23 de septiembre de 2013

Romeo x Julietto (il-Divo, Por ti seré)





Capítulo 7: Angelo Di Salvo

- Deseo que se haga justicia con mi padre, déjeme matar a ese campesino mi señor – le dijo, un chico de unos cuantos años más que Romeo, con el pelo corto y oscuro al igual que su perilla, con ojos marrones que ardían en venganza.

- Pero no a sido el campesino quien lo ha matado, sino mi hijo – le dijo, con tono relajado e intentando ser objetivo con el chico – no sería justo para ese pobre hombre, además ya le habéis propinado una paliza en los calabozos, cuando yo ordené que no se le hiciera daño alguno...y aún así después de desobedecerme seguís con vida, ¿no os parece suficiente la recompensa obtenida por la muerte de vuestro padre?.

- Pero, mi señor...vuestro hijo ha matado a mi padre – viendo como el rey seguía tan tranquilo en el trono como siempre a pesar de que alguien le estuviera exigiendo con rabia la muerte de otra persona – ya que no puedo matar al príncipe, quiero ver correr la sangre de ese campesino al que le tiene tanto estima su hijo...por lo que se puede ver – le dijo con sarcasmo para hacerle ver las segundas de sus palabras, haciendo reaccionar al rey levantándose de el trono y caminando hacia el hijo del capitán.

- Cuidado en lo que dice, usted puede ser el oficial de entrenamiento del ejército, pero te hago recordar que no eres indispensable – agarrando al chico por la barbilla y apretando sus labios – su padre era un buen capitán, pero no vuelva a sugerir con sus palabras que mi hijo, vuestro príncipe tiene deseos carnales con un hombre, o le mandaré a la guillotina...¿queda claro? - soltando el rostro del chico, quedando éste inmóvil ante el rey.

- Sí, mi señor – tragándose su orgullo e ira hacia el hijo del rey y el campesino.

- Angelo, yo también ardo en deseos de matar al muchacho, pero lo necesito ahora con vida – poniéndose detrás de la espalda del muchacho – cuando ya no sea útil... - habiendo hecho la vuelta completa al chico y parándose de nuevo delante suyo – vos mismo acabaréis con la vida de ese hombre.

- Como desee, señor – intentando ocultar la sonrisa de satisfacción ante aquel nuevo acuerdo inesperado con el rey.

- Ahora vete, Angelo Di Salvo, hijo del capitán Gerardo Di Salvo, recuerda que su padre siempre fue muy leal a mi corona y murió con todos los honores, – volviendo a sentarse en el trono, mientras Angelo le hacía una reverencia para seguidamente darle la espalda – no se vuelva como su hermano mayor...un simple traidor – parando en seco su camino hacia la puerta principal de la sala, recordando aquel fatídico día, culpando de ello y dirigiendo su odio hacia la misma persona que ahora había matado a su padre...Romeo.

Marie había quedado impactada por lo descubierto, sin duda su plan no iba a funcionar así que tenía que avisar a Romeo antes de que hablara con su padre o Julietto moriría antes de que pudieran hacer nada. Al percatarse de que Angelo estaba ya casi a punto de acercarse a la puerta, se fue al gran comedor a dejar lo que llevaba en las manos y pidiendo a una de sus amigas que acabara de poner la mesa para el banquete, ya que Romeo exigía su presencia en los aposentos.

Cuando llegó en la habitación del príncipe pudo ver que no la esperaba, ya que al entrar éste dio un brinco de la cama y callando de golpe.

- ¡¡Marie!! - dijo sorprendido, calmándose de aquel susto al haber temido que alguien le hubiera descubierto al hablar en alto, practicando el discurso con su padre y su propuesta - ¿ocurre algo? - le preguntó al verla nerviosa.

- No tengo mucho tiempo, debería estar en el salón preparando el banquete, pero lo que le tengo que decir va a cambiar nuestros planes – parando en seco al ver la cara de sorpresa del chico.

- ¡¡¿Cómo dices?; ¿Por qué?!! - le preguntó exaltado sin entender a qué venían esos repentinos cambios.

- No puede decirle a su padre que se va a casar con la princesa, si deja vivir a Julietto al castillo hasta que ustedes dos reparen su casa, su padre ha ordenado a Angelo...

- ¡¿Angelo?! - le interrumpió, con el rostro de confusión de si había entendido bien.

