4 de septiembre de 2013

Romeo x Julietto (il-Divo, Por ti seré)





Capítulo 5: Enfrentamiento Paternal


Al salir de sus pensamientos y cansado de llorar, hubo algo que le sorprendió y le dejo sin aliento, el pájaro empezó a desvanecerse con el aire desde el tronco del árbol mirándolo fijamente, y antes de que dejara de soplar el pequeño viento que se había levantado, una voz aguda, cariñosa y muy familiar hizo que pusiera los ojos en medio del lago, pudiendo observar el espíritu de una mujer con un vestido blanco y radiante, era su madre, no sabía que estaba pasando ni si era una ilusión lo que veía, pero le gustaba contemplarla, era igual de hermosa como la recordaba y su voz igual de dulce y confortante.

- Ma...madre – dijo atónito el chico, y viendo la sonrisa en los labios de la mujer al oír aquella palabra.

- Se fuerte hijo mio, salva a ese muchacho si es lo que te dicta el corazón – sonriendo a su hijo, al verlo ya tan grande y con lo poco que le quedaba de aquel rostro inocente que tenía de pequeño – te has hecho todo un príncipe, estoy orgulloso de ti.

- Madre, no te vayas – le dijo con voz asustada y triste al recordar el miedo que tuvo los primeros años de su niñez sin ella, sin sus besos, sin sus abrazos cuando tenía una pesadilla y se despertaba alterado.

- Nunca me he ido – le contestó con dulzura – siempre me has llevado aquí dentro – señalando su propio pecho – y yo te he llevado a ti, te quiero Romeo.

- ¿Cómo es posible que te este viendo?, no puede ser – le dijo confuso y sin acabar de poder creer que lo que vivía en esos momentos fuera real.

- Ya te conté las historias que hay sobre este lago, las cosas suceden por algún motivo, el mio era estar hoy aquí para levantar tus ánimos y que sigas el camino con el que crees tan firmemente, el tuyo era conocer ese chico y a pesar de haberlo visto durante sólo una noche, ya te has dado cuenta de que es la persona con la cual hace que todo tenga un sentido para ti – la silueta de la mujer empezó a desvanecerse, lo que alteró un poco a Romeo, su madre al ver esa reacción le regalo una sonrisa para tranquilizarlo – te quiero Romeo, ten fe en ti, confía en tu corazón y en tu amor hacia ese chico, yo estaré observándote como siempre he hecho y como siempre haré.

- Gracias...mamá – le dijo serio y muy confiado en si mismo, aunque sabiendo que al llegar el castillo necesitaría algo más que sus sentimientos para poder sacar a Julietto de su calabozo.

Al dejar a su caballo a los establos, entró en la sala del trono abriendo las puertas de par en par, e interrumpiendo la reunión que su padre tenía en esos momentos con sus comandantes de guerra sobre la batalla que había en sus fronteras. El rey observa como su hijo se dirige hacia él, sin embargo no muestra ningún tipo de interés en dejar lo que tiene entre manos para atenderle, el príncipe sin sorprenderse de aquella actitud decide seguir adelante con lo que había tenido en mente de camino hacia el castillo.

- Padre, tiene que soltar a ese chico – le dijo, y observando como en los nobles empezaban a aparecer signos de nerviosismo al observar esa manera de interrumpir en una reunión y con miedo a la reacción del rey.

- Ahora estoy ocupado Romeo, – le contestó sin dejar de mirar el mapa que tenía encima de la mesa, donde estaba dibujado gran parte de los reinos vecinos – ya hablaremos más tarde, no tengo tiempo que perder con tus estupideces.

- El chico no a hecho nada, demuestra algo de buena voluntad por un día – le dijo, empezando a cabrearse de la misma actitud de su padre hacia él, e interrumpiendo por segunda vez al experto en estrategias de su padre.

- Entonces, las catapultas son nuestro mayor obstáculo y vamos escasos de flechas y arcos, no? - le preguntó a su estratega y poniendo gran atención en el problema con su enemigo de las fronteras.

- Así es mi señor, los espías que enviamos al bosque que hay al lado del enemigo, – señalando en el mapa todo lo que le iba explicando al rey - me han informado que hay poca vigilancia como mucho unos doscientos arqueros y unos dos mil hombres de infantería, si enviáramos allí tres mil de infantería del castillo que tenemos como una de las reservas y quinientos arqueros y otros quinientos de la zona este de la frontera, aseguraríamos el bosque y podríamos coger ventaja en la guerra.

- Me parece muy buena idea lo de la infantería, pero no podemos enviar esa cantidad de arqueros fuera del castillo, tendríamos menos protección en las murallas, – echando una mirada de desagrado en el mapa - envía los arqueros del este al bosque y envía otros mil soldados de infantería en su lugar a la frontera, cómo tu has dicho, tenemos muy poco armamento y el próximo cargamento tardará unos meses en llegar.

