16 de julio de 2013

Romeo x Julietto (il-Divo, Por ti seré)



Capítulo 2: Julietto

- Pa...parece que le has caído muy bien a Gisel – le dijo con una sonrisa – bueno mi nombre es...

- Julietto...lo sé, me lo a dicho ella – soltando unas risas – es una niña muy bonita y dulce, y bueno me toca presentarme, me llamo...

- Romeo, lo sé...lo he escuchado cuando se lo has dicho a ella – haciendo que ambos soltaran unas risas por esa extraña escena que habían causado por sus nervios – al parecer no hace falta presentaciones.

De repente el silencio volvió a reinar entre ellos, hasta que un ruido proveniente del estómago de Romeo pedía a gritos que le dieran de comer.

- Vaya, es cierto aún no has comido nada – le dijo sonriente al ver que se había sonrojado por ese inesperado ruido.

- No...no hace falta – le dijo avergonzado y nervioso – ya debería estar en mi casa.

- Ya es tarde, quédate esta noche aquí...además necesitas reposar por los golpes que has recibido – de pronto el estómago de Julietto también empezó a quejarse del mismo modo que Romeo, por falta de proteínas.

- Vaya – haciendo una pequeña mueca al intentar aguantarse la risa – parece que tú sigues con hambre.

- Bueno, la verdad aún no he comido nada – sorprendiendo a Romeo con la respuesta.

- Pero...has dicho antes...a los niños – le dijo confundido y haciendo el intento de recordar las palabras que había dicho Romeo, para saber si había escuchado mal.

- Lo sé, lo sé...no tengo mucha comida, pero hoy había pescado en el lago unos peces, y como han venido los niños...bueno ellos aún tienen que crecer, así que para que no se preocupen les he dicho eso – mirando a Romeo con los ojos achinados mientras sé rascaba la cabeza de la parte de atrás con una sonrisa y timidez en el rostro – ahora vuelvo, siéntate al lado del fuego.

Romeo se acercó a la fogata y se sentó en un tronco que había al suelo, pensativo y con la mirada fija en el fuego, recordando a aquel chico que acababa de irse dentro de la casa y de la manera en que el destino lo había puesto en medio de su camino. Sabía que era una buena persona y muy humilde, pero esa misma humildad también le recordaba de porque motivo Julietto vestía esas ropas al igual que aquellos niños.

- ( Mi padre tiene los impuestos muy altos, el pueblo se muere de hambre y todo, por poder comprar más y más armas para hacer más guerras y conquistar más tierras, y a la vez traer más sufrimiento en esas tierras...sé que mi padre no es un buen rey, es más bien un monstruo y yo no puedo hacer nada...pero aún así hay gente tan bondadosa como Julietto ) - esos pensamientos que le llegaban a la cabeza eran muy tristes, pero cuando recordaba a aquel chico rubio de hace un momento con esos niños o la pequeña Gisel, una alegría le invadía por dentro, haciéndole crecer una pequeña esperanza de que todo puede cambiar a mejor, a la vez un sentimiento que desconocía afloraba en su interior al recordar a Julio, haciéndole acelerar el corazón.


Cuando pensé que mi alma había muerto
llegaste tú, como la luz del Sol

- Al cabo de unos minutos Julietto llegó con un trapo entre las manos con medio pan y un trozo de queso, aunque Romeo intentó disimular sus preocupaciones, el humilde joven se dio cuenta de que algo le estaba rondando la cabeza.

- Bueno se que no es mucho, pero es todo lo que puedo ofrecerte – sentándose al lado de Romeo.

- Tranquilo, es muy amable de tu parte – le dijo con una sonrisa y intentando disfrutar de una buena compañía por una noche desde hace tiempo.

- ¿Puedo preguntarte algo? - le pregunto con intereses al no saber cómo iba a reaccionar el invitado, mientras le extendía parte del pan y el queso.

- Gracias – le contestó al aceptar la comida – sí, ¿qué quieres saber? - le volvió a preguntar en el mismo momento en que un presentimiento crecía en su interior y le decía que la pregunta que iba a hacerle no sería muy agradable.

- ¿Por qué los soldados atacaban a su propio príncipe? - puntualizando la última palabra y enviando una mirada a Romeo, que le hacía sentir como si aquella mirada del rubio campesino pudiera ver en lo más profundo de su interior.

- Así que me has reconocido – agachando la mirada al suelo con tristeza y miedo de que eso pudiera complicar las cosas, en esa noche tan tranquila y bonita.

- Bueno, no había visto nunca al príncipe del reino, pero así como vas vestido y por lo que pude oír de los soldados, creo que eres tú – mostrando una pequeña sonrisa y mirando la cara de sorpresa de Romeo, ya que para él, era muy extraño que alguien lo mirará alegre y sin temor a ser castigado después de saber que su padre era el rey, seguidamente volvió a agachar la mirada al suelo con esa cara afligida – ¿a qué viene esa tristeza? - preguntó con interés para poder entender los motivos que lo tenían así.

