28 de agosto de 2013

Romeo x Julietto (il-Divo, Por ti seré)






Capítulo 4: Zafira y Torelio...Recuerdos maternales


Al cabo de unos segundos de gran silencio y confusión, los soldados que agarraban la boca de Julietto, abandonaron a éste para recurrir a sus espadas e ir contra el agresor y unirse con su otro camarada, que antes había llevado al príncipe a su caballo y ahora se enfrentaba contra él. En un instante se vio rodeado por tres soldados, dispuestos a vengar a su capitán aunque eso significara matar a su futuro rey.

- Deteneos – ordenó el rey imponiendo su voz en aquel lugar.

- Pero señor, ha matado a nuestro capitán – alternando con los ojos a su rey y sin perder de vista al asesino de su superior.

- Lo sé – pero es mi hijo y vuestro futuro rey, si es que madura algún día – echando una mirada de furia a su hijo, la cual su hijo prefirió no enfrentar al ver como estaban las cosas, sabiendo que todo lo que hiciera se lo haría pagar a Julietto de alguna manera – le diremos a la familia del capitán, que a muerto con honor por defenderme, al fin y al cabo para eso estáis los soldados, para proteger al rey – mirando con autoridad al soldado, el cual perdió toda valentía contra esa mirada, sabiendo que el destino de su vida dependía de las palabras de aquel hombre.

- Como...o...ordene mi rey – volviendo a enfundar su espada, y ordenando al resto de sus compañeros lo mismo con un movimiento de cabeza.

- Ahora, haced el favor de llevaros a ese muerto de hambre a los calabozos – ordenó, mientras daba la vuelta a su caballo de regreso al castillo, - no le hagáis daño, al parecer mi hijo está muy apegado con el muchacho – riendo con burla, invitando con una mirada de reojo a sus soldados que lo acompañaran con sus risas, lo cual en Romeo provocó una gran rabia de matar a golpes a todos ellos, pero la nostalgia de ver como se había convertido su vida y como era antes, le hacía sentir miserable, sentía como si algo punzante e invisible atravesase su alma, provocando que no pudiera contener las lágrimas, por todo lo que había sucedido, lo que pasaba y lo que iba a pasar, aunque siempre todo acabará de la misma forma, así como quería su padre sin importar la opinión de él.

En el instante en que el jinete que llevaba maniatado a Julio en el caballo, pasó por el lado de Romeo, el rubio aprovechó la ocasión para acercarse lo más posible a su oído.

- ¿Hemos encontrado el amor verdadero, no crees? - esas palabras en vez de ayudar, aún lo dejaron en shock mientras se quedaba mirando a esa persona que le había acabado de confesar su amor o así lo creía él, mientras el rubio le mostraba una de sus mejores sonrisas a pesar de su situación, dejando al que había sido su invitado minutos atrás en la casa, mientras él se acercaba a su próximo hogar, el calabozo.

- Se me olvidaba – dijo de repente el rey, parando todo el desfile de detrás de él – quemad la casa y el huerto – ordenó, sin siquiera girar la vista atrás y prosiguiendo con la marcha hacía el castillo, en ese mismo instante uno de los soldados que iba a caballo, observó el ligero humo que salía del lado de la casa y fue a mirar, regresando inmediatamente y parando al lado de su fallecido capitán.

Romeo por mucho que quisiera gritar a los cuatro vientos para desahogar la rabia que tenía hacía su padre y el dolor de ver como gente inocente como Julietto, sufría por culpa de él al haber sido desobediente en sus obligaciones, por sus estúpidos sueños y su lealtad hacía el amor. De repente recordó que su madre era quien lo había educado así y siempre había creído ciegamente en las palabras de su madre, ¿estaba equivocada su madre?; ¿en verdad, el amor era una tontería, que simplemente hacía las cosas más difíciles?.

Mientras el heredero del reino estaba en sus pensamientos, el soldado había bajado del caballo y arrastrado el cuerpo de su superior dentro de la casa, se había ido en la pequeña hoguera que había encendido Julio por la mañana, cogió uno de los troncos que estaban ardiendo y antes de arrojarlo, observó aquella cara con la mirada perdida del príncipe. Aunque ese rostro inundado en lágrimas toco la fibra sensible del soldado, el temor hacía el padre del joven era mayor, y sin ningún aviso incendió la casa, en pocos segundos toda ella ardía.

