22 de abril de 2014

Romeo x Julietto (il- Divo, Por ti seré)



Capítulo 9: Discusiones y Condiciones

- ¡Angelo!...¡Angelo! - llamando al caballero que seguía su camino, sin hacer caso alguno de la persona que lo llamaba - ¡Angelo, espera!, ¡Angelo, te ordeno que te detengas como tu superior y príncipe! - haciendo detener al chico de pelo oscuro tan bruscamente que hasta Romeo se detuvo en su persecución por el pasillo.

- ¿Qué me lo ordenas? - le preguntó de espaldas a él, con un tono tan frío que hasta el heredero del reino por unos instantes sintió peligrar su vida misma - ¿qué te crees? - le volvió a preguntar, mordiéndose el labio inferior de rabia, mientras que con los ojos cerrados agachaba su rostro, girándose y caminando lentamente hacia el primogénito de su rey – es increíble lo asquerosa que se vuelve la vida de alguien al estar controlada por otra persona – le dijo, con pura rabia y resentimiento, hasta que al final lo tuvo delante suya y subió su mirada desafiante - ¿cómo mi príncipe...Romeo? - le preguntó con una sonrisa y a la vez superioridad, agarrándolo por el pecho con sus musculosos brazos, levantándolo apenas unos pocos centímetros del suelo - ¿príncipe?, hasta yo soy más príncipe que tú – soltándolo con delicadeza como muestra de lo insignificante que era para él – además, ambos sabemos que en según que cosas eres más princesa que príncipe – intentando herir su hombría y consiguiéndolo con mucha facilidad aunque recibiendo un bofetón que le partió los labios.

- ¡Cállate!, ¡no consiento que te burles de mi! - viendo la cara de sorpresa al no esperarse el guantazo.

- Lo ves, incluso lloras por la mínima situación que te ponga en inferioridad – viendo dos lágrimas que recorrían las mejillas de Romeo – incluso pegas como una doncella – sintiendo asco al recordar que una vez sintió algo por ese desecho humano, saboreando la sangre que éste le había producido – te enseñaron a pegar como un hombre Romeo, incluso yo te ensené...por una vez en la vida demuestra que eres ¡¡un hombre!! - asestándole un rodillazo en el estómago seguido de un puñetazo descendente en el rostro que lo dejo al suelo dolorido - ¡¡si vas a pegarme Romeo, no me insultes y hazlo como un hombre!!

- Has cambiado Angelo, cuando yo y tu hermano sólo queríamos lo mejor para ti – le dijo, con voz temblorosa y ahogada por el golpe en el abdomen - ¿qué te ha pasado?.

- ¡¿Qué dices?! - le preguntó furioso, - ¡no intentes hacerme quedar como un estúpido!, ¡¡mataste a mi hermano, lo condenaste tú mismo!! - agarrándolo con furia del suelo y empujándolo contra la pared, acercándose a su oído – yo...yo sólo quería hacerte feliz Romeo – sorprendiendo a éste por esa tan apenada voz que reflejaba tanto dolor y cariño a la vez, haciendo sentir a Romeo unos sentimientos que consideraba perdidos hace mucho tiempo – te quería más que nada y de todo corazón...pero...pero tú...tú me lo agradeciste de ese modo – poniendo una mano en el cuello de Romeo, empezando a apretar su garganta a lo intentos desesperados de su superior para liberarse – te odio...te odio Romeo, nunca te voy a perdonar – le decía con los dientes apretados en pura furia e instinto asesino, mientras lo poco que le quedaba de oxigeno en los pulmones al otro iba despareciendo poco a poco, hasta que le soltó haciéndole caer sentado al suelo intentando coger aire – dime Romeo...por...¿por qué lo hiciste? - le preguntaba abatido emocionalmente a los recuerdos de su cabeza, retrocediendo y apoyándose a la pared del otro lado, mientras Romeo lo miraba preocupado viendo el dolor que le estaba causando sin poder hacer nada.

- No...no puedo decírtelo Angelo, - apretando sus puños al suelo con rabia al no poder hacer nada para remediar eso – lo prometí, a pesar de que tu me odies – siendo incapaz de moverse o hacer algo excepto llorar, pues esa historia tan bonita que acababa recordando siempre y que le dolía al recordar su final trágico, pues hubiera dado lo que fuera para cambiar eso cada uno de los días que habían pasado desde ese entonces.

