romeo con sus palabras, intentando que revelara y afirmara las suposiciones que tenía sobre la relación que compartían ese pueblerino y su antiguo amigo de la niñez - ¿no estáis de acuerdo chicos? - preguntó a los nobles, quienes al unísono afirmaron que querían una explicación, pues para futura sorpresa de Angelo, Romeo les tenía una preparada.

- Es cierto Angelo, he negado durante este tiempo el casarme con la princesa porque valoro mucho mis sentimientos – resoplando delante de todos, viendo como su padre lo miraba con atención en la silla, a la vez que dentro de Angelo ya cantaba victoria pues creía haber puesto entre las cuerdas a Romeo – pero,... - añadió, captando la atención de todos, esta vez incluyendo a su padre y ex compañero – como he dicho antes, he cometido errores como otro cualquiera y soy el príncipe de este reino, lo que tengo una responsabilidad con vosotros como mis nobles y con el pueblo – observando como aquellas palabras llegaban con mucha atención a los caballeros y empezaban a sacar una pequeña sonrisa a su padre, a la vez que impresionaban a Angelo – por eso, he decidido aceptar la proposición de mi buen padre – girándose hacia el nombrado, que le sonrió complacido – el pueblo se merece toda la protección posible y esta en vuestras manos que así sea...me casaré con la princesa – provocando que la sala se llenará de gritos de celebración y alabando al príncipe, habiéndoles asegurado más riquezas con esa unión, a la vez que Angelo lo llenaba una gran furia al observar que nada había conseguido para perjudicar a Romeo, sino todo lo contrario ya que ahora lo idolatraban aquel par de ebrios estúpidos – aunque tenemos que hablar sobre esto padre, pues quiero poner mis condiciones – le dijo con un tono más privado, después de volver a su sitio.

- Muy bien dicho hijo mío – le felicitó, poniéndose de pie con una sonrisa pues creía haber conseguido lo que tanto había deseado – y quiero hacer un brindis en tu honor – añadió, alzando su copa y siguiéndole a él todos los nobles, entretanto Romeo contempló como Angelo Di Salvo abandonaba la sala echo una furia, lo que pidió seguidamente su ausencia pues deseaba hablar con éste, dejando al resto con la celebración.



Continuara...

23 de septiembre de 2013

Romeo x Julietto (il-Divo, Por ti seré)





Capítulo 7: Angelo Di Salvo

- Deseo que se haga justicia con mi padre, déjeme matar a ese campesino mi señor – le dijo, un chico de unos cuantos años más que Romeo, con el pelo corto y oscuro al igual que su perilla, con ojos marrones que ardían en venganza.

- Pero no a sido el campesino quien lo ha matado, sino mi hijo – le dijo, con tono relajado e intentando ser objetivo con el chico – no sería justo para ese pobre hombre, además ya le habéis propinado una paliza en los calabozos, cuando yo ordené que no se le hiciera daño alguno...y aún así después de desobedecerme seguís con vida, ¿no os parece suficiente la recompensa obtenida por la muerte de vuestro padre?.

- Pero, mi señor...vuestro hijo ha matado a mi padre – viendo como el rey seguía tan tranquilo en el trono como siempre a pesar de que alguien le estuviera exigiendo con rabia la muerte de otra persona – ya que no puedo matar al príncipe, quiero ver correr la sangre de ese campesino al que le tiene tanto estima su hijo...por lo que se puede ver – le dijo con sarcasmo para hacerle ver las segundas de sus palabras, haciendo reaccionar al rey levantándose de el trono y caminando hacia el hijo del capitán.

- Cuidado en lo que dice, usted puede ser el oficial de entrenamiento del ejército, pero te hago recordar que no eres indispensable – agarrando al chico por la barbilla y apretando sus labios – su padre era un buen capitán, pero no vuelva a sugerir con sus palabras que mi hijo, vuestro príncipe tiene deseos carnales con un hombre, o le mandaré a la guillotina...¿queda claro? - soltando el rostro del chico, quedando éste inmóvil ante el rey.

- Sí, mi señor – tragándose su orgullo e ira hacia el hijo del rey y el campesino.

- Angelo, yo también ardo en deseos de matar al muchacho, pero lo necesito ahora con vida – poniéndose detrás de la espalda del muchacho – cuando ya no sea útil... - habiendo hecho la vuelta completa al chico y parándose de nuevo delante suyo – vos mismo acabaréis con la vida de ese hombre.

- Como desee, señor – intentando ocultar la sonrisa de satisfacción ante aquel nuevo acuerdo inesperado con el rey.

- Ahora vete, Angelo Di Salvo, hijo del capitán Gerardo Di Salvo, recuerda que su padre siempre fue muy leal a mi corona y murió con todos los honores, – volviendo a sentarse en el trono, mientras Angelo le hacía una reverencia para seguidamente darle la espalda – no se vuelva como su hermano mayor...un simple traidor – parando en seco su camino hacia la puerta principal de la sala, recordando aquel fatídico día, culpando de ello y dirigiendo su odio hacia la misma persona que ahora había matado a su padre...Romeo.

Marie había quedado impactada por lo descubierto, sin duda su plan no iba a funcionar así que tenía que avisar a Romeo antes de que hablara con su padre o Julietto moriría antes de que pudieran hacer nada. Al percatarse de que Angelo estaba ya casi a punto de acercarse a la puerta, se fue al gran comedor a dejar lo que llevaba en las manos y pidiendo a una de sus amigas que acabara de poner la mesa para el banquete, ya que Romeo exigía su presencia en los aposentos.

Cuando llegó en la habitación del príncipe pudo ver que no la esperaba, ya que al entrar éste dio un brinco de la cama y callando de golpe.

- ¡¡Marie!! - dijo sorprendido, calmándose de aquel susto al haber temido que alguien le hubiera descubierto al hablar en alto, practicando el discurso con su padre y su propuesta - ¿ocurre algo? - le preguntó al verla nerviosa.

- No tengo mucho tiempo, debería estar en el salón preparando el banquete, pero lo que le tengo que decir va a cambiar nuestros planes – parando en seco al ver la cara de sorpresa del chico.

- ¡¡¿Cómo dices?; ¿Por qué?!! - le preguntó exaltado sin entender a qué venían esos repentinos cambios.

- No puede decirle a su padre que se va a casar con la princesa, si deja vivir a Julietto al castillo hasta que ustedes dos reparen su casa, su padre ha ordenado a Angelo...

- ¡¿Angelo?! - le interrumpió, con el rostro de confusión de si había entendido bien.

- Así es, el hijo del capitán Gerardo que usted ha matado, él sabe que ha sido usted y exige la muerte del campesino ya que sabe que su padre no le va a hacer nada, pero también por lo que he oído, sospecha de que a usted le gusta Julietto y sabe que si muere, eso le provocará más dolor que cualquier otra cosa – mirando a su príncipe con ojos de compasión, al entender lo importante que era para Romeo todo esto y todo lo que había en juego – si le dice esto, al acabar la casa de Julietto, estoy segura de que intentaran atentar contra su vida y usted tendrá que casarse sin remedio, sin ninguna oportunidad de escapar junto a él.