- Toda la gente del pueblo me trataba con simpatía, pero en el momento en que se enteraban de que era hijo del rey, su comportamiento cambiaba radicalmente...me miraban con temor y medían sus palabras por miedo a que pudiera someterles a un castigo – las caras de la gente aparecían en su memoria como flashes, lo cual producían en su interior un gran sufrimiento – sé que no les falta motivo, ya que mi padre en verdad es muy cruel y tiene los impuestos muy altos...y también sé que es muy avaricioso, y yo al ser su hijo, comprendo ese miedo que me sienten – hablar así de su padre le dolía, pero no había mentira en sus palabras por desgracia, y recordar todos esos momentos en los que estuvo solo en su infancia por ocupar ese cargo como hijo de reyes, le producía que se le abriera la herida que tanto tiempo le había costado enterrar al ser imposible sanarla por tantas malas experiencias, la primera, la de su madre, el rostro de su madre fue el que alcanzó el punto sensible de su espíritu al recordarla – se también que mi padre no es un rey justo y que siempre consigue lo que quiere por los medios que sea...yo...yo sólo quería... - sus palabras se ahogaron entre sollozos, de sus ojos empezaron a brotar lágrimas – sólo quería tener con quien compartir cosas, pero siempre esa maldita diferencia de estructura social de mi padre me a tenido prisionero en el castillo, lo peor de todo es que no puedo hacer nada para cambiar esta situación – no sabía cómo había llegado a contar esas cosas a un campesino que lo había conocido ese mismo día, pero debía aceptar que se sentía mucho mejor, aunque mientras le contaba todos sus problemas con aquellas lágrimas en las mejillas, le era imposible mirar a la cara al rubio...no sentía vergüenza por llorar, pero algo dentro de él, le decía que era mejor que no le echara un ojo ya que se le subirían los colores.

Por otra parte, Julietto había quedado sorprendido por el buen corazón que demostraba tener el príncipe, con esas lagrimas que se precipitaban de su cara hacia el suelo.

- Oye – le dijo con voz tierna y comprensible – no tienes que culparte por los errores de tu padre – Romeo le hecho una fugaz mirada por la curiosidad del rostro que debía tener por el tono tan cariñoso con el que le hablaba, en cuando quiso volver a agachar la mirada, la mano de Julio le agarro la barbilla impidiendo que se rompiera el contacto visual entre sus ojos – tú no eres él, sólo nosotros decidimos con nuestros actos, quienes somos – limpiando con ambos pulgares las lágrimas de Romeo – así que no te aflijas por eso, ahora no estás solo...así que deja de llorar y come – le dijo con una sonrisa, lo cual provocó en Romeo un sensación extraña de ternura y cariño hacia ese joven.

Ambos empezaron a comer y escuchando los ruidos de la noche en silencio, al acabar, Julietto añadió más leña al fuego para avivar las llamas y seguir manteniendo sus cuerpos en ese calor tan acogedor.

- ¿Querías saber por qué me atacaban los soldados? - le preguntó a Julietto ya más calmado.
- Así es, pero estas en tu derecho de no contármelo – le dijo amablemente.

- También tienes derecho a saberlo, al fin y al cabo, me has defendido de ellos – mirando con tranquilidad y confianza a Julietto, suspiró y al cabo de unos segundos procedió – mi padre quería casarme con la princesa de Francia y yo me negué a aceptar, esos soldados habían sido enviados para hacerme entrar en razón, a las maneras de mi padre.

- Veo que tu padre es capaz de todo pero, ¿por qué no aceptaste si sabías como era? - le preguntó con curiosidad, aunque él mismo se imaginaba la respuesta ya que él, tenía experiencia vividas, aunque de otro modo – me imagino que tendrías una buena vida y supongo que ya te imaginabas que algún día te iban a casar con alguien al ser de familia de reyes.

- Lo sé, pero le prometí a mi madre antes de morir que me casaría por amor – Romeo se dio cuenta por el rostro de Julietto como aquella noticia le había impactado, aunque sin saber el motivo por la cual tanta sorpresa, ¿era lástima?, algo del rostro de Julietto le decía que no se trataba de eso – además no conozco a esa chica y nuestra unión sólo serviría para que mi padre pudiera aprovechar el ejército francés y traer más guerras y pobreza – tanto Julietto como él estaban mirándose el uno al otro sin perder detalle de los gestos y expresiones de sus caras – solo quiero casarme con alguien que de verdad ame.

- Siento lo de tu madre, aunque ella tenía razón – mirándolo con ojos compasivos y luego echando la mirada al fuego pensativo – creo que una persona debería estar con una persona que en verdad ame y no por compromiso – Romeo no estaba del todo seguro si esto había sido una reflexión en voz alta de lo que estuviera pensando Julietto, o si le hablaba a él – hiciste bien Romeo – volviéndolo a mirar sonriente pero, sin haber acabado de abandonar aquellos pensamientos que lo tenían tan alejado del mundo real.

- ¿Cómo puedes estar tan seguro, de que hice bien? - le preguntó al ver que no había duda alguna en su respuesta, y también quería averiguar que lo había mantenido tan ensimismado en sus pensamientos.

El silencio volvió a reinar entre ellos, y eso hizo que Romeo se sintiera culpable al pensar que había preguntado algo inapropiado.

- Lo siento, si te he molestado con mi pregunta, no era mi intención – pidiendo disculpas y avergonzado al pensar que había metido la pata.

- Tranquilo, digamos que pude comprobar con mis propios ojos, que cuando el amor es verdadero nada puede romperlo, ni incluso la muerte – sonrió a Romeo, sabiendo por la expresión de éste aunque intentara ocultarlo, de que esa respuesta no había sido lo suficiente útil para resolver sus dudas.

Romeo decidió no insistir en el asunto, y esta vez con precaución le pidió permiso para formular otra pregunta que le había surgido, al recordar el combate nocturno que había vivido apenas unas horas atrás.

- Claro, ¿qué quieres saber? - contestó con un tono de curiosidad, al no saber qué era lo que él tenía de especial que le hubiera impresionado tanto a un príncipe.

- Tu manejo de la espada es muy bueno...¿cómo aprendiste? - poniendo toda la atención a Julietto intercambiando miradas.

- Ah... - sonriendo al ver en el rostro de Romeo, el gran interés que mostraba por saber la respuesta – fue mi padre el que me enseñó todo lo que sé.

- ¿Y dónde está él? - volvió a preguntar para saber más, sobre aquella persona que había entrenado tan bien a Julietto y lo había convertido en todo el hombre que era.