El calor que la casa producía hizo que Romeo saliera de sus pensamientos, solo había visitado la casa una sola vez y ésta ya estaba reduciéndose a cenizas, se sentía como si fuera el portador de la destrucción de aquellos a quienes quería. No podía seguir contemplando ese montón de troncos ardiendo que antes habían formado un hogar, las preguntas y dudas que le llegaban en la cabeza eran demasiadas, necesitaba tranquilidad y pensar con calma, por suerte él tenía ese sitio, cogió su caballo y con las lágrimas aún brotando de sus mejillas hecho un último vistazo a la casa y se fue cabalgando.

Al llegar pudo contemplar que el lago seguía igual de hermoso que la primera vez que lo visitó con su madre, se bajó del caballo dejándolo en libertad para que pudiera beber y pasear a sus anchas y se fue a la orilla a sentarse.

- (¿Hemos encontrado el amor verdadero, no crees?), - esa pregunta no dejaba de repetirse en la cabeza de Romeo – Julietto, ¿en verdad lo que estoy sintiendo es amor?; ¿cómo puedo saberlo? - aquellos pensamientos en voz alta eran cada vez más confusos, hasta que un recuerdo sin previo aviso, se apoderó de su mente.

- Madre, ¿me quieres? - le dijo el niño, sentado a su lado y completamente mojado después de haber tenido una gran diversión dentro del lago.

- Claro, ¿a qué viene esa pregunta Romeo? - le dijo, con una sonrisa y extrañada por lo que le podía estar rondando en la cabeza.

- Es que, todos los que se quieren como mi primo y su hermana se han casado – le dijo nervioso a su madre – y...yo no quiero casarme contigo – sonrojándose a las risas de su madre.

- Tranquilo, no creo que suceda algo así – acariciando el pelo de su hijo – tus primos tienen 22 años los dos, aunque es verdad que algunos amores son un poco especiales – sonriendo al ver el rostro de su hijo, intentando meditar todas aquellas palabras, - aunque entre los nobles como nosotros esto suele pasar, tu papa es mi primo.

- Lo sé, pero yo no quiero casarme con una prima, todas son muy feas y algunas me pegan – le dijo, preocupado – además sería raro.

- Y me alegro de que quieras eso – le dijo sonriente – escúchame, quiero que me prometas una cosa – le dijo, cogiéndole por las axilas y sentándolo encima de sus piernas.

- ¿El qué? - le dijo con curiosidad.

- No tienes que preocuparte de estos temas a tu edad, pero quiero que me prometas que el día que te cases sea por amor y no por obligación, lucha por las cosas que ames sin importar el tiempo que necesites para tenerlas y conservarlas – acariciando el rostro de su hijo con cariño, - ¿me lo prometes?

- Esta bien mamá – le dijo aún sin acabar de entender del todo a su madre.

- Y Romeo, sobre lo que has dicho que es raro lo de tus primos, bueno ellos tienen la suerte de que se quieren de verdad, no importa con quién estés en un futuro, con o sin lazos de sangre, con sólo de que sintáis lo mismo, es suficiente.

- Pero, ¿crees que yo voy a enamorarme?; ¿cómo sabré que lo que siento es amor?, a ti te quiero mucho, pero no quiero casarme – mientras Romeo le formulaba las preguntas, ella sonreía aunque hizo un suspiro al ver que esa conversación no tenía fin.

- Romeo, ya te he dicho que eres muy pequeño para preocuparte de estas cosas, ya lo entenderás cuando seas mayor, pero sí, creo que te vas a enamorar o eso espero – pensando en lo gracioso que era con sus preguntas, por culpa de la inocencia de su edad – digamos que no se sabe cuándo uno va a sentir ese amor, puede ser dentro de un día, al cabo de un año o dentro de cincuenta, pero llega el día en que hay una persona que resulta ser muy importante en tu vida, que sin ella sientes como si te faltara algo para estar completo y que lo darías todo por esa persona, eso es amor Romeo, pero no confundas lo que es el amor maternal que tiene una madre con su hijo, es amor también, pero diferente – al ver que su hijo ponía cara de no haber entendido del todo sus palabras, empezó a reír – ya lo entenderás cuando seas mayor – besando la frente de su hijo con suavidad.

- Seguro que tendré la mejor de las chicas – sonriendo a su madre, con sus rojizas mejillas que lo hacían más tierno de lo que ya era a su edad.