- ¿Cómo puede sospechar algo así?, él no estaba allí - le explicó, poniéndose más nervioso al ver que el sueño de ser libre con Julietto se desvanecía así como iban pasando los minutos.

- Pero los otros soldados sí, seguro que lo sabe ya mucha gente del castillo pero nadie dice nada por el miedo a su padre, pero Angelo si se lo a dicho...por suerte no se lo ha creído y lo ha amenazado de si vuelve a decir algo así, le va a matar...por lo tanto no debemos preocuparnos de que su padre se enteré por el momento, ahora la prioridad es que mantengamos a salvo a Julietto – le dijo, tranquila y haciéndole entender cómo estaban las cosas, haciendo recordar al príncipe que su comportamiento tan abierto hacia ese campesino por la mañana había sido un grave error, pero sabía que no había tenido otro remedio o le habrían cortado la lengua a Julietto.

- ¿Entonces qué hacemos? - le dijo confuso y alterado por la situación, ahora de nada le servía el discurso que había practicado, aunque tampoco le hubiera dado mucha esperanza a que funcionara.

- Obligar a su padre hi ha Angelo a hacer necesario a Julietto todo el tiempo posible – le dijo, pensativa y mirando directamente a Romeo con seriedad, hasta que pasados unos minutos una sonrisa despertó la curiosidad del chico.

- ¿Tienes una idea? - le preguntó ilusionado, agradeciendo una vez más a que Marie estuviera de su lado, por lo contrario Julietto ya estaría condenado.

Lo que le propuso no era un cambio tan grande al plan original, pero sin duda si funcionaba lo que tenía pensado en decirle, la vida de Julietto estaría a salvo sin riego de que Angelo intentara atentar contra él. La cara de Romeo cambió de nuevo a pura felicidad y recuperando aquellas esperanzas que ya daba por perdidas.

- Sin embargo, - añadió con cautela la sirvienta – el problema está en Angelo si será tan leal al rey cómo esperamos.

- Tranquila, mi padre lo teme todo el mundo – le dijo, sin tener en cuenta las últimas palabras de la mujer.

- No lo subestime, recuerde de quien es hijo, él es muy listo y seguro que hará lo posible de encontrar una oportunidad de acabar con Julietto, además... – le dijo, con tono serio - …usted y él estaban muy unidos, teníais un fuerte lazo que os unía, siempre competíais por quien era el mejor, pero aunque fuerais amigos aquello acabó hace mucho y ahora tiene otro motivo para hacerle daño.
Sin duda aquellas palabras no había podido ignorarlas, sino todo lo contrario, ahora entendía que no sólo tenía que preocuparse de su padre, sino también de Angelo, con él que vivió muchas cosas de pequeño, cosas que se ha negado él mismo durante años, cosas que no ha contado jamás a nadie, incluida su madre, quién lo había sabido casi todo de él, excepto el primer amor, su primer beso en secreto a sus 13 años con Angelo Di Salvo cuando éste tenía 17, aunque de eso ya habían pasado 9 años, pues su relación no duro mucho tiempo, apenas unos meses por culpa de una tragedia de la que había jurado nunca decir nada por muy duro que fuera guardar ese secreto que ocultaba.

- Abre la puerta carcelero – le ordenó el rey, el cual éste obedeció lo más rápido que su cuerpo le permitió para no recibir castigo alguno, sin duda su corazón se aceleraba cada vez que aquel señor le ordenaba algo, rezando que dios le ayude si algún día hacía algo que no le agrade a su señoría.

Al abrir la puerta sin duda tenía que reconocer que sus celdas del castillo no olían precisamente a rosas, sujetando un pañuelo en la boca y nariz para no tener que soportar el olor de aquel sitio. Bajo las escaleras decidido, mirando con superioridad al campesino que se encontraba lleno de moratones y la cabeza agachada, sorprendiendo al rey con sus palabras, haciéndole entender que sabía quien era sin haberle mirado y que seguía vivo.

- Vaya, el rey me visita en la celda – subiendo su rostro fatigado – ¿a qué debo tal honor? - le dijo con ironía.

- No he venido a discutir contigo, sólo a saber qué tipo relación tienes con mi hijo – volviéndose a poner el pañuelo en la boca cuando no tenía que hablar – contesta – le ordenó tranquilo, al ver que no había palabra del chico, prosiguió – escucha, no se que has echo para ganarte la confianza de mi hijo tan rápido pero, si encuentro un indicio de que ha habido algún contacto más allá de lo verbal contigo, te mataré.

- No me asustan tus amenazas, además no creo que sea muy difícil que alguien del pueblo se gane la confianza de Romeo habiendo vivido en este castillo, con usted y sus continuos maltratos hacia su propio hijo, sólo lo salve de que esa noche recibiera una paliza ordenada por su mismísimo padre – haciendo silencio un momento para contemplar como el rey escuchaba cada una de sus palabras muy atentamente, - la pregunta que debería hacerse es, ¿qué a echo para que su hijo se comporte así con usted?.


- El es un noble, tú un muerto de hambre – le dijo sin tapujos – su educación sin duda es muy diferente, cosa que tu no puedes entender, su destino reside en gobernar un reino y resolver todos los problemas que aquello conlleva, no se tiene que preocupar de si su cosecha ira bien o no como tú.

- ¿Y eso conlleva a recibir una paliza cada vez que no haga lo que usted le ordene, o el tener que casarse por obligación? - le preguntó, con la esperanza de que el rey entendiera que lo que hace es un salvajismo.

- Si – le contestó firmemente – no he venido a hablar de su educación así que contesta a lo que te he preguntado, ¿qué tipo de relación tienes con mi hijo?.

- Si lo que le preocupa es que hayamos podido tener algo en el lecho – le dijo con una sonrisa en el rostro, haciendo enfurecer al rey.

- ¡¡Ni se te ocurra burlarte de mi!! – propinándole un bofetón con el reverso de la mano.

- No se preocupe, somos simplemente amigos que han cogido gran confianza, - le dijo serio mirándose ambos a los ojos – como ya le he dicho, su hijo sólo necesita un buen amigo que lo escuche, ¿tiene idea de lo que a sufrido por su culpa? - aquella pregunta dejo pensativo al rey por unos momentos, convencido cada vez más de que lo que había entre ellos era simple amistad.

- Esta bien, la verdad tengo que reconocer que si mi hijo tuviera tu actitud sin duda sería mejor de lo que es ahora, en vez de el patético rey al que su propia esposa lo pisoteará si sigue siendo tan sentimental y mirando por el bien de los otros, en vez de defender lo que es suyo con dureza – mirando al chico con una sonrisa – mi hijo quiere que te suelte y puede que lo haga, pero tu me ayudarás como su amigo que eres.