- Entiendo, así que condenaste a mi hermano y no puedo saber el por qué – asestando un puñetazo a la pared mientras se recomponía como el soldado que siempre había sido – eres de lo peor Romeo, aunque te haré sufrir exactamente igual – le decía con rencor y dándole la espalada – te lo prometo, por el amor que te tuve, te lo prometo.

- ¡No le hagas nada a Julietto!, ¡¡Angelo!! - le empezó a gritar al ver que se iba sin prestarle la mínima atención - ¡¡Angelo por dios, quiero que hablemos!! - le dijo, desesperado captando la atención de éste.

- ¡¿Hablar?! - le preguntó furioso, caminando velozmente hacia él y agarrándole por los hombros – ¡¿dime por qué condenaste a mi hermano?!, ¡¿sabes por todo lo qué estoy pasando?!, ¡¿te haces una idea?! - mientras con su mirada estudiaba el rostro lagrimoso y desconcertado de Romeo – si no lo haces Romeo, te juro que le haré daño a ese campesino – le amenazo con un rostro desesperado por entender de una vez el asunto de su hermano y furioso por ese campesino, el causante de todo lo que le estaba sucediendo - ¡¡¿a quién diablos se lo prometiste Romeo, que tanto te importa cumplir esa promesa?!!

Al darse cuenta de que su tono de voz empezaba a ser bastante alto, decidió sosegar su ira, tristeza y las penurias que le venían a la cabeza, seguidamente le dio la espalda con intención de marcharse de una buena vez a sus camerinos cuando la mano de Romeo en su hombro lo detuvo.

- Fue...fue a tu hermano – haciendo abrir los ojos como platos a Angelo, dejándolo confundido sin saber que pensar, ¡no era posible!, ¡¿qué locura era esa?! - fue él el que me hizo prometer que no te dijera nada sobre el motivo por el que fue sentenciado por mi...¡él me lo hizo prometer Angelo!, aunque nuestra amistad se rompiera, no puedo decirte nada – sin duda aquello era una broma de mal gusto, ¡¿por qué diablos su hermano iba a hacerle prometer a Romeo, su ejecutor, que no le contase nada a él?!, ¡¿qué significaba todo esto?!...los sollozos de Romeo de detrás suya lo devolvieron fuera de sus pensamientos.

- Sabes Romeo...eres un maldito mentiroso, sino quieres contarlo no hace falta que te inventes historias – aquella respuesta sorprendió al príncipe, viendo como éste se intentaba largar de nuevo sin creerse nada, al intentar detenerlo por el brazo de mala gana y un estirón se liberó de su mano.

- Te estoy diciendo la verdad Angelo – le decía roto por dentro como por fuera, pues nada había servido confesar aquello, a la vez que sentía haber fallado a la palabra que le dio hace tantos años al hermano mayor de Angelo, quien siempre le protegió y cuido como otro hermano.

- ¡¡Cállate!! - le ordenó furioso girándose unos segundos para observarle con rabia y seguir su camino – no quiero oír más estupideces esta noche – viendo con el corazón acelerado como su antiguo amor se marchaba de allí, quedando solo en el pasillo, con el ruido de la celebración de su padre detrás de la gran puerta, que con el ruido que hacían nadie había oído absolutamente nada.

Al cabo de unos segundos de confusión por como se sentía por lo sucedido con Angelo, le vino a la mente las condiciones que le tenía que proponer al rey a cambio del casamiento con esa francesa. Ahora estaba de fiesta y sabía que su padre no le gustaba que lo interrumpiesen en medio de una celebración, aviso a una de las sirvientas y le dio la orden de que avisara a su padre de que él quería verle y que se encontraría en sus aposentos.

Angelo entró en su habitación destrozado sentimentalmente, cabreado por todo lo que rodeaba la historia de su hermano y confuso por la revelación de Romeo, aunque le hubiera dicho a éste que no le creía, sabía en el fondo de su corazón que Romeo no es mentiroso con las personas que quiere, siendo también consciente de que aún le hace sentir algo al príncipe.