- Bueno...él murió – esas palabras hicieron que los ojos de Romeo se abrieran como platos, y un escalofrío recorriera su cuerpo a pesar de estar al lado de la fogata.

- Vaya...lo...lo siento – le dijo rápidamente a la defensiva y nervioso a tal inesperada respuesta – no debí preguntar – agachando la mirada al suelo.

- No te preocupes...él murió hace dieciocho años cuando apenas tenía 6 años – al ver a Romeo tan interesado en el tema, decidió seguir explicándole más cosas sobre su familia – él era un soldado, una noche unos espías se infiltraron en el reino y él los localizo, su turno había acabado...así que podría habérselo encargado a otro, pero aun así mi padre fue en busca de ellos...consiguió atraparlos y los dejo a manos de los guardias de esa noche, pero mientras los transportaban a las celdas uno consiguió escapar y atacó por sorpresa a mi padre camino a casa...le disparó con una ballesta en el pecho – mostrando una sonrisa a Romeo, al final de la historia tan trágica de su padre, para que no se sintiera culpable por su curiosidad.

- ¿Así que...tu padre era del ejército? - lo que sonó como pregunta de los labios de Romeo, era más bien una reflexión en voz alta, aquellas palabras hicieron que Julietto se sorprendiera al ver el rostro de Romeo...un rostro que lo observaba con lástima, ternura y con unos ojos marrones humedecidos - ( Hasta su padre, fue víctima de las guerras ) - lo siento...lo siento mucho – sus ojos al fin derramaron aquellas lágrimas, que con tanto esfuerzo le habían costado por intentar no hacerlo.

- Óyeme, no llores – ver aquellas lágrimas de Romeo le producían una sensación muy extraña dentro de él, su corazón parecía encogerse al ver tanta tristeza reflejada en aquel chico, un sentimiento lo atraía hacia ese rostro inundado en lágrimas – no es culpa tuya...si es lo que estás pensando – errando por primera vez de los sentimientos del príncipe y agarrando una mano de éste que tenía apoyada en el tronco de donde estaban sentados y haciendo sonrojar al chico lagrimoso – a mi padre siempre le gustó servir como soldado para defender su pueblo – ayudando a secarle las lágrimas con la mano que le sujetaba – además hay una cosa que me hace recordarlos con mucha felicidad – metiendo su mano que tenía libre debajo de su camisón viejo y sacando un trozo de papel que le entregó a Romeo en la mano que le sujetaba.

- ¿Qué es? - le preguntó al observar ese pergamino muy antiguo y sucio en su mano.

- Ábrelo – le dijo sin quitar los ojos de las manos de Romeo.

Éste le hizo caso y lo abrió con mucho cuidado, ya que se podía observar la cantidad de años que le habían pasado por encima y la fragilidad del papel, dentro estaban escritas unas palabras que se habían difuminado con el paso del tiempo, pero aún eran posibles de leer.


“ Lo siento hijo mío, por haberte dejado solo en este mundo pero...por amor se hacen grandes locuras.

Es pero que algún día puedas perdonarme...pero no olvides que tu padre y yo siempre te querremos.”

No podía creer lo que estaba leyendo...por muchas veces que lo leyera, las palabras eran las mismas...de pronto la voz de Julietto sacó su mirada de aquella nota.

- Mi madre al cabo de unos días se quitó la vida por la muerte de su esposo...esa nota estaba al lado de su cuerpo recostado, en la mesa debajo de un cuchillo – los ojos del príncipe no lo dejaban de mirar con expresión desconcertada, pero antes de que se pusiera a llorar otra vez, si es que había acabado de llorar en algún momento, Julietto a pesar de contar tal tragedia lo miraba con ternura y una sonrisa – al principio odié a mi madre al haberme dejado solo en el mundo, ya que comprendía que la muerte de mi padre había sido algo del destino, en cambio mi madre se cortó las venas porque ella quiso, – Romeo pudo escuchar como la voz de Julietto se iba ahogando cada vez más y los ojos se le empañaban – no entendía porque lo había hecho, hasta que pasados unos años fui entendiendo lo que aquellas palabras significaban, ahora sé que mi padre y mi madre se querían mucho...su amor fue tan grande que hasta la muerte no pudo hacer nada por romper esos lazos – Romeo al ver que de uno de los ojos se le había escapado una lágrima, hizo exactamente lo mismo que le había hecho Julietto agarrándole la mano y mirarlo con una sonrisa.

- Sabes... - le dijo Romeo conmovido por dentro por aquella historia, observando el papel, esta vez como si llevara algo de mucho valor sentimental que le unía de algún modo a Julietto y empezando a doblarlo con el cuidado que se merecía – ojalá algún día pueda amar a alguien de esa manera tan profunda...la historia de tus padres me ha dado mucha confianza en mí mismo...y deseo poder tener a esa persona tan especial algún día...aunque por desgracia al final tendré que aceptar lo que mi padre diga o será mucho peor para todo el mundo.

- No tiene porqué ser así, eres libre de amar a quien quieras, tú corazón no le pertenece a nadie, excepto a ti – le dijo intentando infundirle coraje para que pudiera enfrentar a su padre, haciendo un silencio al ver la cara pensativa de Romeo y con los ojos clavados otra vez en el fuego.

Romeo al cabo de unos segundos perdido en su pensamiento, volvió a la realidad percatándose de que había dejado a Julietto sin responder y quedar en puro silencio.

- Vaya perdona...estaba...

- Pensando lo que te había dicho – acabando la frase del príncipe con una sonrisa – tranquilo, es mejor que lo hagas y te des cuenta de que tu padre no puede exigirte tal cosa – la respuesta de Romeo, fue una mueca entre sonrisa y duda de que, lo que Julietto había dicho fuera del todo acertado, ya que su padre era el rey y como tal...él mandaba.