- ¿A qué se refiere? - le preguntó, sintiendo como la preocupación empezaba a florecer, sabiendo que no había nada bueno que pudiera proponer ese hombre.

- Me ayudarás a convencer a mi hijo de que la boda es lo mejor que le conviene a él y a su querido pueblo – le dijo, mientras le daba la espalda alejándose de él.

- ¿Por qué debería hacer tal cosa por usted? - le preguntó, cauteloso al poder ver que esa conversación iba cogiendo un tono oscuro.

- Porque... - haciendo un silencio inquieto, dándole de nuevo la cara y acercándose al rubio – no desearías ningún mal a esos chicos pequeños que venían a visitarte en tu casa, ¿o si? - enseñándole un rostro serio y a la vez teatral, haciéndole entender que sabía lo importante que eran para él.

- Sólo son niños – le dijo incrédulo – ¿se atrevería a matar a personas tan inocentes?.

- Yo no podría hacer tal cosa, pero... - acercándose al rostro de Julietto con seriedad – son tiempos peligrosos, ya sabes a lo que me refiero, violadores, asesinos, algún accidente de caza con arco, - el silencio volvió a reinar en la celda, mientras el rey contemplaba la mirada de odio del muchacho – pueden suceder muchas cosas, de ti depende de que esos críos puedan llegar a tener tu edad algún día.

- Esta bien – le dijo abatido emocionalmente, al ver con sus propios ojos que la descripción de Romeo sobre su padre no era tan exagerada de la realidad.

- Gracias – le dijo, haciéndole un pequeño gesto con la cabeza – Julietto, soy un hombre generoso si se me complace como es debido, no tenemos porque llevarnos mal, ni tiene porque sufrir nadie – volviendo hacia las escaleras de la celda, volteando su cabeza desde el umbral de la puerta para contemplar al muchacho – por cierto se me olvidaba – le dijo, dando una palmada con sus manos – le diré a Romeo que venga a verte ahora antes de cenar, así resolvemos el problema cuanto antes, será mejor para todos así podrás salir de aquí.

Hacia ya un buen rato que Marie había abandonado los aposentos del príncipe para volver a sus tareas de siempre, desde aquel momento Romeo no pudo evitar que los recuerdos más escondidos en su interior con Angelo surgieran, al estar éste ahora como un obstáculo en su vida, sin poder creer aún de cómo las cosas entre ellos habían podido cambiar tanto y el enorme secreto que le ocultaba, el cual se hacía cada vez más pesado al cruzarse con él por el castillo día a día desde el incidente del que se sentía enormemente culpable.

El darle tantas vueltas al asunto sobre Julietto, el aviso que le había hecho Marie sobre Angelo y el doloroso pasado que le unía con él, habían ya empezado a hacer su efecto, su preocupación de cada vez era mayor, se sentía cada vez más presionado como si sus aposentos se hicieran cada vez más estrechos, el aire que inspiraba no era suficiente para calmar a sus alteradas pulsaciones, y lo que más le dolía es que extrañaba los abrazos, los besos y las palabras de cariño que una vez salieron de la boca de Angelo, sabía que en el corazón de este ahora sólo residía odio hacia él, o eso es lo que tenía por seguro pero, extrañaba a aquel chico tan educado que el mismo había convertido en lo que era, por suerte su sosiego estaba ahora en Julietto, un campesino con el que en una sola noche había conseguido llegar a su corazón y curar algunas de las heridas que en él residían.

Suspiró y se levantó de su cama, empezando a hacer pasos sin sentido por su habitación, viendo que antes de la noche anterior todo en su vida había sido tranquilo sin ningún problema con nadie, obedecía como cualquier otro sirviente del castillo y sufría en silencio, y ahora que luchaba por lo que quería si veía envuelto en problemas de los que no sabía si iba a salir arrepentido.

- (Tranquilízate, todo va a salir bien) – pensaba una y otra vez, hasta que la llamada a su puerta le hizo quedarse quieto, ¿volvía a ser Marie? - pasad – dijo, para su sorpresa fue su padre, ¿qué diablos quería ahora de él?, ¿quería amargarle el poco tiempo que le quedaba para estar tranquilo antes de la cena? - ¿qué desea padre? - le preguntó con enfado y resentimiento, a la vez que le daba la espalda viendo el paisaje por la ventana.

- Veo que aún estas enfadado conmigo, pero sólo he venido a decirte que Julietto tiene algo que proponerte, aunque primero me a llamado a mi y hemos pactado algo, sólo depende de ti que sea haga realidad o no – le dijo, con curiosidad a la reacción de su hijo, viendo como éste lo miraba de reojo.

- ¿Qué clase de pacto? - le preguntó, dando la cara a su padre desde la otra parte de la habitación - ¿habéis pactado algo o le has obligado? - le preguntó, sabiendo que no había palabra de la que pudiera fiarse proveniente de su padre.

- Hijo, - le dijo, caminando hacia él – no soy tan mala persona como crees, al fin y al cabo sólo quiero lo mejor para ti, te doy mi palabra como rey y como tu padre que lo que te tiene que proponer Julietto ha sido idea suya y sólo suya, he visto que te tiene un gran aprecio como amigo al igual que tú con él, - observando como sus palabras empezaban a llamar la atención de su hijo – estoy dispuesto que seáis amigos y podáis tener una relación como otra cualquiera de amistad a pesar de los diferentes niveles de la sociedad que os separan, aplaudo la lealtad que habéis mostrado entre los dos a pesar de haberos conocido hace tan poco, la lealtad de los súbditos es esencial para un rey, ya que no me escuchas a mi – le dijo, manteniendo una actitud comprensible que tan pocas veces podía ver en su padre – quiero que hables con Julietto y lo escuches, si lo haces – le sugirió, ejecutando un movimiento afirmativo de cabeza, a la vez que le ponía una mano izquierda en el hombro izquierdo – tú y ese chico podréis disfrutar de vuestra amistad sin ningún impedimento más.

- Esta bien, iré a hablar con él – le dijo, sin creerse una palabra gracias a Marie que ya le había informado sobre los planes de Angelo y su padre, aunque sin poder evitar esa pequeña duda sobre si era verdad que Julietto le hubiera propuesto algo a su padre.




Continuara...

13 de septiembre de 2013

Romeo x Julietto (il-Divo, Por ti seré)




Capítulo 6: Visita al calabozo

Lo que sugería su sirvienta y amiga de confianza en verdad era arriesgado pero sin duda era una buena idea, Marie se había ido a por la comida de él y Julietto mientras le daba tiempo para decidir si seguir con el plan.

Al cabo de unos minutos se escuchó el repicar de la puerta y la voz de la muchacha que entró con una bandeja con un poco de carne y pan en cada plato acompañados con dos copas y una jarra de vino. Al dejar la comida en el escritorio del fondo de la habitación, Marie le comunicó que se tenía que ir a hacer una última cosa y que luego regresaría, pero antes de salir Romeo la agarró del codo algo nervioso.