- Así es, el hijo del capitán Gerardo que usted ha matado, él sabe que ha sido usted y exige la muerte del campesino ya que sabe que su padre no le va a hacer nada, pero también por lo que he oído, sospecha de que a usted le gusta Julietto y sabe que si muere, eso le provocará más dolor que cualquier otra cosa – mirando a su príncipe con ojos de compasión, al entender lo importante que era para Romeo todo esto y todo lo que había en juego – si le dice esto, al acabar la casa de Julietto, estoy segura de que intentaran atentar contra su vida y usted tendrá que casarse sin remedio, sin ninguna oportunidad de escapar junto a él.

- ¿Cómo puede sospechar algo así?, él no estaba allí - le explicó, poniéndose más nervioso al ver que el sueño de ser libre con Julietto se desvanecía así como iban pasando los minutos.

- Pero los otros soldados sí, seguro que lo sabe ya mucha gente del castillo pero nadie dice nada por el miedo a su padre, pero Angelo si se lo a dicho...por suerte no se lo ha creído y lo ha amenazado de si vuelve a decir algo así, le va a matar...por lo tanto no debemos preocuparnos de que su padre se enteré por el momento, ahora la prioridad es que mantengamos a salvo a Julietto – le dijo, tranquila y haciéndole entender cómo estaban las cosas, haciendo recordar al príncipe que su comportamiento tan abierto hacia ese campesino por la mañana había sido un grave error, pero sabía que no había tenido otro remedio o le habrían cortado la lengua a Julietto.

- ¿Entonces qué hacemos? - le dijo confuso y alterado por la situación, ahora de nada le servía el discurso que había practicado, aunque tampoco le hubiera dado mucha esperanza a que funcionara.

- Obligar a su padre hi ha Angelo a hacer necesario a Julietto todo el tiempo posible – le dijo, pensativa y mirando directamente a Romeo con seriedad, hasta que pasados unos minutos una sonrisa despertó la curiosidad del chico.

- ¿Tienes una idea? - le preguntó ilusionado, agradeciendo una vez más a que Marie estuviera de su lado, por lo contrario Julietto ya estaría condenado.

Lo que le propuso no era un cambio tan grande al plan original, pero sin duda si funcionaba lo que tenía pensado en decirle, la vida de Julietto estaría a salvo sin riego de que Angelo intentara atentar contra él. La cara de Romeo cambió de nuevo a pura felicidad y recuperando aquellas esperanzas que ya daba por perdidas.

- Sin embargo, - añadió con cautela la sirvienta – el problema está en Angelo si será tan leal al rey cómo esperamos.

- Tranquila, mi padre lo teme todo el mundo – le dijo, sin tener en cuenta las últimas palabras de la mujer.

- No lo subestime, recuerde de quien es hijo, él es muy listo y seguro que hará lo posible de encontrar una oportunidad de acabar con Julietto, además... – le dijo, con tono serio - …usted y él estaban muy unidos, teníais un fuerte lazo que os unía, siempre competíais por quien era el mejor, pero aunque fuerais amigos aquello acabó hace mucho y ahora tiene otro motivo para hacerle daño.
Sin duda aquellas palabras no había podido ignorarlas, sino todo lo contrario, ahora entendía que no sólo tenía que preocuparse de su padre, sino también de Angelo, con él que vivió muchas cosas de pequeño, cosas que se ha negado él mismo durante años, cosas que no ha contado jamás a nadie, incluida su madre, quién lo había sabido casi todo de él, excepto el primer amor, su primer beso en secreto a sus 13 años con Angelo Di Salvo cuando éste tenía 17, aunque de eso ya habían pasado 9 años, pues su relación no duro mucho tiempo, apenas unos meses por culpa de una tragedia de la que había jurado nunca decir nada por muy duro que fuera guardar ese secreto que ocultaba.

- Abre la puerta carcelero – le ordenó el rey, el cual éste obedeció lo más rápido que su cuerpo le permitió para no recibir castigo alguno, sin duda su corazón se aceleraba cada vez que aquel señor le ordenaba algo, rezando que dios le ayude si algún día hacía algo que no le agrade a su señoría.

Al abrir la puerta sin duda tenía que reconocer que sus celdas del castillo no olían precisamente a rosas, sujetando un pañuelo en la boca y nariz para no tener que soportar el olor de aquel sitio. Bajo las escaleras decidido, mirando con superioridad al campesino que se encontraba lleno de moratones y la cabeza agachada, sorprendiendo al rey con sus palabras, haciéndole entender que sabía quien era sin haberle mirado y que seguía vivo.

- Vaya, el rey me visita en la celda – subiendo su rostro fatigado – ¿a qué debo tal honor? - le dijo con ironía.