De pronto, el cansancio hizo mella en el castaño, soltando un bostezo, lo que provocó una sonrisa del campesino.

- Perdona.

- No te preocupes, ya es tarde – le dijo mirando la posición de la luna – ve a dormir en la casa, yo acabaré de hacer unas cosas.

- ¿Estás seguro?, ¿quieres que te ayude con algo? - le preguntó al sentir lastima y vergüenza de que después de darle comida, tuviera que dejarlo allí a fuera.



- No tranquilo, luego yo entraré...tú debes descansar de las heridas – le dijo con un tono amable y cálido, que envolvían a Romeo sin poder hacer nada en sentirse querido y cuidado.

- Esta bien, buenas noches – sonrojándose por esas últimas palabras que hacia tiempo que no dedicaba a nadie, después de fallecer su madre.

- Buenas noches, – le contestó, observando por el rabillo del ojo como se iba hacía la parte delantera de la casa, mientras sus manos apagaban el fuego con la tierra del suelo – Romeo... - éste se giró rápidamente y sorprendido al oír su nombre – gracias por esta bonita noche...eres un gran hombre – poniendo nervioso al chico por esas palabras inesperadas.

- Lo mismo digo...Julietto – desapareciendo por la misma esquina en que había salido de un principio con la última sonrisa de aquella noche.


Continuara...

15 de julio de 2013

Una Enfermedad no nos separará 13ª Parte





Dan al ver a su novio nervioso y ruborizado por la situación, le dio la espalda para poner el tapón a la bañera y prepararla con agua templada para ambos, mientras la bañera se llenaba aprovechó para volver a fijarse en su chico, el cual se había acercado y abrazado a su espalda en el momento que le había quitado los ojos de encima.

- ¿Estás nervioso? - le preguntó por primera vez sin sonrisas ni bromas lujuriosas, contemplando los ojos de Rikimaru que lo miraban lleno de dudas.

- Un poco – admitió el castaño, posando la mano en el pecho de su amigo.

- Si no estás seguro de querer hacerlo, simplemente podemos bañarnos – le dijo con sinceridad y agarrándolo por la cintura suavemente – entiendo tu postura en estos momentos, es tu primera vez y además hay lo de mi enfermedad que puede darte algo de miedo.

- No es eso Dan, es que... - no sabía como acabar la frase, pero con todo el coraje que había reunido se lo dijo sin tapujos – no quiero decepcionarte, ni siquiera se como poner esto – echando una mirada al preservativo.

- No te preocupes por eso – le dijo con una sonrisa mientras acariciaba su rostro con una mano – ya me lo pondré yo cuando llegué el momento – el vapor del agua empezó a humedecer sus pieles y cubriendo todo el baño, mientras empezó a tocar a su chico de pelo oscuro con suaves caricias por todo el cuerpo para conseguir que se relajará y no estuviera tan tenso – jamás podrías decepcionarme Rikimaru, sólo tu presencia es el mejor regalo que podría haber tenido en la vida.

Cuando pudo ver que su amigo respondía a las caricias que le daba y se encontraba más relajado, le dio un delicado beso como si en aquel beso le estuviera poniendo la mayor de las delicadezas para que se sintiera protegido por él, intentando hacerle entender que no le haría nada que lo pudiera perjudicar, que lo era todo en su vida. En cuanto Rikimaru empezó a tocarle sus partes intimas como señal de que no podía controlar sus impulsos al ser su primera vez sin impedimentos, el rubio le metió mano bajándole la única prenda que lo separaba de aquel miembro, invitando seguidamente a que su amigo le hiciera lo mismo, llevando sus manos a cada lado de su cintura para que bajara con él su ropa interior.

Dan entró en la bañera, parando el grifo al estar casi llena ayudando a entrar a Rikimaru cogiéndolo de una mano para que no hubiera un posible resbalón, ambos empezaron a acercar sus rostros y sus labios hasta el punto de que podían sentir la exhalación fogosa del otro, uniéndose al cabo de unos segundos en un bufete lleno de caricias y besos por el cuello, hombros y pecho abriendo camino a la lujuria que iba creciendo en el interior de los dos.

Pasaron unos minutos cuando Dan se sentó con el agua hasta el cuello e invitó a su compañero a ponerse de rodillas rodeando sus piernas y manteniendo las nalgas fuera del agua, estando ambos apenas unos escasos centímetros de tocarse con los rostros, Rikimaru sonrojado por la excitación que le provocaba poder tocar con sus manos la desnudez completa de su chico, cogió el jabón para empezar a asear todo el cuerpo del rubio mientras entretenía su boca con la de su compañero, a la vez que éste agarraba ambos penes y apretándolos el uno contra el otro los masturbaba y acariciaba de forma lenta para empezar a entrar en acción de un momento a otro, ya que su objetivo no era correrse de esa forma.

Cuando Rikimaru se quedo satisfecho con el aseo que le había dado a su novio a la vez que había intentado contener los primeros espasmos por el roce de sus partes con las de el rubio, éste hizo lo mismo empezando a asear a su chico a la vez que éste asumía ahora y por primera vez el control de la marcha de aquellos manoseos, con ganas de hacer salir la pasión encerrada de ambos de manera desbordante. De pronto las manos de Dan empezaron a agarrar las nalgas de el castaño apretándolas hacia él, obligando a su compañero a acercar sus labios que fueron atendidos como se merecían, hasta que Rikimaru fue sorprendido cuando el dedo corazón de su chico entró en su ano, provocando un orgasmo mezclado con un suspiro de un dolor agudo y fino al encontrarse tenso.