- ¡¡Maldito sea este reino!! - cerró la puerta con brutalidad y quitándose la espada de mala gana, lanzándola encima de la cama - <<fue tu hermano, fue él el que me hizo prometer que no te dijera nada sobre el motivo por el que fue sentenciado por mi...¡él me lo hizo prometer Angelo!>> - esas palabras resonaban en su cabeza, mientras se sentaba en el suelo al lado de su lecho – (no lo entiendo hermano, ¿qué le hiciste prometer a Romeo a cerca de tu muerte que no quieras que sepa yo?,...esas últimas palabras que me dijiste el día anterior a la ejecución, siempre me han hecho ver que tu muerte es más de lo que parece, ¿pero el qué hermano?, ¿por qué no puedo saber lo que paso ese día?.

<< Hermano, ¿por qué te hacen esto?, ¿por qué Romeo te ha declarado culpable?, hermano no quiero que mueras – le decía confuso e incrédulo al darse cuenta de que faltaban unas horas para que su querido hermano mayor despareciera de su vida para siempre, mientras se aferraba a su cuerpo encadenado a la pared del calabozo, como si de esa forma la muerte no pudiera arrebatárselo de sus manos.

- No llores, Angelo mírame – le dijo con palabras delicadas y cariñosas para consolar a su hermano menor que no cesaba de llorar – quiero preguntarte una cosa Angelo, ¿odias ahora a Romeo? - éste vio como su hermanito lo miraba con sorpresa al no esperarse esa pregunta, Angelo aparto la mirada unos momentos pensativos dándose cuenta Basilio de que lo que había dicho Romeo sobre su amor con Angelo era cierto.

- Yo...le odio, no entiendo por que a hecho esto, él era tan bueno, tan simpático, era mi mejor amigo – le decía entre llantos sin consuelo – lo odio hermano, debes de escapar ahora – le dijo, al ver como Angelo estiraba las cadenas de la pared, intentando arrancarlas, haciendo un esfuerzo inútil.

- No odies a Romeo – le dijo – él es un gran chico – añadió, viendo que su hermanito no escuchaba - Angelo, dejálo estar – sintiendo como se rompía su corazón al ver el dolor que causaba su muerte a su hermanito.

- ¡No quiero!, ¡no quiero! - decía cada vez más nervioso y el pulso acelerado - ¡maldita sea, por qué no se rompen! - gritaba sin ser consciente de las consecuencias de lo que intentaba hacer.

- ¡Angelo déjalo! - le ordenaba con un tono algo más serio por miedo a que el carcelero entrará por sus gritos infantiles, diciendo que lo iba a liberar.

- ¡No hermano, te voy a soltar, tu no has echo nada malo! - le gritaba mientras con la fuerza con la que estiraba se hacia sangre en las manos – ¡¡tú no mataste al general Alessio, se que no lo hiciste!!.

- Angelo – volvió a pronunciar, dándose cuenta de que el carcelero intentaba abrir la puerta para ver que ocurría - ¡¡Angelo, maldita sea, yo lo mate...¿entiendes? yo lo mate, mate al general Alessio por que quise!!, ¡¡ soy culpable hermanito!!- le gritaba sin vacilación, sorprendiendo a Angelo, pues esa era la primera vez que le hablaba con odio - ¡¡deja de incordiar hermano!!, ¡¡carcelero, llévate a este mocoso, sólo me esta molestando!! - aquellas palabras dejaron abatido al niño, dejándose llevar por el carcelero pues no entendía la reacción de su hermano mayor, Basilio - ¡¡ y no vengas a mi ejecución, no quiero que me arruines los últimos segundos de vida viendo tu cara!!.

- Herma...hermano – no le salían las palabras y el dolor que lo apuñalaba cada vez más fuerte era insoportable, pues su corazón de trece años aún no había experimentado tal dolor en la vida.

- (Lo siento, Angelo me duele haberte hablado así pero debo protegerte y a Romeo también, aunque eso sea dar mi vida) – pensaba en silencio mientras observaba como la puerta de su calabozo se cerraba, escuchando cada vez menos los llanto de su hermano – (te quiero hermanito, y me entristece ver tus lágrimas y más si son provocadas por mi culpa, me gustaría volver a decir lo mucho que te quiero pero sólo empeoraría las cosas) – las lágrimas empezaron a florecer en silencio por su rostro – (te dejo en buenas manos Angelo, tienes a Romeo, espero no le culpes por esto...Romeo cuida a mi hermano por mi tal y como me prometiste). >>
Por ti seré más fuerte que el destino,
por ti seré tu héroe ante el dolor
yo sin ti estaba tan perdido
por ti seré mejor de lo que soy.