- Seguro que así será – riendo y haciéndole cosquillas por las costillas y el estómago con las manos, de pronto la imagen de su marido le vino a la mente, cambiando en el mismo momento su rostro a tristeza, recordando por lo que tenía que haber pasado al casarse por obligación, no quería que su hijo pasara por lo mismo, lo único bueno que había en su vida en esos momentos – cásate por amor Romeo – le susurró.

Al ver a su madre triste tan repentinamente, se levantó de sus piernas y la abrazó desde la espalda, juntando sus brazos alrededor de su cuello.

- Te quiero mamá – le dijo al lado del oído, sonriendo a ese acto de cariño por parte de su hijo.

- Y yo a ti Romeo – respondiendo al abrazo de su hijo, agarrando las manos de delante suya – siempre estaré ahí.

Esos pensamientos habían hecho que se sintiera aún más miserable, había dejado que se llevarán a Julietto, que sin duda era importante para él porque sino qué explicación había por esas lágrimas que derramaba y esa culpa que le hacía sufrir tan profundamente por dentro. Sus ojos no perdieron de vista ni un momento aquellas dos mariposas que revoloteaban entre ellas, como si estuvieran danzando encima del lago.

- Madre, parece ser que el amor de mi vida no ha sido como esperaba de pequeño – sonriendo al recordar sus palabras << Seguro que tendré la mejor de las chicas>>, al secarse las lágrimas que le nublaban la vista en alguna ocasión, pudo sentir que esos recuerdos le habían despertado ese tan deseado cariño maternal que no recibía desde hacía tantos años y que le mantenían tan seguro las palabras de bienestar de su madre, - parece ser, que no ha sido ninguna chica y mucho menos alguien de familia adinerada, ni noble pero... - agachó la cabeza encima de sus rodillas para intentar no volver a llorar, - pero...lo amo, lo amo madre, lo amo...con él me siento seguro y querido, me siento importante para alguien, es bueno con los niños y...y es muy amable, no importa que sea pobre, me gusta así como es, ¿qué debo hacer madre?, si me enfrento a padre, Julietto podría pagar las consecuencias.

Los minutos iban pasando, mientras seguía sentado en la orilla del rio confuso y temblando con sólo pensar que era lo que le podían estar haciendo a Julietto en esos momentos. De pronto, el cantar de un pájaro le llamó la atención, el ave lo miraba fijamente mientras seguía con sus cantos, como si intentara decirle o explicarle algo, hasta que alzo el vuelo y se hundió en medio del lago, Romeo se levantó preocupado al ver que no había rastro de ese hermoso pajarillo, para su sosiego inmediatamente salió de las profundidades, batiendo las alas para deshacerse del agua de sus plumas, empezó a volar hacia él y en el momento en que pasó por encima de su cabeza dejó soltar una piedra de su pico, que agarró Romeo con ambas manos, volviendo el ave a su sitio.

El chico se quedó mirando la piedra pequeña, azul y cristalina como la que tenía en su colgante y que regaló a aquella simpática niña llamada Giselle.

- Ya veo – mirando con una sonrisa al pájaro, al hacerle recordar una historia que le contó su madre en ese mismo lago una vez, el mismo día en que encontró una piedra parecida a la que tenía con las manos y con la que se hizo un colgante – el corazón de Zafira y el mortal Torelio.

- Madre mira lo que he encontrado – enseñándole una piedra azul entre las manos – estaba en el fondo del lago.

- Que bonita – le dijo con una sonrisa – es un pedazo del corazón de Zafira – cogiendo aquella celeste y reluciente piedra.

- ¿Corazón de Zafira? - preguntó extrañado al no entender a qué se refería - ¿Quién es Zafira?

- Ven Romeo – extendiéndole los brazos para sentarlo encima de sus piernas – hace mucho tiempo, en este lago vivía una diosa llamada Zafira, se dice que era la encargada de proteger este bosque y su lago de aquellos que le querían mal, también se dice que ella vivía dentro del lago y le daba poderes curativos al agua para aquellos que lo merecían, ella como todos tenía padre, se llamaba Nixus, se dice que es el dios de las gélidas nieves y tenía a su hija bajo una gran protección y no permitía que otros dioses se acercaran a su tan querida hija.

- El nombre de su padre parece de hombre malo – le dijo preocupado por Zafira, su madre simplemente se limitó a sonreír y continuó con el relato.