- Pero señor, nuestros arqueros son mejores que los del enemigo, en cambio su infantería nos supera en numero, podríamos perder esta parte del territorio – le dijo, insatisfecho de la decisión del rey, aunque midiendo sus palabras en cada momento por temor a su fama de lo despiadado que es – y además sólo con quinientos arqueros no creo que podamos ganar en el bosque, nuestros tres mil de infantería podrían acabar con los dos cientos arqueros, pero deduzco que nos quedarían unos mil quinientos soldados o menos y como he dicho antes, ellos disponen de una infantería con mejor armamento – haciendo una pausa para repasar toda la estrategia mediante lo que el rey dispondría en cada lugar – lo más seguro que ganaríamos el combate, pero acabarían con nuestra infantería o casi toda y lo más seguro es que nos eliminasen a un cuarenta por ciento de los arqueros, si nos volvieran a atacar, no tendríamos medios para defendernos luego.

- ¡¡Entonces que utilicen la cabeza, y hagan algunos preparativos contra el enemigo!! – golpeando la mesa y esforzándose en no subir el tono de voz – ¡¡que hagan zanjas con aceite hirviendo o piensen en algo, si es que no son un hatajo de incompetentes!!...y si los arqueros observan que nuestra infantería a destrozado a sus flecheros y van perdiendo contra la infantería del enemigo, que hagan una descarga encima de los suyos y los nuestros – mirando a la cara de sorpresa del general.

- ¿A...atacar a nuestros propios soldados, señor? - le preguntó atónito, al no poder creer lo que proponía su rey.

- Las flechas y arcos valen dinero, por suerte los muertos no valen nada – lanzando una sonrisa de satisfacción al ver a su hijo disgustado al oír aquella barbaridad – para ganar hijo, a veces hay que hacer sacrificios, y todas las decisiones que uno toma tienen sus propias consecuencias, aunque a veces esas consecuencias no nos afecten a nosotros directamente.

- Escucha padre... - cortando en seco, al ver que su progenitor volvía de nuevo la cabeza hacia el mapa de nuevo, sin ningún interés en lo que le pudiera decir.

- Entonces hacemos lo siguiente, - le dijo a su general señalando el mapa.

De pronto, la voz de Romeo se alzó en toda la sala exigiendo atención, precipitando el mapa y todos los artefactos que había encima de la mesa al suelo con su mano, imponiendo un gran silencio en la sala, tanto por parte de su padre como de los nobles que había allí.

- ¡¡Ya es suficiente padre, me va a escuchar ahora!! - le dijo cabreado, observando la cara de tranquilidad que había en su padre y con la mirada en la mesa como si aún el mapa estuviera allí - ¡¡estoy cansado de hacer lo que a usted le apetezca, y de esa actitud hacia mi, soy su hijo, maldita sea!!

- General, déjenos a solas y lo mismo va por el resto – dijo calmado, pero con voz grave e imponente.

La sala empezó a quedarse vacía en unos instantes, ya que sólo un necio no se daría cuenta de que eso significaba que algo serio estaba a punto de pasar, y recibiría castigo todo aquel que se encontrara allí dentro. Al cerrarse la gran puerta del salón, pasaron unos inquietantes segundos de silencio.

- Así que eres mi hijo – dijo, sin siquiera moverse de como estaba – mi hijo...¡¡mi hijo!!, ¡¡eso es, mi hijo!! - dijo de repente, pasando de una voz sosegada a una actitud exaltada y muy disgustada, cogiendo su pequeña y afilada daga, poniéndosela de repente al cuello de su hijo, arrinconándolo contra la pared – si no te corto el cuello en este mismo instante, es por eso mismo, eso es de lo único que te sirve ser mi hijo, de lo contrario ya estarías muerto – poniendo su rostro frente al de su hijo a escasos centímetros, provocándole un pequeño corte al cuello de lo apretada que estaba la hoja, cayendo un pequeño hilo de sangre que recorría su garganta.

- No te tengo miedo padre, ya no – intentando no tragar saliva para no hacerse otro corte más.

- Veo que ese campesino te ha dado coraje y fe en ti mismo, eso esta bien – le dijo, estudiando el rostro serio de su hijo y soltando una media sonrisa – me odias, lo veo en tus ojos, ojalá pudieras ser tan severo con las otras cosas y no como era tu madre – quitando la daga de su cuello.

- ¡¡No diga nada sobre madre!! – le dijo serio y desafiante.