- Relájate – le susurró a la oreja con un tono suave y estimulado por la mano de su amigo que se encontraba bajo el agua haciendo su papel.

Rikimaru escuchó el consejo y así como iban pasando los segundos la penetración de un dedo paso a ser de dos, metiendo el dedo índice y con la ayuda del agua de la bañera haciendo que la dilatación fuera más rápida y fructífera, intentando calmar esas ganas de ponerse a decir el nombre de su chico a los cuatro vientos y así sacar aquel ardor que iba creciendo inconsolablemente en su interior. La respiración acelerada que podía sentir al lado de su oreja de su amigo, le dio a entender que sus dedos ya habían dilatado lo suficiente aquel ano, parando de golpe llamando la atención de Rikimaru, haciendo que aquellos segundos que pasaban mientras se colocaba el preservativo su compañero entrará en anhelos de que volviera a sentarse para seguir con aquella inexplicable sensación de bien estar completo.

Cuando todo estaba de nuevo preparado, Dan se sentó más en medio de la bañera haciendo poner de pie a su chico.

- Ahora siéntate encima de mi Rikimaru, - éste sin ya poder contener sus impulsos de aquella espera que le había parecido infinita, obedeció sin pensárselo dos veces, bajando despacio mientras el órgano del rubio iba introduciéndose con facilidad dentro de su compañero, provocando primero un rostro de incomodidad en la cara de el castaño, pero acabando una vez sentado encima de su compañero una enorme explosión de deseo carnal – mu...muévete – le dijo con un susurro entrecortado por un arrebato de placer.

El pasivo mientras cabalgaba encima de los muslos del otro, éste pasaba con la mano la poca agua que cogía para quitarle el jabón, pasaron los minutos cunado Dan ya no podía seguir estando quieto sin llevar acabo el papel de dominante, cogiendo inmediatamente con ambas manos la cintura de su amigo y tomando el relevo para ser él, el causante de aquellos orgasmos que intentaba refrenar en su garganta.

Rikimaru al ver que era ahora el otro el que lo embestía desde la misma postura de sentado, penetrándolo con más fuerza y cortando su respiración al intentar coger aire y resultarle complicado al gozo que estaba sintiendo en aquellos maravillosos momentos, que no deseaba que acabaran nunca. El rubio se abalanzo a por el cuello de su chico para tener un mejor agarre de su cuerpo, al cual éste respondió de la misma forma, atrapando el cuello del dueño de su cuerpo en aquellos momentos, ya que no había otra cosa que deseara más que entregar su cuerpo virgen a aquel que amaba, y ese sin ninguna duda era Dan.

- No te reprimas...aaahhh...ahora no están mis padres para escucharte, – le susurro a la oreja, al percatarse que Rikimaru hacia su mejor esfuerzo para no soltar aquellos orgasmos que intentaban salir, haciendo que cada vez sus brazos abrazaran con más fuerza el cuello de Dan – no te contengas.

Aquella frase cogió de imprevisto al castaño ya que se había dado cuenta de que su esfuerzo por contener sus emociones había sido descubierto, y aunque le daba vergüenza la idea de no contenerse, sabía que de cada vez la cosa estaba más difícil sobretodo en aquellos momentos en que Dan se había dado la libertad de dejar libre una de sus manos para masturbar las partes de su amigo que rozaban su ombligo. Esa excitación extra que se había sumado a su placer, sin duda fue la gota que colmo el vaso, cogiendo al rubio por lo hombros y dejando un espacio entre sus cuerpos, inclinando su cabeza hacia atrás.

- Aaaahhh, Dan...me cuesta respirar...e-es ge-genial - soltando todo aquello que sentía y pensaba desde el primer momento que aquello había empezado, tenía algo de miedo que alguien interrumpiera aquello, sabía que eso no era posible o había muchas posibilidades de que así fuera, aunque era normal que algo de preocupación tuviera en su interior, lo que hacía era ni más ni menos que tener sexo con el hijo de la casa a la que le habían invitado por primera vez – aaahhh...mmmm...aaafffff...Da-Dan, no pares – aquellas súplicas de su compañero hicieron que sus embestiduras fueran más rápido, poniendo más tensos ambos cuerpos entrando en la fase final de aquella experiencia.

- ¿Aún quieres ser el activo? - no sabía a que venía exactamente esa pregunta, lo más seguro que era la curiosidad para saber hasta que límite le hacía gozar.

- Aaaaauuuffff...mmmm...no, no quiero ser activo, sólo quiero ser tuyo...todo...todo tuyo – sin duda la respuesta a su pregunta estaba más que clara, y ver que la respuesta no había tardado mucho en salir, hizo que el rubio pusiera toda su alma al final del encuentro, pasando sus manos por debajo las axilas de Rikimaru y agarrando con fuerza por detrás de los hombros para empujarlo lo más bajo que le era posible y así penetrarlo hasta el máximo – ¡¡me...me...me voy a correr!! - grito poseído por completo de aquel afrodisíaco, soltando toda su descarga manchando a ambos sus pechos al encontrarse el miembro de Rikimaru en medio.

Al cabo de unos pocos segundos de diferencia Dan termino con su descarga y a pesar de que llevaba protección, Rikimaru pudo notar perfectamente como algo muy caliente había surgido de la nada provocando en su ano un extra de toda aquella lujuria descargada entre ambos.

Aunque iban sobrados de tiempo, después de aquello y el descanso que habían tomado durante unos minutos con Rikimaru recostado en el pecho desnudo de su compañero, escuchando el latir desenfrenado de su corazón y pudiendo notar perfectamente como iban sus pulsaciones volviendo a la normalidad, mientras que Dan se había dedicado a descansar sus músculos del esfuerzo y acariciando el cabello oscuro de su niño rendido del agotamiento y placer.