- Un día, un chico entró en el bosque y Zafira se percató de ello, lo estuvo vigilando durante todos los días que se adentraba entre sus árboles, Zafira observó como el chico siempre traía migajas de pan para dar de comer a las aves, siempre estaba feliz, mostrando una sonrisa que sin darse cuenta fue el motivo de su gran amor que crecía hacia ese joven, al no poder reprimir más la curiosidad por conocer a aquel joven se le apareció delante de él, según dice la leyenda, su cuerpo estaba hecho de agua que recorría su cuerpo como si fuera una cascada y sus ojos eran igual de celestes que el mar, Torelio, así se llamaba el chico se sorprendió al saber la identidad de la mujer, los días fueron pasando hasta que un día sucedió lo que ambos se habían esperado, se habían enamorado el uno del otro, pero aunque ella podía adoptar su cuerpo a una forma carnal para poder tocarlo y besarlo, había un problema que entristecía a Zafira, era inmortal, aunque Torelio le dijo muchas veces que aunque su cuerpo fuera mortal, su amor entre ellos no lo era y que viviría para siempre, Zafira no quería volver a quedar sola hasta el fin de los días sin su querido Torelio.

- ¿Y el padre de Zafira, qué hizo? - le dijo el pequeño al pensar que si el padre de Zafira era tan celoso, que había pasado con él.

- Nixus, el dios de las nieves no sabía nada acerca de la relación de su hija con el mortal Torelio, ya que todo lo llevaban en absoluto secreto al ser conscientes ambos de la ira del padre de Zafira, pero su inmortalidad pesaba cada vez más en su consciencia y cometió su primer error, fue al inframundo donde le contó al dios Morsda dueño de ese lúgubre lugar su situación, él que era un dios avaricioso le dijo que a cambio quería sus poderes, ella aceptó pero sólo el día en que ella muriera, a cambio el dios de la muerte le hizo una poción que la convertiría en mortal y le dijo que no diría nada a su padre. Por desgracia, el dios de la muerte no tenía planeado esperar tanto para recibir los nuevos poderes, que se le habían prometido a cambio de la poción y fue a contárselo al cabo de un tiempo al dios Nixus. Al enterarse y saber que no podía deshacer los contratos con los otros dioses que había hecho su hija, juró que mataría al que había convertido en mortal y tocado a su preciosa hija.

- Que canalla es el dios de la muerte Morsda – le dijo, con tono rabioso al pronunciar su nombre.

- Lo que viene a decir la leyenda es que por amor se hacen sacrificios y que así como hay grandes y buenos sentimientos, también existen de muy oscuros – observando como su hijo mostraba una gran atención como siempre en sus historias, - como decía, un día Nixus los sorprendió a ambos besándose al lado de lago, al ver a su hija humana y frágil como la veía si dar tiempo a que su hija se explicara, al estar Torelio delante de Zafira, éste recibió el hechizo del enfurecido dios, convirtiéndolo en un árbol como castigo de haber entrado en el bosque y deshonrar a su hija, ella al aún conservar sus poderes fue a por el agua del rio capaz de deshacer aquel encantamiento, pero su padre en el intento de detenerla, empezaron a discutir lo que provocó que invadido por la cólera, congelara a su hija, haciéndola pedazos de hielo que se hundieron en el lago, por mucho que intentó deshacer lo que había provocado no pudo y nunca más se supo de él, mientras que Morsda obtuvo los poderes que ansiaba, pero el amor hacia Torelio hicieron que nunca pudiese utilizar aquella agua con tantos poderes curativos, al ser expulsado de este bosque cada vez que lo intentaba por su oscuro espíritu y sus diabólicas intenciones.

- Vaya que triste historia, pero ¿por qué lo has llamado corazón de Zafira? - le preguntó al recibir de nuevo la piedra de parte de su madre.

- Bueno, se dice que cuando fue congelada, los únicos trozos de hielo de ella que no se fundieron en el agua, fue su corazón que se congeló por toda la eternidad, conservando el amor de Torelio y Zafira, la leyenda cuenta que el que lleve uno de esos trozos de su corazón, será conducido a su amor verdadero.

- Entonces me haré un colgante con este trozo de piedra o hielo – dijo mirando detenidamente el objeto encontrado, al ver que era transparente como el hielo, pero azul y mucho más duro que una piedra.

- Me parece una estupenda idea, Romeo – mirando con una sonrisa a su hijo.



Continuara...

No hay comentarios:

Publicar un comentario