- No he venido a discutir contigo, sólo a saber qué tipo relación tienes con mi hijo – volviéndose a poner el pañuelo en la boca cuando no tenía que hablar – contesta – le ordenó tranquilo, al ver que no había palabra del chico, prosiguió – escucha, no se que has echo para ganarte la confianza de mi hijo tan rápido pero, si encuentro un indicio de que ha habido algún contacto más allá de lo verbal contigo, te mataré.

- No me asustan tus amenazas, además no creo que sea muy difícil que alguien del pueblo se gane la confianza de Romeo habiendo vivido en este castillo, con usted y sus continuos maltratos hacia su propio hijo, sólo lo salve de que esa noche recibiera una paliza ordenada por su mismísimo padre – haciendo silencio un momento para contemplar como el rey escuchaba cada una de sus palabras muy atentamente, - la pregunta que debería hacerse es, ¿qué a echo para que su hijo se comporte así con usted?.


- El es un noble, tú un muerto de hambre – le dijo sin tapujos – su educación sin duda es muy diferente, cosa que tu no puedes entender, su destino reside en gobernar un reino y resolver todos los problemas que aquello conlleva, no se tiene que preocupar de si su cosecha ira bien o no como tú.

- ¿Y eso conlleva a recibir una paliza cada vez que no haga lo que usted le ordene, o el tener que casarse por obligación? - le preguntó, con la esperanza de que el rey entendiera que lo que hace es un salvajismo.

- Si – le contestó firmemente – no he venido a hablar de su educación así que contesta a lo que te he preguntado, ¿qué tipo de relación tienes con mi hijo?.

- Si lo que le preocupa es que hayamos podido tener algo en el lecho – le dijo con una sonrisa en el rostro, haciendo enfurecer al rey.

- ¡¡Ni se te ocurra burlarte de mi!! – propinándole un bofetón con el reverso de la mano.

- No se preocupe, somos simplemente amigos que han cogido gran confianza, - le dijo serio mirándose ambos a los ojos – como ya le he dicho, su hijo sólo necesita un buen amigo que lo escuche, ¿tiene idea de lo que a sufrido por su culpa? - aquella pregunta dejo pensativo al rey por unos momentos, convencido cada vez más de que lo que había entre ellos era simple amistad.

- Esta bien, la verdad tengo que reconocer que si mi hijo tuviera tu actitud sin duda sería mejor de lo que es ahora, en vez de el patético rey al que su propia esposa lo pisoteará si sigue siendo tan sentimental y mirando por el bien de los otros, en vez de defender lo que es suyo con dureza – mirando al chico con una sonrisa – mi hijo quiere que te suelte y puede que lo haga, pero tu me ayudarás como su amigo que eres.

- ¿A qué se refiere? - le preguntó, sintiendo como la preocupación empezaba a florecer, sabiendo que no había nada bueno que pudiera proponer ese hombre.

- Me ayudarás a convencer a mi hijo de que la boda es lo mejor que le conviene a él y a su querido pueblo – le dijo, mientras le daba la espalda alejándose de él.

- ¿Por qué debería hacer tal cosa por usted? - le preguntó, cauteloso al poder ver que esa conversación iba cogiendo un tono oscuro.

- Porque... - haciendo un silencio inquieto, dándole de nuevo la cara y acercándose al rubio – no desearías ningún mal a esos chicos pequeños que venían a visitarte en tu casa, ¿o si? - enseñándole un rostro serio y a la vez teatral, haciéndole entender que sabía lo importante que eran para él.

- Sólo son niños – le dijo incrédulo – ¿se atrevería a matar a personas tan inocentes?.

- Yo no podría hacer tal cosa, pero... - acercándose al rostro de Julietto con seriedad – son tiempos peligrosos, ya sabes a lo que me refiero, violadores, asesinos, algún accidente de caza con arco, - el silencio volvió a reinar en la celda, mientras el rey contemplaba la mirada de odio del muchacho – pueden suceder muchas cosas, de ti depende de que esos críos puedan llegar a tener tu edad algún día.

- Esta bien – le dijo abatido emocionalmente, al ver con sus propios ojos que la descripción de Romeo sobre su padre no era tan exagerada de la realidad.

- Gracias – le dijo, haciéndole un pequeño gesto con la cabeza – Julietto, soy un hombre generoso si se me complace como es debido, no tenemos porque llevarnos mal, ni tiene porque sufrir nadie – volviendo hacia las escaleras de la celda, volteando su cabeza desde el umbral de la puerta para contemplar al muchacho – por cierto se me olvidaba – le dijo, dando una palmada con sus manos – le diré a Romeo que venga a verte ahora antes de cenar, así resolvemos el problema cuanto antes, será mejor para todos así podrás salir de aquí.