- Tu y ella os parecéis mucho, siempre pensando en el corazón y en los bonitos sentimientos, haciendo como si todo en esta vida fuera hermoso...¡¡pero no es así!! - gritó, y golpeando la mesa, mostrando toda su furia – ¡¡sois patéticos, ambos!!

- ¡¡Ella era amable y buena, como debe ser un rey!!, no como tu que eres malvado, egoísta y despiadado con todo tu reino – le reprocho con asqueo.

- ¡¡Y así es como debe ser!!, Romeo si no se controla a la gente con miedo, algún día pueden darte una puñalada por la espalda – caminando hacia su hijo y agarrándolo del brazo – Romeo, reacciona te lo imploro – agarrando con más fuerza cada vez su brazo – sólo los débiles, hacen las cosas que les dicta el corazón, si de verdad te importa tanto el pueblo te casarás con la princesa de Francia, de lo contrario no dispondremos de ejército suficiente y el pueblo será atacado por esos bárbaros.

- No pongas el destino del pueblo en mis manos, sólo por querer celebrar esa boda – le dijo serio y cortante, soltándose de ese brazo de su padre con un estirón – libera a Julietto, él no a hecho nada y no voy a casarme.

- Eres un necio hijo, pero como te he dicho antes toda elección tiene sus consecuencias, – dando la espalda a su hijo y mirándolo de reojo – si no celebras esa boda, no voy a liberar a ese campesino del por qué no se el motivo, te has encaprichado tanto en defender, elección y consecuencia hijo, elección y consecuencia – le dijo, tranquilo mientras se dirigía hacia la puerta para abandonar el salón – y Romeo, date prisa en la elección o mandaré a ejecutar a ese muerto de hambre – cerrando las puertas y dejando solo a su hijo, dando por finalizada la conversación.

El príncipe había quedado entre la espada y la pared, sabía que si no se casaba su padre mandaría a ahorcar a Julietto o algo peor, pero si lo hacía no podría estar con Julietto aunque sabía que su padre lo liberaría y además con ese ejército de Francia pondría en fuera de peligro a su tan querido pueblo, y más querido después de haber conocido a aquellos niños con Julietto que rebosaban de vida. Aquella situación le recordaba a su madre, la cual se había sacrificado a si misma junto con su corazón por el reino y el avaricioso de su marido. ¿Qué debía hacer?¿Qué podía hacer para cambiar el destino de Julietto y el suyo?; volvía a estar como en el lago, perdido, sin saber que camino elegir, aunque con la confianza de que encontraría la respuesta, gracias a las recientes palabras de su madre.

Al llegar a sus aposentos, dejó su espada encima de la cama ya que la encontraba muy pesada debido a su duro y largo día, aunque sólo hubieran pasadas unas horas y fuera la hora de comer. De pronto entró una chica de pelo medio largo de color castaño y los ojos del mismo color, junto con unas sabanas planchadas de color blanco en sus manos.

- Perdona señor...vengo a cambiar las sabanas de su cama – le dijo, con tono cariñoso al ver esa cara de cansancio y tristeza en su rostro.

- Hola Marie, - pasándose las dos manos por los ojos mirando el suelo - ¿cómo se encuentra?.

- Muy bien señor, gracias por preguntar – le dijo con una sonrisa y empezando a deshacer la cama y quitando las antiguas sabanas.

- No me trates de señor Marie, trátame de tú, eres de las pocas personas que me importan en la vida y no me gustaría perderte – le dijo, mirándola con una pequeña sonrisa pero distraído al pensar en cómo se debía encontrar Julietto en esos momentos - ¿sabes algo de un chico que han traído los soldados como prisionero?

- No se mucho señor...digo Romeo – viendo la pequeña sonrisa de éste al ver como se corregía – sólo que he visto a los soldados burlarse constantemente de él, y me han prohibido darle nada de comer hasta mañana.

- ¿Qué? - dijo Romeo, incrédulo a lo que había escuchado - ¿quién te ha ordenado eso?

- Su padre – le dijo preocupada – ¿es por ese motivo por el cual está triste?, ¿es por ese chico? - le preguntó, poniendo las sábanas nuevas en la cama, mientras él la observaba.

- Marie, ¿puedo hablar contigo de una cosa sin que se entere mi padre? - le preguntó, invitándola a sentarse en la cama junto a su lado.

- Claro, ya sabe que puede confiar en mi – le dijo, preocupada al ver su rostro inquieto.

- Cuando conociste a tu marido, ¿cómo te sentiste? - le dijo, atento a la respuesta de su sirvienta y como él la consideraba, una amiga con la que poder confiar.

- Bueno, yo la verdad me casé con el pretendiente que mis padres eligieron y la verdad al principio odiaba a ese hombre y ese compromiso, yo era muy joven tenía 21 años pero con el paso del tiempo

aprendí a aceptarlo y ahora tenemos un niño y una niña, son mellizos y tienen 4 años.