Salieron del baño y al acabar de vestirse cogieron las cosas para el colegio y fueron directamente a clase, recordando Rikimaru que después de las ocho horas que ahora les esperaban a ambos, luego llegaría la hora de su acampada los dos solos en aquella montaña misteriosa para él.

Sin duda el tiempo de las primeras horas antes de salir al patio, pasaban volando para Rikiamru y aquello no se debía por que las clases de repente hubieran sido más divertidas, por algún motivo que no llegaba a entender, en el más mínimo descuido la mente de el castaño volvía en aquel baño donde había pasado sus mejores minutos de toda la vida. Aunque el tiempo pasaba sin darse cuenta, aquello tenía sus consecuencias pues sin que pudiera evitarlo notaba como su miembro reaccionaba a sus recuerdos, haciendo muy embarazosa la situación, comprendiendo que tenía que intentar mantener aquellos lujuriosos actos lejos de cabeza para así evitar esa situación.

El primer patio llegó, dando un descanso a Rikimaru por aquellas nuevas reacciones que estaba experimentando. Aunque se fueron al mismo lugar de siempre y hablaron sobre lo que iban a hacer arriba de la montaña, Rikimaru pudo notar como algo también rondaba la cabeza de Dan, aunque sin saber si se trataba de lo mismo, pero el tener que repetir las cosas unas cuantas veces por el despiste que llevaba y con el rostro de estar sumergido profundamente en ello, hizo preocupar al castaño un poco, pero al pensar que debían ser manías suyas o algún efecto secundario a todas aquellas intensas emociones que había vivido anteriormente decidió que era mejor no molestarlo por un absurdo como aquel.

La hora del descanso había terminado y era hora de volver a la clase, pero las horas siguientes no fueron tan agradables como había deseado Rikimaru, su compañero desde que habían vuelto no dejaba de mirarlo por el rabillo del ojo sin decirle nada, sin una expresión con la que Rikimaru podía identificar su estado de animo, aunque sabía que no le hacia falta gran cosa para tenerle preocupado, no podía evitar pensar que si su actitud tenía que ver con lo ocurrido por la mañana, ¿había hecho algo que incomodara a Dan sin darse cuenta?, ¿es qué no había estado a la altura esperada por Dan?, aunque tenía en mente las palabras que le había dicho el rubio sobre él << jamás podrías decepcionarme Rikimaru, sólo tu presencia es el mejor regalo que podría haber tenido en la vida>>, le era imposible descartar aquella posibilidad y eso verdaderamente le deprimía, aunque no tenía ninguna intención de comerse la cabeza otra vez por lo que podría ser una tontería, no sabía cuando lo había decidido pero a partir de ese día iba a contarle todo a Dan y confiar completamente en él, si es que había habido algún momento en que no confiara con él.

En los dos cambios de clase que hubo en las tres horas antes de salir al segundo patio, cada vez que intentaba tener un momento a solas para hablar con Dan, era estropeado por algún alumno de la clase que los miraba con curiosidad a la vez que con la frialdad de aquel rechazo continuo como si fueran unos bichos raros o la profesora se presentaba en el momento menos oportuno, como si por capricho del destino estuviera decidido de no dejarle hablar con su chico sin antes haberse ido la confianza en si mismo que tanto le había costado reunir. Por suerte el segundo patio estaba cerca y aquel seria el momento en que iba a aprovechar para aclarecer sus dudas.

Ya habían salido cuando Rikimaru tuvo que realizar una urgencia inesperada que sólo podía hacer él, Dan insistió en esperarlo fuera de los baños pero las miradas de los alumnos y los rumores que circulaban ya en la clase eran suficientes para él y no quería que la cosa fuera a peor, así que le dijo que lo mejor era encontrarse en la parte trasera del instituto como siempre. Pasaron unos minutos y fue a reencontrarse con Dan, cuando lo vio entretenido leyendo el diario semanal de el centro, el cual estaba hecho por los mismos alumnos dónde publicaban puro chismes y noviazgos que había en el mismo centro, y posibles fiestas que hubiera aquel fin de semana en algún pueblo cercano o que diera algún alumno en su casa, para Rikimaru aquel diario era pura tontería y le tenía cierto rencor pues ya habían publicado cosas sobre él anteriormente, titulares que recordaba como: <<Rikimaru, un alumno misterioso>>; <<La soledad es normal en un alumno de 4t de la ESO>>, donde seguidamente se ponían a hacer suposiciones sobre el por qué siempre estaba apartado de los demás, o cosas tan absurdas de que practicaba la magia negra o estaba en algún tipo de secta, dónde pasar desapercibido era una de las reglas más importantes.

Al ver al rubio tan entretenido con ese diario, decidió sentarse a su lado y dejarle leer un momento mientras él aprovechaba el tiempo para ver cómo podía empezar la conversación.

- Dan, ¿te puedo preguntar algo? - le dijo, intentando controlar la situación convenciéndose de que era algo normal lo que le quería preguntar, ya que ahora eran pareja y la confianza entre ellos era importante.

- Bueno, ahora mismo ya has realizado una pregunta, creo que otra no me hará daño – sonrió, dejando de leer para poner la vista en el rostro de su chico - ¿qué quieres saber? - le preguntó, con un tono que Rikimaru hubiera pensado que sino fuera porque la gente no puede leer la mente, aquel rostro que Dan le había puesto, ya sabía lo que le iba a preguntar, aunque aquello le sorprendió sabía que no era buena idea alargar aquella conversación, así que decidió que lo mejor era ir al grano.

- Era sobre lo de esta mañana – le dijo sin tapujos, aunque sonrojándose al ver la sonrisa de lado a lado de su compañero en el rostro, - te he visto muy callado en clase y no has dejado de mirarme con una expresión, como si estuvieras en las nubes pensando en algo...me preguntaba – callando de golpe al ver aquella sonrisa bromista y pícara en el rostro del rubio que se había acercado a él a apenas unos centímetros.