- Ah, Marie – le dijo con el corazón acelerado y soltando el brazo de la muchacha al ver la cara de sorpresa que había puesto – quiero salvar a Julietto,...quiero decir que estoy contigo y me parece muy buena idea lo que has dicho.

- Tranquilo Romeo, lo sé – le dijo con una sonrisa – por eso necesito ausentarme un momento, usted coma su parte – señalando con los ojos la comida de la bandeja – cuando regrese, venga conmigo y la comida de Julietto, pero una vez le hayamos dado de comer y se asegure de que esta bien, tiene que hacer lo que habíamos quedado por el bien de usted y él.

- Esta bien, aquí te espero – le dijo, preocupado y cerrando la puerta.

Los minutos fueron pasando en una atmósfera de nerviosismo y preocupación sobre el por qué estaba tardando tanto Marie, ¿qué era lo que tenía que hacer?, ¿qué era lo que hacía para tardar tanto?, cada minuto que pasaba cada vez era más preocupante, la hora de ver a Julietto era de cada vez más cerca y el plan que habían planeado parecía bueno, aunque aquello les llevaría por un camino lleno de obstáculos cada día y mucha precaución pero en esos momentos parecía la única solución. Los pasos en la habitación era cada vez más constantes sin parar de dar vueltas en el mismo lugar y comiendo algo de tanto en tanto sin permitirse el lujo de sentarse un momento, repasando y volviendo a repasar todos los detalles de lo que tenía que hacer cuando estuviera con su padre.

La puerta se abrió dando paso por fin a la anhelada persona que estaba esperando, cerrando la puerta con suavidad para no hacer ruido.

- ¿Qué estabas haciendo?, ¿por qué has tardado tanto? - le dijo preocupado y con voz baja.

- Ya lo verá en su momento – le dijo con un tono de misterio y hablando muy bajo – ahora debemos irnos a las mazmorras sin llamar la atención de los guardias – cogiendo la bandeja de la comida, viendo que el príncipe apenas había probado bocado, aunque lo encontró normal en la situación en la que estaba en esos momentos – Romeo, usted tendrá que vigilar que no haya nadie en los pasillos, yo llevaré la comida.

- Esta bien, pero hay otro guardia que vigila las mazmorras, ¿cómo vamos a pasar? - le dijo, empezando a ver que aquella misión era muy arriesgada.

- No te preocupes por ese guardia – le contestó la chica con tono convencido y haciendo aparecer un rostro de sorpresa en Romeo.

- ¿Por qué no debería preocuparme? - le preguntó.

- Ya lo verá, ahora vayámonos – le apresuró, indicándole de que abriera la puerta.

Llegar a las mazmorras fue algo verdaderamente difícil, ahora entendía por qué nadie había logrado escapar de aquel castillo, la seguridad era verdaderamente extrema y los guardias hacían su mejor esfuerzo, aunque Romeo sabía que aquella perfección era motivo del temor hacia su padre, eso hacía que la responsabilidad para el príncipe fuera más grande, ya que si lo de visitar a Julietto en secreto era descubierto al final, el rey haría ejecutar a todos los guardias que habían conseguido burlar, lo que significaba que si quería que nadie resultase herido tenían que entrar y salir de las mazmorras sin ser visto.

Estaban en el pasillo de las mazmorras cuando la sirvienta se adelantó a él, como si el peligro ya hubiera pasado, haciendo creer a Romeo que a lo mejor Marie ya no se acordaba del guardia que se encargaba de vigilar las celdas.

- ¡Espera! - le dijo, lo más fuerte que le era posible para que el guardia no detectará su presencia, sin embargo le sorprendió ver que la sirvienta había llegado a las celdas del fondo y no había rastro aún del soldado, ¿dónde estaba?.

Al ver la señal de Marie de que se acercara rápidamente decidió confiar en su criterio, al acercarse comprobó que en la mesa estaba el soldado dormido, con la cuchara al suelo y el plato de sopa que apenas había tocado.

- No despertará hasta dentro de unas dos horas – le confirmó la sirvienta.

- ¿Lo has dormido? - le dijo, sorprendido a la vez que entendía aquellas poca preocupación desde el primer momento por aquel soldado.

- ¿Por qué creé que he tardado tanto en llegar a sus aposentos?, tenía que encargarme de él, así que lo he dormido con unas hierbas bastante fuertes, - mostrando una sonrisa de agrado viendo como aquellas hierbas habían hecho su efecto esperado – cuando se levante tendrá algo de dolor de cabeza, pero nada más.

- Eres genial Marie, - sonriendo al ver lo lista que era, a pesar de aquel rostro inocente que mostraba siempre – recuérdeme que no la haga enfadar nunca – le dijo, como broma para alegrar un poco el ambiente, lo que produjo una sonrisa de satisfacción en la sirvienta.

- Tenga, - le dijo de repente, dándole la bandeja de la comida – entre y hable con él, yo vigilaré por si viene alguien, creo que es mejor que estén a solas.

- Gracias, - le contestó al ver lo atenta que era con él, arriesgando su trabajo, su vida y a su familia sólo por el amor que él sentía hacia otro hombre, aunque Marie simplemente le contestó con una sonrisa.

Al entrar en aquella celda pudo comprobar al momento aquel ambiente húmedo y frío, dónde la única ventilación de aquella sala que apestaba a un olor incapaz de identificar era una misera ventana dónde apenas uno podía meter la cabeza, aunque también los barrotes de hierro impedían hacer tal cosa. Bajó las escaleras muy despacio al contemplar como Julietto estaba atado de manos en la pared, por unos grilletes de hierro muy pesados y gruesos encima de su propia cabeza, debajo de sus pies había un enorme trozo de tela hecho trozos que Romeo reconoció rápidamente como la camisa que llevaba Julietto aquella mañana, no quería ni pensar que le habían hecho los soldados y el estúpido del capitán, aunque al acercarse a él la respuesta fue bastante evidente al ver los enormes moratones que tenía en ambas partes de las costillas y en el estomago, la cabeza de Julietto estaba agachada y Romeo no sabía como se encontraba si durmiendo o inconsciente, así que decidió averiguarlo del modo más fácil, dejando la bandeja de la comida al último escalón por el que había bajado.


- Julietto...Julietto – le dijo, repitiendo con suavidad el nombre del muchacho – Julietto – le dijo, acercándose a él del todo y levantando el rostro del campesino, viendo como había un hilo reseco de sangre en sus morados labios, aquello le encogió el corazón al príncipe haciendo brotar sus primeras lágrimas – por favor, despierta Julietto – le dijo en voz baja, y acariciando sus mejillas con ambas manos.

- Ro...Romeo – susurró Julietto, empezando a despertar, volviendo a ser consciente del dolor de los moratones que tenía en todo su cuerpo y del frío que hacia en aquel lugar - ¿qu...qué haces aquí?, t...tu padre...