- Hermano te eche tanto de menos, nunca te voy a olvidar, pero necesito sabe que es lo que paso ese día, sea como sea – mientras se volvía a meter en sus recuerdos felices con su hermano que hacían que no perdiera la compostura en un día de esos.

Entre tanto, Romeo esperaba impaciente a su padre y dolorido por lo sucedido con Angelo, aunque se acordó de un consejo que Basilio Di Salvo le dijo una vez y que en situaciones dolorosas siempre lo tenía presente, <<Cuando estés triste, recuerda aquellos seres que te hicieron feliz en su vida, pues ellos te darán el amor que en ese momento te falta>>, y así lo hacía muy a menudo, de esta forma lo que estaba pasando en esos momentos, era consolado por ese buenos recuerdos de muchas personas que le dieron su cariño en alguna ocasión.

La puerta al fin repicó, dejando entrar a continuación a su padre más feliz de lo habitual, estando muy claro de el por qué, ambos se miraron con seriedad pues había peligro de que no estuvieran de acuerdo en lo que le tenía que proponer su hijo.

- Dime, ¿qué condiciones son esas de las que hablas? - le preguntó sin dejar de romper el contacto visual con aquellos ojos tan marrones como la tierra que estaban llenos de confianza y seriedad - ¿me imagino que será por ese Julietto, cierto? - acercándose más a su hijo para intimidarlo en su siguiente pregunta y descubrir si decía la verdad mediante el nerviosismo que pudiera mostrar – sabes hijo, hay una cosa que nunca te he contado y esta penado por la guillotina en mi territorio, aunque han sido muy pocos los casos, no hay cosa que más asco me de, que ver a dos hombres juntos – le explicó estando a unos centímetros del cuerpo de Romeo – aunque no sólo lo digo yo, el buen dios también lo pena con tormentos en el infierno, pues no hay más cosa aberrante que dos hombres teniendo actos carnales – los ojos verdosos del rey, investigaban cada minúsculo movimiento del rostro o acto que mostrará que su hijo sentía algo más que amistad con ese aldeano.

- ¿Y a qué viene eso padre? - le dijo con seriedad, sin romper la compostura y combatiendo aquella mirada que intentaba entrar en lo más profundo de su corazón.

- Bueno, has estado tan encaprichado y decidido en defender a ese campesino que no he podido evitar pensar si es que sentías algo por ese Julietto – le dijo, con voz tranquila pero que ponía la punta de gallina a Romeo, intentando por todos sus medios no mostrar nervios ni nada parecido, pues si su padre descubría la verdad Julietto estaría acabado, incluso posiblemente él también.

- Como ya te dije... – le dijo firme y mirando de reojo a su padre, pues ahora se encontraba a sus espaldas echando un vistazo todo lo que había en la mesa de su hijo – no soy como tú, enviando a las personas al calabozo sin motivo alguno, él era inocente sólo me defendió de los soldados que tú enviaste para darme una paliza – aquellas palabras no incomodaron lo más mínimo a su padre, como si aquello que le replicaba hubiera sido acto de algo bien justificado para él – si lo defendí tanto es porqué me demostró buena voluntad, amabilidad y confianza, algo que escasea en este castillo, simplemente lo respeto, que no haya querido casarme con la francesa hasta ahora, no ha sido por amor a Julietto, nunca caería tan bajo padre – le dijo firmemente, aunque deseaba que su alma se fuera al mismísimo infierno por decir tales mentiras acerca de sus sentimientos del chico que amaba – sino porque como mi madre me enseño quería casarme por amor, alguien al que amara de verdad, alguien al que pudiera mirar y decir “amo esa persona, y la elegí yo para compartir mi vida”, pero como tú dijiste en la vida debemos sacrificar cosas y si así se salva Julietto y el pueblo, ya que de aquí no lo hace nadie, lo haré yo con gusto.

- Esta bien hijo, perdóname por la pregunta – se disculpo, volviendo al frente de su hijo aunque sin estar convencido del cien por cien de si era amistad lo que había entre Romeo y Julietto, pero había tiempo para descubrir si mentía, si lo hacía lo sabría tarde o temprano, no era una cosa que tuviera mucha importancia en este momento - ¿cuáles eran las condiciones hijo?