- Aja, y ¿qué quieres preguntarme? - le preguntó, mientras ponía la mano más cercana encima de uno de sus muslos.

- Oye, deja de hacer eso – agarrando la mano de su chico y empezando a acariciarla – me preguntaba...¿es qué he hecho algo mal en el baño que no te haya gustado? - acabando la pregunta con el corazón acelerado y no quería ni imaginar lo roja que estaba su cara.

- ¿Qué? - dijo incrédulo el rubio, sin poder evitar soltar unas risas al ver que Rikimaru era más inocente de lo que pensaba, lo que lo hacia también tan irresistible y gracioso con aquellas preguntas tan inesperadas – así qué creías que estaba en la nubes y raro por haber quedado defraudado con tu papel en la bañera... - soltando un soplido por la boca - ...sin duda eres increíble...¡ja!, no me lo puedo creer – le dijo, poniéndose la manos en la cara y empezando a sonrojarse, lo que le resultó extraño al castaño.

- ¿Por qué te sonrojas?, tampoco he preguntado ninguna tontería...vamos, dime la verdad ¿es por eso qué estabas tan callado y despistado? - le preguntó, poniéndose más nervioso al ver la sonrisa de su chico con aquella cara sonrojada y que estaba arrimándose cada vez más a él, siendo ahora Dan el que le cogía de la mano después de soltarse.

- ¡No! - sentenció el rubio con una sonrisa y afirmando con la cabeza – no exactamente por eso – añadió con una sonrisa apartando la mirada por unos momentos y mordiéndose el labio inferior.

- ¿Entonces? - le preguntó, extrañado al no entender ese comportamiento y con curiosidad al no saber si es que no había entendido alguna indirecta que le hubiera lanzado en estas últimas horas.

- Es cierto que estaba despistado y que no te quitaba ojo de encima, – clavando una mirada directa en aquellos ojos verdes en los que le resultaba muy fácil perderse – pero no es precisamente por estar decepcionado contigo, sino por todo lo contrario – riendo al ver como los colores subían en las mejillas del castaño – si he estado despistado es porque no podía dejar de pensar en lo bien que me sentía estando contigo, abrazándome y gimiendo mi nombre...estabas muy sexy – le dijo con picardía, a la vez que ponía la mano de Rikimaru encima de su pecho – ¿sientes como me late? - viendo como se limitaba a responder con una sacudida de cabeza afirmativa, vigilando que nadie estuviera por los alrededores – no puedes haber hecho nada mal, si apenas puedo evitar que se note... – haciendo una pausa, acercando sus labios al oído de su nervioso amigo – lo erecto que voy – viendo como la curiosa mano de Rikimaru descendía del pecho de su amigo para comprobar que el paquete estaba igual como lo describía el dueño, sin poder hacer nada a que su miembro también despertara y soltara un soplido, poniendo en guardia al rubio – vaya te has puesto cachondo, se que tienes ganas de hacerlo tendrás que ser paciente hasta estar a solas allí – señalándole con la mirada la montaña.

- Que putada – le respondió, mirando la montaña con deseos de estar en esos momentos allí, y comprobar que aquella queja había hecho reír a Dan.

- Venga, sera mejor que intentes disimular ese bulto – le dijo, el rubio con una sonrisa – y vale más que seas rápido, está a punto de acabar el patio.

- ¿Y cómo lo hago? - le preguntó desesperado, al ver una erección tan llamativa en sus pantalones poniéndose de pie al igual que su amigo y mirando desesperado su entorno a que alguien pudiera ver tal escena.


- ¿Por qué me lo preguntas a mi? - le preguntó, riendo al ver que su chico estaba muerto de vergüenza y recordando como su primera vez también le paso igual, aunque él se escapara de su antiguo colegio aquel día – tranquilo, lo primero de todo es no pensar en nada lujurioso – viendo como su chico le lanzaba un rostro de, <<¿y cómo hago eso si tu estás?>>, haciéndole reír aun más – aprieta tus muslos interiores contra el pene y relájate – empujando al chico a que empezará a caminar hacia las clases – e intenta no sonrojarte demasiado, eso llama mucho la atención – haciendo que su amigo parará de golpe al resultarle imposible tal tarea – tranquilo – añadió, volviendo a empujarlo a que siguiera el camino – así llamarás más la atención, además es normal que te pase esto, es tu primera relación que has tenido...y si alguien se burla de ti, yo te defenderé, así que no te preocupes que no creo que haya muchos chicos que se fijen en las partes intimas de otro chico, a excepción de nosotros – acabando las últimas palabras con un tono más bajo del que ya tenía.

Continuara... 

10 de julio de 2013

Romeo X Julietto (il-Divo, Por ti seré)




Capítulo 1: Fidelidad al Corazón

Las puertas de la sala del trono se abrieron dejando paso a un apuesto chico, sus andares deslumbraban al caminar por la gran alfombra roja, que acababa a los pies de un gran trono, en el estaba sentado un hombre mayor que con sólo mirarlo se podía ver en su expresión una persona con gran poder.

- Me a hecho llamar padre – arrodillando una de sus piernas al suelo y agachando la cabeza como señal de respeto.

- Así es, tengo una excelente noticia para ti hijo – mirándolo con alegría.

- ¿De que se trata? - preguntando con curiosidad y levantándose del suelo.

- He conseguido firmar una alianza con el reino de Francia, con tu boda con la hija del rey, es buen partido – le dijo y mirándolo con aquella expresión avariciosa que intentaba ocultarse detrás una máscara de alegría hacia su hijo, de lo cual Romeo era muy consciente.