- No digas nada Julietto, - le dijo, completamente hecho trizas en su interior al ver el estado del chico – olvida a mi padre, además estas temblando – le dijo, incapaz de hacer nada al no haber llevado ninguna manta y sabiendo que era muy arriesgado a ir por una y volver – te he traído algo de comer, seguro qué estas hambriento – acercándose a la bandeja dónde la había dejado y cogiendo un trozo de pan para dárselo a la boca, lo cual hizo soltar un chasquido de dolor de parte de Julietto y escupiendo la comida de la boca, al ver Romeo el trozo de pan ensangrentado al suelo, se dio cuenta que había heridas en su boca y el masticar le producía dolor en aquellas heridas – lo siento, lo siento – se disculpó, sufriendo al ver que volvía a bajar el rostro hacia el suelo de lo cansado y dolorido que estaba – espera un momento, te daré algo de vino, te ayudará a entrar en calor aunque te escocerán las heridas de la boca, pero tienes que beber.

- Romeo – le dijo, con tono cansado e interrumpiendo a que fuera por la bebida de la bandeja.

- Dime – invitándole a continuar a pesar de que ni él podía parar de llorar, por lo afligido que estaba por la salud de Julietto.

- Te...t-te quiero Romeo...t-te quiero...yo...yo

- Es suficiente Julietto, - le dijo, apenado al ver su tartamudeo por el frío – no digas eso, yo...yo, – la pesadumbre en su interior no podía ser más grande al igual que el sentimiento de culpabilidad – todo ha sido por mi culpa, por mi culpa tu estas así – volviendo a la bandeja para coger la bebida pero sin antes intentando secarse las lágrimas para que no cayera ninguna en la copa de vino, aunque en unos segundos más tarde nuevas lágrimas aparecieron en su rostro – lo siento mucho – dándole de beber y viendo el rostro de dolor que ponía por el escozor de las heridas en su boca, repitiendo la operación un par de veces hasta que el tartamudeo desapareció y la piel de Julietto empezaba a coger su tono rosado de nuevo poco a poco – ojalá no nos hubiéramos visto aquella noche, si hubiera aceptado el casamiento de mi padre y le hubiera obedecido como siempre nunca hubiera pasado nada de esto, lo siento mucho Julietto – acercando su frente a la del campesino, pudiendo ver éste las continuas lágrimas que se estrellaban al suelo de parte de su amado.

- No digas esas cosas...prefiero pasar mil veces esta tortura – separándose de la frente del príncipe, para encontrar sus miradas fijamente la una con la otra – que no haber visto nunca tus ojos, tu sonrisa, tus lágrimas y tu voz...no me arrepiento de nada y menos aún de recibir este castigo por lo que siento – aquellas palabras habían dejado atónito a Romeo, no sabía qué decir, qué hacer – sólo sigo adelante con el deseo de que algún día tenga tu amor.

- Julietto, yo... - en verdad quería a ese campesino pobre y ahora sin techo pero ¿tenía sentido pasar por todo esto por amor a alguien?, no lo sabía...pero amaba con cada fibra de su ser a aquel chico.

- Tengo...tu amor?, Romeo – le dijo, cansado volviendo a agachar la cabeza por el esfuerzo que le suponía mantener la cabeza erguida después de toda la mañana estando del mismo modo.

- Julietto, - le dijo, levantando su cabeza con las manos para que no tuviera que hacer ningún esfuerzo – lo tienes Julietto, ahora y siempre – le decía feliz de aquel momento mientras sus ojos llorosos mostraban la otra parte de cómo se sentía – tienes mi amor, te amo – acabando aquellas palabras mientras se iba acercando a los labios de su estimado compañero, hasta que se unieron en un profundo y cálido beso del que no se separaron, continuando con sus caricias labiales durante unos minutos el uno con el otro.



Por ti seré más fuerte que el destino,
por ti seré tu héroe ante el dolor
yo sin ti estaba tan perdido
por ti seré mejor de lo que soy.


- Vas a salir de aquí muy pronto, - le aseguró, más calmado gracias a aquellos cálidos besos de su hombre – sólo aguanta un poco más, por favor – le dijo, mientras acariciaba una de sus mejillas.

- ¿Qué vas a hacer? - le preguntó preocupado a que Romeo hiciera alguna locura por desesperación.

- No te lo puedo contar, - le dijo, con un rostro de misterio – pero te aseguro que estaré bien, no te preocupes, otro día si te lo contaré pero ahora no...confía en mi – besándolo de nuevo como si no hubiera un mañana.

- Confío en ti pero, ten cuidado Romeo – le advirtió al no saber que era lo que tramaba, aunque seguro que peligroso al tratarse seguramente de algo que podría afectar al rey o peor aún a Romeo, sabía que éste era capaz de sacrificarse como hasta ahora, sólo por salvarlo a él.

De pronto apareció la muchacha por la puerta, arriba de las escaleras advirtiendo a Romeo de que era hora de despedirse, Julietto entendió por los gestos de aquella muchacha de que estaba del lado de Romeo y que lo habían visitado de escondidas.

Romeo salió por la puerta del calabozo mirándolo con una sonrisa, antes de que la muchacha desapareciera detrás del príncipe, Julietto llamó su atención.

- Perdona señorita, ¿cómo se llama? - le dijo, mirándola arriba de la escalera.

- Marie, ¿qué es lo que quiere?, no puedo estar mucho tiempo aquí – vigilando que el guardia no despertará de un momento a otro.

- Gracias por ayudar a Romeo, cuídalo por mi Marie – ofreciendo una sonrisa a la señorita.

- Descuida, Romeo le quiere mucho sabe, la verdad es que me da envidia – le dijo con una sonrisa amable y voz dulce – Romeo lo ama con todas sus fuerzas y es un amor que no ha sido elegido por nadie, tiene suerte de que haya encontrado a alguien como usted, sólo tiene que aguantar un poco más Julietto y le vamos a sacar de aquí.

Al volver a sus aposentos junto con Marie, ambos se dieron un respiro por los nervios que habían tenido que soportar al intentar pasar desapercibidos por los pasillos del castillo, esperando a los momentos oportunos para ir de lado a lado para no ser detectados.

- Bueno la primera parte a salido bien, ya no tiene que preocuparse por Julietto aunque lo difícil señorito viene ahora con lo de su padre – le dijo, con una mirada de precaución – tiene que intentar que su padre acepte las condiciones de la forma que sea o luego será más difícil que ambos os podáis ver.

- Lo sé – le dijo, con tono pensativo – pero ahora no puedo decirle nada, no después de la que he armado en la sala cuando hablaban de sus estrategias de combate, debe estar furioso conmigo – tocándose consecuentemente aquel pequeño y fino corte que le había hecho su padre en el momento en que le había puesto la daga en la garganta, amenazándolo de muerte.

- Entonces espere a la hora de la cena, - le contestó, caminando hacia la puerta para irse a hacer sus tareas, ya que seguro la estaban echando en falta sus compañeras de trabajo.