- En primer lugar quiero que me des tu palabra de que si me caso con la francesa, Julietto no sufrirá ningún daño y con eso me refiero a un desafortunado accidente, un asalto por el bosque y cualquier cosa que ponga en peligro la vida de él... - al ver que su padre habría la boca, siguió rápidamente para interrumpirle antes de que dijera nada – tu palabra, quiero tu palabra de honor como hombre, rey y padre.

- Esta bien, tienes mi palabra – le dijo, sin tener claro aún si merecía la pena cumplir su promesa, aunque como deseaba esa unión de su hijo con el reino francés era mejor tenerle contento por ahora, sin hablar de que su padre podía ver en su hijo por primera vez una gran confianza en si mismo, como si hubiera aprendido por fin lo poderosa que era su posición comparado con el resto de la sociedad, y tampoco se olvidaba de la promesa que había echo ese mismo día con Angelo sobre dejarle matar al campesino.

- Y padre... – le sacó de sus pensamientos la voz de su hijo – si no cumple su palabra juro que esa boda nunca se va a celebrar, téngalo por seguro – le dijo firme y con la misma mirada desafiante que había aprendido de su propio padre.

- Tranquilízate hijo, no recibirá ningún daño – por primera vez se sentía arrinconado con un problema – había dicho a Angelo que lo dejaría matar en cuanto Romeo estuviera casado con la princesa, pero ahora con esa amenaza que parecía ir en serio, no podía permitirse el lujo de perder la oportunidad en que su hijo había entrado en razón, si lo que quería su predecesor para casarse era la vida de eso chico a salvo, se lo concedería, ya habría tiempo más tarde para deshacerse de él, en caso de que fuera una molestia – ¿hay algo más que desees decirme? - le preguntó, teniendo el presentimiento que aquella no era la única condición que le impondría su hijo.

- Así es padre, Julietto vivirá en el castillo

- ¿Qué? - le dijo incrédulo.

- Como su casa ha sido destruida no tiene dónde ir por el momento, a cambio de la comida y el techo, él es muy ágil con la espada y podría entrenar a nuestras tropas – le propuso.

- Pero ese puesto esta ocupado por Angelo – le dijo, viendo que la conversación aún no parecía del todo perdida y poniendo mucha atención en las palabras de su hijo – además si vive aquí por mucho que te haya prometido su seguridad, no puedes hacerme responsable de lo que le puedan hacer todos los nobles, ya has podido ver en la cena que no esta muy buen visto.

- Lo sé, por eso quiero que lo nombres caballero de tu corona y lo conviertas en un noble más de los tuyos, junto con todas las leyes ventajosas y perjudiciales, así como dice nuestra ley si alguien hace daño a un noble lo pagará con su vida, de este modo no creo que nadie quiera matarlo si también esta su vida en juego – le dijo serio, haciendo ver a su padre que lo tenía todo muy claro y haciendo también un gran papel en fingir que estaba decidido en celebrar esa boda.

- Parece que lo tienes todo muy claro, - le dijo con firmeza y comprensión, pues aunque aún no sabía como iba aprovechar la situación para deshacerse de él, estaba seguro que con algo sacaría beneficio de ese aldeano – si así lo quieres hijo, así se hará pero, ¿qué propones hacer con Angelo?.

- Había pensado que ya que la silla de su padre esta vacía, podríamos recompensarle por esa perdida dándole el puesto de su padre – le dijo, algo dolido pues aunque todo marchaba según lo planeado, el asunto con Angelo no parecía del todo seguro, ya que no tenía la mínima idea de como iba a reaccionar, - y como se que Angelo esta resentido con Julietto, yo y exclusivamente él reconstruiremos la casa que le habéis quemado para que vuelva a vivir lejos del castillo, aunque manteniendo su puesto en las tropas y el título de noble convirtiéndolo en dueño de sus tierras.

- Se lo propondré a Angelo, aunque no se si estará dispuesto a hacerlo – como la charla con su hijo ya se hacía algo pesada y no deseaba que se prolongara más se fue a abrir la puerta para salir con sus últimas palabras – y acepto todas las condiciones que propones hijo, llévale al guardia la orden de liberación y elige la habitación que quieras que tenga, yo me marcho ya a mis aposentos pues mañana debo empezar a preparar las cosas para dar la bienvenida a tu prometida dentro de unos meses, ya que todo lleva un gran papeleo que rellenar y cosas muy políticas y aburridas, que descanses hijo – le dijo, echándole un último vistazo antes de cerrar la puerta.




Continuara...