- Entiendo, entonces ¿creés qué debería casarme con esa princesa de Francia, aunque no éste enamorado? - le dijo con tono triste, aunque dispuesto a hacerlo sólo para salvar a Julietto por mucho que le doliera tomar esa decisión.


- Creo que tu corazón pertenece a otra persona, eso me dice vuestro rostro, ¿me equivoco? - le dijo, subiendo la mirada de su cara con una de sus blanquecinas manos.

- Mi corazón, no lo sé...hace muy poco que la conozco a esa persona, lo que siento no tiene sentido, es de locos – le dijo, confuso e intentando encontrar una respuesta a todas sus preguntas.

- Al amor no hay que encontrarle el sentido, sino servir a las emociones que están dentro de nosotros y el amor siempre esta loco, al igual que aquella persona que lo siente hacia otra – le dijo, riendo al ver la cara de atención y cuidado que le ponía a sus palabras.

- Pero, es que lo que siento hacia esa persona no es lo que me preocupa, sino la persona sobre que siento ese amor – mirando seguidamente a los ojos de la mujer, estudiando su rostro y su cara.

- ¿Puede ser qué sea ese chico apresado de hoy, el culpable de esos sentimientos? – le dijo, aunque esas palabras fueran una pregunta el rostro de ella y sus gestos afirmaban sus ideas.

- Así es, - afirmó, levantándose de la cama y empezando moverse con las manos en la cabeza – no se que hacer, si mi padre se entera matará a Julietto de eso no cabe duda y estoy seguro de que ya lo está sospechando, no le quiero poner en peligro – le dijo con desesperación implorando ayuda, aunque no la pidiera - ¿creés que es normal lo que me está pasando?, al fin y al cabo él es un chico, otro hombre...ya de por si eso es muy extraño, aunque tampoco puedo evitar extrañarlo a pesar de que sólo he pasado con él una noche, y aunque me de miedo decirlo, me siento muy bien a su lado y siento una gran atracción por él – callando de repente y echando un vistazo a la situación y a su sirvienta mirándolo fijamente con atención – seguro que piensas que estoy loco, ¿no es así?.

- No, sólo estoy asombrada de lo enamorado que está de él – le contestó con una risa, poniéndose la mano a la boca, haciendo reír al príncipe Romeo – lo siento señorito, pero me alegra que ese chico le haga tan feliz – le dijo, con sinceridad y amabilidad en su rostro, aquella sonrisa y alegría que le hacía recordar a Romeo, la felicidad que mostraba su madre con él de pequeño – Romeo, creo que ese chico le hace muy feliz, eso es lo que verdaderamente pienso y estoy muy contenta por usted, es verdad que mirándolo de le perspectiva social y las leyes de su padre, sería algo pecaminoso y muy fuerte para la gente y hay gente que no lo entiende y no lo entenderá, pero yo creo que aquello que te dicta el corazón es lo correcto, y esas siempre son las decisiones que en verdad son las más acertadas, además el amor es algo bueno y no hace mal a nadie sea del mismo sexo o no, incluso nunca se sabe si ese amor puede hacer feliz incluso a alguien más, creo que merece ser feliz Romeo, es un buen hombre y si tu felicidad está con otro hombre, así deseo que se cumpla.

- Gracias, en verdad te agradezco que estés aquí, – levantando a Marie y dándole un fuerte abrazo – ahora sólo queda un problema, si no me caso mi padre no liberará a Julietto y si lo hago no podré estar con él, creo que al final todo esto no será más que un sueño.

- He oído que tu padre ordenó quemar la casa de ese buen chico, ¿es verdad? - le preguntó, empezando a pensar en una idea muy arriesgada pero que podría funcionar.

- Así es, - le dijo, observando como ya estaba tramando algo su sirvienta y recordando otra cosa por la cual siempre se lo había contado todo a ella, siempre le ayudaba con las ideas que ella tenía que eran de envidiar, ya que todas siempre daban resultado - ¿qué se te ha ocurrido?.

- Podría funcionar, aunque eso dependiendo de como sepa manejar usted a su padre y de lo bien que actuéis y el cuidado que tengáis tú y Julietto – le dijo, seria y una mirada de preocupación a que Romeo pudiera correr peligro, aunque si lo pensaba bien tanto ella como Romeo y Julietto, lo pagarían muy caro con un simple fallo, pero estaba dispuesta a ayudarlo por la amistad que tenía con su madre y el cariño hacia él.

- Cuéntamelo, pero después tráeme algo para comer aquí y también trae comida para Julietto, no voy a consentir que le hagan sufrir a través del hambre, yo mismo se la llevaré.

Continuara...

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