- ¿Y si los soldados vuelven a la celda para darle más castigo?, - le preguntó, preocupado al recordar las heridas ya bastante feas que llevaba en su cuerpo el pobre muchacho.

- Hemos estado en la celda casi unas dos horas y no ha aparecido nadie durante ese tiempo, y ya le han torturado, así que supongo que al haber visto el estado en el que lo han dejado no volverán por ahora - intentando hacerle entender que no era probable de que los soldados volvieran a tomar represalias con el campesino en lo que quedaba del día.

- Ya sabes que he matado al capitán y sus soldados ahora me han cogido un gran rencor, seguro que son capaces de matar a Julietto sólo por venganza, esto es demasiado peligroso y no quiero tenerlo ahí durante mucho tiempo – intentando no pensar en el peligro en que estaba sometido su amante secreto.


- Tranquilícese, usted tiene algo muy importante que debe hacer en estos momentos, pensar en como convencer a su padre – le dijo, preocupada al ver todo lo que había en juego por ese chico de la misma clase social que ella, un simple pobre intentando sobrevivir por los pocos medios de los que disponía – yo me encargaré de que este en buen estado, pero usted debe convencer a su padre, de lo contrario podremos ir pensando en otra forma de sacar a Julietto de la celda.

Romeo, también era muy consciente de todo lo que estaba en juego, la vida de su amado, la de su sirvienta y posiblemente la de su familia e incluso su propia vida, ya que si había algo que no perdonaba su padre por ninguna circunstancia era la traición...sin duda no sería nada fácil hablar con su padre...incluso más complicado que colarse entre la vigilancia del castillo.

Pasaban las horas cuando Marie estaba preparando como siempre la mesa del gran comedor del castillo para los nobles junto con el príncipe Romeo y el rey, estaba yendo hacia la cocina cuando escuchó una gran discusión, entre las voces pudo distinguir al rey y si su mente no le estaba jugando una mala pasada, una de las otras dos voces que había más era la del oficial encargado del adiestramiento del ejército, lo que aquello le empezó a oler a problemas, ya que éste era hijo del capitán que Romeo había asesinado en el momento del arresto de Julietto.

Continuara...

4 de septiembre de 2013

Romeo x Julietto (il-Divo, Por ti seré)





Capítulo 5: Enfrentamiento Paternal


Al salir de sus pensamientos y cansado de llorar, hubo algo que le sorprendió y le dejo sin aliento, el pájaro empezó a desvanecerse con el aire desde el tronco del árbol mirándolo fijamente, y antes de que dejara de soplar el pequeño viento que se había levantado, una voz aguda, cariñosa y muy familiar hizo que pusiera los ojos en medio del lago, pudiendo observar el espíritu de una mujer con un vestido blanco y radiante, era su madre, no sabía que estaba pasando ni si era una ilusión lo que veía, pero le gustaba contemplarla, era igual de hermosa como la recordaba y su voz igual de dulce y confortante.

- Ma...madre – dijo atónito el chico, y viendo la sonrisa en los labios de la mujer al oír aquella palabra.

- Se fuerte hijo mio, salva a ese muchacho si es lo que te dicta el corazón – sonriendo a su hijo, al verlo ya tan grande y con lo poco que le quedaba de aquel rostro inocente que tenía de pequeño – te has hecho todo un príncipe, estoy orgulloso de ti.

- Madre, no te vayas – le dijo con voz asustada y triste al recordar el miedo que tuvo los primeros años de su niñez sin ella, sin sus besos, sin sus abrazos cuando tenía una pesadilla y se despertaba alterado.

- Nunca me he ido – le contestó con dulzura – siempre me has llevado aquí dentro – señalando su propio pecho – y yo te he llevado a ti, te quiero Romeo.

- ¿Cómo es posible que te este viendo?, no puede ser – le dijo confuso y sin acabar de poder creer que lo que vivía en esos momentos fuera real.

- Ya te conté las historias que hay sobre este lago, las cosas suceden por algún motivo, el mio era estar hoy aquí para levantar tus ánimos y que sigas el camino con el que crees tan firmemente, el tuyo era conocer ese chico y a pesar de haberlo visto durante sólo una noche, ya te has dado cuenta de que es la persona con la cual hace que todo tenga un sentido para ti – la silueta de la mujer empezó a desvanecerse, lo que alteró un poco a Romeo, su madre al ver esa reacción le regalo una sonrisa para tranquilizarlo – te quiero Romeo, ten fe en ti, confía en tu corazón y en tu amor hacia ese chico, yo estaré observándote como siempre he hecho y como siempre haré.

- Gracias...mamá – le dijo serio y muy confiado en si mismo, aunque sabiendo que al llegar el castillo necesitaría algo más que sus sentimientos para poder sacar a Julietto de su calabozo.

Al dejar a su caballo a los establos, entró en la sala del trono abriendo las puertas de par en par, e interrumpiendo la reunión que su padre tenía en esos momentos con sus comandantes de guerra sobre la batalla que había en sus fronteras. El rey observa como su hijo se dirige hacia él, sin embargo no muestra ningún tipo de interés en dejar lo que tiene entre manos para atenderle, el príncipe sin sorprenderse de aquella actitud decide seguir adelante con lo que había tenido en mente de camino hacia el castillo.

- Padre, tiene que soltar a ese chico – le dijo, y observando como en los nobles empezaban a aparecer signos de nerviosismo al observar esa manera de interrumpir en una reunión y con miedo a la reacción del rey.

- Ahora estoy ocupado Romeo, – le contestó sin dejar de mirar el mapa que tenía encima de la mesa, donde estaba dibujado gran parte de los reinos vecinos – ya hablaremos más tarde, no tengo tiempo que perder con tus estupideces.

- El chico no a hecho nada, demuestra algo de buena voluntad por un día – le dijo, empezando a cabrearse de la misma actitud de su padre hacia él, e interrumpiendo por segunda vez al experto en estrategias de su padre.

- Entonces, las catapultas son nuestro mayor obstáculo y vamos escasos de flechas y arcos, no? - le preguntó a su estratega y poniendo gran atención en el problema con su enemigo de las fronteras.

- Así es mi señor, los espías que enviamos al bosque que hay al lado del enemigo, – señalando en el mapa todo lo que le iba explicando al rey - me han informado que hay poca vigilancia como mucho unos doscientos arqueros y unos dos mil hombres de infantería, si enviáramos allí tres mil de infantería del castillo que tenemos como una de las reservas y quinientos arqueros y otros quinientos de la zona este de la frontera, aseguraríamos el bosque y podríamos coger ventaja en la guerra.

- Me parece muy buena idea lo de la infantería, pero no podemos enviar esa cantidad de arqueros fuera del castillo, tendríamos menos protección en las murallas, – echando una mirada de desagrado en el mapa - envía los arqueros del este al bosque y envía otros mil soldados de infantería en su lugar a la frontera, cómo tu has dicho, tenemos muy poco armamento y el próximo cargamento tardará unos meses en llegar.