Hacia ya un buen rato que Marie había abandonado los aposentos del príncipe para volver a sus tareas de siempre, desde aquel momento Romeo no pudo evitar que los recuerdos más escondidos en su interior con Angelo surgieran, al estar éste ahora como un obstáculo en su vida, sin poder creer aún de cómo las cosas entre ellos habían podido cambiar tanto y el enorme secreto que le ocultaba, el cual se hacía cada vez más pesado al cruzarse con él por el castillo día a día desde el incidente del que se sentía enormemente culpable.

El darle tantas vueltas al asunto sobre Julietto, el aviso que le había hecho Marie sobre Angelo y el doloroso pasado que le unía con él, habían ya empezado a hacer su efecto, su preocupación de cada vez era mayor, se sentía cada vez más presionado como si sus aposentos se hicieran cada vez más estrechos, el aire que inspiraba no era suficiente para calmar a sus alteradas pulsaciones, y lo que más le dolía es que extrañaba los abrazos, los besos y las palabras de cariño que una vez salieron de la boca de Angelo, sabía que en el corazón de este ahora sólo residía odio hacia él, o eso es lo que tenía por seguro pero, extrañaba a aquel chico tan educado que el mismo había convertido en lo que era, por suerte su sosiego estaba ahora en Julietto, un campesino con el que en una sola noche había conseguido llegar a su corazón y curar algunas de las heridas que en él residían.

Suspiró y se levantó de su cama, empezando a hacer pasos sin sentido por su habitación, viendo que antes de la noche anterior todo en su vida había sido tranquilo sin ningún problema con nadie, obedecía como cualquier otro sirviente del castillo y sufría en silencio, y ahora que luchaba por lo que quería si veía envuelto en problemas de los que no sabía si iba a salir arrepentido.

- (Tranquilízate, todo va a salir bien) – pensaba una y otra vez, hasta que la llamada a su puerta le hizo quedarse quieto, ¿volvía a ser Marie? - pasad – dijo, para su sorpresa fue su padre, ¿qué diablos quería ahora de él?, ¿quería amargarle el poco tiempo que le quedaba para estar tranquilo antes de la cena? - ¿qué desea padre? - le preguntó con enfado y resentimiento, a la vez que le daba la espalda viendo el paisaje por la ventana.

- Veo que aún estas enfadado conmigo, pero sólo he venido a decirte que Julietto tiene algo que proponerte, aunque primero me a llamado a mi y hemos pactado algo, sólo depende de ti que sea haga realidad o no – le dijo, con curiosidad a la reacción de su hijo, viendo como éste lo miraba de reojo.

- ¿Qué clase de pacto? - le preguntó, dando la cara a su padre desde la otra parte de la habitación - ¿habéis pactado algo o le has obligado? - le preguntó, sabiendo que no había palabra de la que pudiera fiarse proveniente de su padre.

- Hijo, - le dijo, caminando hacia él – no soy tan mala persona como crees, al fin y al cabo sólo quiero lo mejor para ti, te doy mi palabra como rey y como tu padre que lo que te tiene que proponer Julietto ha sido idea suya y sólo suya, he visto que te tiene un gran aprecio como amigo al igual que tú con él, - observando como sus palabras empezaban a llamar la atención de su hijo – estoy dispuesto que seáis amigos y podáis tener una relación como otra cualquiera de amistad a pesar de los diferentes niveles de la sociedad que os separan, aplaudo la lealtad que habéis mostrado entre los dos a pesar de haberos conocido hace tan poco, la lealtad de los súbditos es esencial para un rey, ya que no me escuchas a mi – le dijo, manteniendo una actitud comprensible que tan pocas veces podía ver en su padre – quiero que hables con Julietto y lo escuches, si lo haces – le sugirió, ejecutando un movimiento afirmativo de cabeza, a la vez que le ponía una mano izquierda en el hombro izquierdo – tú y ese chico podréis disfrutar de vuestra amistad sin ningún impedimento más.

- Esta bien, iré a hablar con él – le dijo, sin creerse una palabra gracias a Marie que ya le había informado sobre los planes de Angelo y su padre, aunque sin poder evitar esa pequeña duda sobre si era verdad que Julietto le hubiera propuesto algo a su padre.




Continuara...

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