- Pero señor, nuestros arqueros son mejores que los del enemigo, en cambio su infantería nos supera en numero, podríamos perder esta parte del territorio – le dijo, insatisfecho de la decisión del rey, aunque midiendo sus palabras en cada momento por temor a su fama de lo despiadado que es – y además sólo con quinientos arqueros no creo que podamos ganar en el bosque, nuestros tres mil de infantería podrían acabar con los dos cientos arqueros, pero deduzco que nos quedarían unos mil quinientos soldados o menos y como he dicho antes, ellos disponen de una infantería con mejor armamento – haciendo una pausa para repasar toda la estrategia mediante lo que el rey dispondría en cada lugar – lo más seguro que ganaríamos el combate, pero acabarían con nuestra infantería o casi toda y lo más seguro es que nos eliminasen a un cuarenta por ciento de los arqueros, si nos volvieran a atacar, no tendríamos medios para defendernos luego.

- ¡¡Entonces que utilicen la cabeza, y hagan algunos preparativos contra el enemigo!! – golpeando la mesa y esforzándose en no subir el tono de voz – ¡¡que hagan zanjas con aceite hirviendo o piensen en algo, si es que no son un hatajo de incompetentes!!...y si los arqueros observan que nuestra infantería a destrozado a sus flecheros y van perdiendo contra la infantería del enemigo, que hagan una descarga encima de los suyos y los nuestros – mirando a la cara de sorpresa del general.

- ¿A...atacar a nuestros propios soldados, señor? - le preguntó atónito, al no poder creer lo que proponía su rey.

- Las flechas y arcos valen dinero, por suerte los muertos no valen nada – lanzando una sonrisa de satisfacción al ver a su hijo disgustado al oír aquella barbaridad – para ganar hijo, a veces hay que hacer sacrificios, y todas las decisiones que uno toma tienen sus propias consecuencias, aunque a veces esas consecuencias no nos afecten a nosotros directamente.

- Escucha padre... - cortando en seco, al ver que su progenitor volvía de nuevo la cabeza hacia el mapa de nuevo, sin ningún interés en lo que le pudiera decir.

- Entonces hacemos lo siguiente, - le dijo a su general señalando el mapa.

De pronto, la voz de Romeo se alzó en toda la sala exigiendo atención, precipitando el mapa y todos los artefactos que había encima de la mesa al suelo con su mano, imponiendo un gran silencio en la sala, tanto por parte de su padre como de los nobles que había allí.

- ¡¡Ya es suficiente padre, me va a escuchar ahora!! - le dijo cabreado, observando la cara de tranquilidad que había en su padre y con la mirada en la mesa como si aún el mapa estuviera allí - ¡¡estoy cansado de hacer lo que a usted le apetezca, y de esa actitud hacia mi, soy su hijo, maldita sea!!

- General, déjenos a solas y lo mismo va por el resto – dijo calmado, pero con voz grave e imponente.

La sala empezó a quedarse vacía en unos instantes, ya que sólo un necio no se daría cuenta de que eso significaba que algo serio estaba a punto de pasar, y recibiría castigo todo aquel que se encontrara allí dentro. Al cerrarse la gran puerta del salón, pasaron unos inquietantes segundos de silencio.

- Así que eres mi hijo – dijo, sin siquiera moverse de como estaba – mi hijo...¡¡mi hijo!!, ¡¡eso es, mi hijo!! - dijo de repente, pasando de una voz sosegada a una actitud exaltada y muy disgustada, cogiendo su pequeña y afilada daga, poniéndosela de repente al cuello de su hijo, arrinconándolo contra la pared – si no te corto el cuello en este mismo instante, es por eso mismo, eso es de lo único que te sirve ser mi hijo, de lo contrario ya estarías muerto – poniendo su rostro frente al de su hijo a escasos centímetros, provocándole un pequeño corte al cuello de lo apretada que estaba la hoja, cayendo un pequeño hilo de sangre que recorría su garganta.

- No te tengo miedo padre, ya no – intentando no tragar saliva para no hacerse otro corte más.

- Veo que ese campesino te ha dado coraje y fe en ti mismo, eso esta bien – le dijo, estudiando el rostro serio de su hijo y soltando una media sonrisa – me odias, lo veo en tus ojos, ojalá pudieras ser tan severo con las otras cosas y no como era tu madre – quitando la daga de su cuello.

- ¡¡No diga nada sobre madre!! – le dijo serio y desafiante.

- Tu y ella os parecéis mucho, siempre pensando en el corazón y en los bonitos sentimientos, haciendo como si todo en esta vida fuera hermoso...¡¡pero no es así!! - gritó, y golpeando la mesa, mostrando toda su furia – ¡¡sois patéticos, ambos!!

- ¡¡Ella era amable y buena, como debe ser un rey!!, no como tu que eres malvado, egoísta y despiadado con todo tu reino – le reprocho con asqueo.

- ¡¡Y así es como debe ser!!, Romeo si no se controla a la gente con miedo, algún día pueden darte una puñalada por la espalda – caminando hacia su hijo y agarrándolo del brazo – Romeo, reacciona te lo imploro – agarrando con más fuerza cada vez su brazo – sólo los débiles, hacen las cosas que les dicta el corazón, si de verdad te importa tanto el pueblo te casarás con la princesa de Francia, de lo contrario no dispondremos de ejército suficiente y el pueblo será atacado por esos bárbaros.

- No pongas el destino del pueblo en mis manos, sólo por querer celebrar esa boda – le dijo serio y cortante, soltándose de ese brazo de su padre con un estirón – libera a Julietto, él no a hecho nada y no voy a casarme.

- Eres un necio hijo, pero como te he dicho antes toda elección tiene sus consecuencias, – dando la espalda a su hijo y mirándolo de reojo – si no celebras esa boda, no voy a liberar a ese campesino del por qué no se el motivo, te has encaprichado tanto en defender, elección y consecuencia hijo, elección y consecuencia – le dijo, tranquilo mientras se dirigía hacia la puerta para abandonar el salón – y Romeo, date prisa en la elección o mandaré a ejecutar a ese muerto de hambre – cerrando las puertas y dejando solo a su hijo, dando por finalizada la conversación.

El príncipe había quedado entre la espada y la pared, sabía que si no se casaba su padre mandaría a ahorcar a Julietto o algo peor, pero si lo hacía no podría estar con Julietto aunque sabía que su padre lo liberaría y además con ese ejército de Francia pondría en fuera de peligro a su tan querido pueblo, y más querido después de haber conocido a aquellos niños con Julietto que rebosaban de vida. Aquella situación le recordaba a su madre, la cual se había sacrificado a si misma junto con su corazón por el reino y el avaricioso de su marido. ¿Qué debía hacer?¿Qué podía hacer para cambiar el destino de Julietto y el suyo?; volvía a estar como en el lago, perdido, sin saber que camino elegir, aunque con la confianza de que encontraría la respuesta, gracias a las recientes palabras de su madre.

Al llegar a sus aposentos, dejó su espada encima de la cama ya que la encontraba muy pesada debido a su duro y largo día, aunque sólo hubieran pasadas unas horas y fuera la hora de comer. De pronto entró una chica de pelo medio largo de color castaño y los ojos del mismo color, junto con unas sabanas planchadas de color blanco en sus manos.

- Perdona señor...vengo a cambiar las sabanas de su cama – le dijo, con tono cariñoso al ver esa cara de cansancio y tristeza en su rostro.

- Hola Marie, - pasándose las dos manos por los ojos mirando el suelo - ¿cómo se encuentra?.

- Muy bien señor, gracias por preguntar – le dijo con una sonrisa y empezando a deshacer la cama y quitando las antiguas sabanas.

- No me trates de señor Marie, trátame de tú, eres de las pocas personas que me importan en la vida y no me gustaría perderte – le dijo, mirándola con una pequeña sonrisa pero distraído al pensar en cómo se debía encontrar Julietto en esos momentos - ¿sabes algo de un chico que han traído los soldados como prisionero?

- No se mucho señor...digo Romeo – viendo la pequeña sonrisa de éste al ver como se corregía – sólo que he visto a los soldados burlarse constantemente de él, y me han prohibido darle nada de comer hasta mañana.

- ¿Qué? - dijo Romeo, incrédulo a lo que había escuchado - ¿quién te ha ordenado eso?

- Su padre – le dijo preocupada – ¿es por ese motivo por el cual está triste?, ¿es por ese chico? - le preguntó, poniendo las sábanas nuevas en la cama, mientras él la observaba.

- Marie, ¿puedo hablar contigo de una cosa sin que se entere mi padre? - le preguntó, invitándola a sentarse en la cama junto a su lado.

- Claro, ya sabe que puede confiar en mi – le dijo, preocupada al ver su rostro inquieto.

- Cuando conociste a tu marido, ¿cómo te sentiste? - le dijo, atento a la respuesta de su sirvienta y como él la consideraba, una amiga con la que poder confiar.

- Bueno, yo la verdad me casé con el pretendiente que mis padres eligieron y la verdad al principio odiaba a ese hombre y ese compromiso, yo era muy joven tenía 21 años pero con el paso del tiempo

aprendí a aceptarlo y ahora tenemos un niño y una niña, son mellizos y tienen 4 años.

- Entiendo, entonces ¿creés qué debería casarme con esa princesa de Francia, aunque no éste enamorado? - le dijo con tono triste, aunque dispuesto a hacerlo sólo para salvar a Julietto por mucho que le doliera tomar esa decisión.


- Creo que tu corazón pertenece a otra persona, eso me dice vuestro rostro, ¿me equivoco? - le dijo, subiendo la mirada de su cara con una de sus blanquecinas manos.

- Mi corazón, no lo sé...hace muy poco que la conozco a esa persona, lo que siento no tiene sentido, es de locos – le dijo, confuso e intentando encontrar una respuesta a todas sus preguntas.

- Al amor no hay que encontrarle el sentido, sino servir a las emociones que están dentro de nosotros y el amor siempre esta loco, al igual que aquella persona que lo siente hacia otra – le dijo, riendo al ver la cara de atención y cuidado que le ponía a sus palabras.

- Pero, es que lo que siento hacia esa persona no es lo que me preocupa, sino la persona sobre que siento ese amor – mirando seguidamente a los ojos de la mujer, estudiando su rostro y su cara.

- ¿Puede ser qué sea ese chico apresado de hoy, el culpable de esos sentimientos? – le dijo, aunque esas palabras fueran una pregunta el rostro de ella y sus gestos afirmaban sus ideas.

- Así es, - afirmó, levantándose de la cama y empezando moverse con las manos en la cabeza – no se que hacer, si mi padre se entera matará a Julietto de eso no cabe duda y estoy seguro de que ya lo está sospechando, no le quiero poner en peligro – le dijo con desesperación implorando ayuda, aunque no la pidiera - ¿creés que es normal lo que me está pasando?, al fin y al cabo él es un chico, otro hombre...ya de por si eso es muy extraño, aunque tampoco puedo evitar extrañarlo a pesar de que sólo he pasado con él una noche, y aunque me de miedo decirlo, me siento muy bien a su lado y siento una gran atracción por él – callando de repente y echando un vistazo a la situación y a su sirvienta mirándolo fijamente con atención – seguro que piensas que estoy loco, ¿no es así?.

- No, sólo estoy asombrada de lo enamorado que está de él – le contestó con una risa, poniéndose la mano a la boca, haciendo reír al príncipe Romeo – lo siento señorito, pero me alegra que ese chico le haga tan feliz – le dijo, con sinceridad y amabilidad en su rostro, aquella sonrisa y alegría que le hacía recordar a Romeo, la felicidad que mostraba su madre con él de pequeño – Romeo, creo que ese chico le hace muy feliz, eso es lo que verdaderamente pienso y estoy muy contenta por usted, es verdad que mirándolo de le perspectiva social y las leyes de su padre, sería algo pecaminoso y muy fuerte para la gente y hay gente que no lo entiende y no lo entenderá, pero yo creo que aquello que te dicta el corazón es lo correcto, y esas siempre son las decisiones que en verdad son las más acertadas, además el amor es algo bueno y no hace mal a nadie sea del mismo sexo o no, incluso nunca se sabe si ese amor puede hacer feliz incluso a alguien más, creo que merece ser feliz Romeo, es un buen hombre y si tu felicidad está con otro hombre, así deseo que se cumpla.

- Gracias, en verdad te agradezco que estés aquí, – levantando a Marie y dándole un fuerte abrazo – ahora sólo queda un problema, si no me caso mi padre no liberará a Julietto y si lo hago no podré estar con él, creo que al final todo esto no será más que un sueño.

- He oído que tu padre ordenó quemar la casa de ese buen chico, ¿es verdad? - le preguntó, empezando a pensar en una idea muy arriesgada pero que podría funcionar.

- Así es, - le dijo, observando como ya estaba tramando algo su sirvienta y recordando otra cosa por la cual siempre se lo había contado todo a ella, siempre le ayudaba con las ideas que ella tenía que eran de envidiar, ya que todas siempre daban resultado - ¿qué se te ha ocurrido?.

- Podría funcionar, aunque eso dependiendo de como sepa manejar usted a su padre y de lo bien que actuéis y el cuidado que tengáis tú y Julietto – le dijo, seria y una mirada de preocupación a que Romeo pudiera correr peligro, aunque si lo pensaba bien tanto ella como Romeo y Julietto, lo pagarían muy caro con un simple fallo, pero estaba dispuesta a ayudarlo por la amistad que tenía con su madre y el cariño hacia él.

- Cuéntamelo, pero después tráeme algo para comer aquí y también trae comida para Julietto, no voy a consentir que le hagan sufrir a través del hambre, yo mismo se la llevaré.

Continuara...