- Padre, se que no es por mi o por el único motivo, por lo cual a hecho esta alianza – le dijo con seriedad – ¿de que se trata?

- Veo que te estas haciendo muy mayor – le dijo su padre al ver que su hijo comprendía sus intenciones – la verdad es que el reino de Francia sería un gran aliado, sus ejércitos son muy poderosos y nos ayudarían mucho con la batalla que hay en nuestras fronteras.

- Lo siento padre pero no voy a casarme con una chica que no conozco – sorprendiendo a su padre con estas palabras – y mucho menos sacrificare mi corazón por un reino avaricioso que solo provocará más conquistas y más muertes – sabía perfectamente que por esas palabras su padre podía mandarlo ahorcar, pero realmente estaba triste al ver que si aceptara vivirá con una mujer a la que no ama y que su alianza solamente sería para traer tristezas y guerras...no podía ni quería casarse por esos motivos.

- ¡Soy tu padre y harás lo que se te mande! - le dijo con una gran voz que resonaba por todo el gran salón – cuantas veces te tengo que decir que el poder lo es todo...sabes todos los años que he peleado para ampliar tus futuras tierras, no permitiré que lo eches todo a perder.

- Lo siento padre, pero no lo haré – siguiendo con su tono calmado del principio de la conversación, ya que sabía que su padre perdía la calma en cuando alguien le hacía la contraria.

- ¡Lo harás! - mirando de manera desafiante a su hijo.

- No cambiare de idea, no importa lo que haga...¡ no me casaré ! - devolviendo aquella mirada seria y fría, seguidamente le hace una reverencia a su padre y sale del gran salón dando un portazo.

- ¡Siguele! - le dijo el rey a su capitán del ejército, el cual siempre estaba al lado del rey como su guardaespaldas personal y también persona de confianza – informe de donde va...aceptará mi propuesta a las buenas o a las malas – mirando con rabia la puerta por la que había salido de su hijo.

- Sí, mi señor – haciendo una reverencia a su rey y abandonando la sala.

Romeo cabalgó colina bajo hacia el pueblo y luego se adentró al bosque hasta llegar a un lago, donde allí se puso a reflexionar tristemente por lo sucedido con su padre y recordando las últimas palabras de su madre al morir, día, en que su padre no estuvo presente.

- Tienes que ser fuerte hijo mío – le dijo una mujer con un rostro pálido y expresión de sufrimiento dentro de la cama – Romeo, cásate por amor...no hagas...como tu padre y yo, aunque me alegro que haya salido algo bonito de ello – acariciando las mejillas a su hijo que estaba al lado de la cama llorando sin parar – te quiero...Romeo – soltando unas lagrimas que recorrieron su mejilla y luego cerrando los ojos para siempre.

- Ma...má? – miró asustado aquellos ojos que se habían cerrado – Mama...no mama...¡¡ no te vayas !!...¡¡ MAMÁ !!

Cuando me vi desnudo y sin aliento,
arando un mar desierto y sin amor.


- Está en el lago, mi señor – le dijo con expresión cansada y la respiración acelerada.

- Buen trabajo, envía cinco de tus hombres allí y que le vuelvan a preguntar al respecto de la boda y luego puedes irte a descansar – le dijo con tranquilidad.

- Mi señoría, conozco a Romeo...no va a aceptar – le dijo con inseguridad a que hubiera hablado de más.

- Si ese es el caso...que le den un escarmiento – mirando con seriedad al capitán.

La Luna ya había salido, reflejando su luz blanquecina en el agua, era un gran regalo para la vista pero Romeo sabía que ya debía volver al castillo, empezaba a tener hambre.

Cunado fue a desatar su caballo del árbol cinco soldados aparecieron del camino, mientras tanto un chico campesino de la misma edad que Romeo se acercaba al lago con unas jarras de barro desde la otra parte, al darse cuenta de la presencia de otras personas se escondió en unos matorrales para observar la escena.

- ¡Qué hacéis vosotros aquí?! - preguntando con enfado, estaba harto de ser seguido por constantes soldados cada día – no necesito protección hacia el castillo, se cuidar de mi mismo.

- No hemos venido para eso, señorito – dijo uno de los soldados con educación al tratarse del príncipe del reino que normalmente protegían.

- ¿Entonces para qué? - dijo confundido al no entender la presencia de esos soldados en el lago.

- Su padre nos a enviado para saber si a cambiado de opinión sobre la propuesta de matrimonio con la princesa de Francia – volviendo a contestar el mismo soldado que al parecer era el líder de aquel grupo.

- Mi respuesta sigue siendo la misma, no pienso casarme...si eso es todo ya podéis largaros de aquí – les dijo con seriedad.

- Señorito, debe aceptar la propuesta...por favor – le dijo asustado al hablar de esa forma y rezando a dios que el príncipe Romeo entrara en razón y aceptara.


- ¡¿Quién te crees que eres para decirme lo que debo o no debo hacer?! - hablándole con enfado y superioridad - ¡ soy el príncipe de este reino y tu futuro rey !

- Perdone mi descortesía, señorito, pero si no acepta su padre nos a ordenado darle una paliza – le dijo con frialdad – acepte o no me dejará alternativa – mientras el resto de soldados lo rodearon.

- ¡¡¿Cómo?!! - dijo asombrado al oír las palabras de aquel soldado y mirando seguidamente con seriedad a los atacantes que lo rodeaban – no voy a cambiar de idea, no venderé mi corazón – al instante en que recurrió a la espada de su cintura, uno de los soldados lo agarró por los brazos y inmovilizándolos hacia atrás mientras que los otros tres atacantes se turnaban para golpearlo.

Aquel chico que estaba escondido entre los matorrales, observaba con rabia los constantes golpes en la barriga y en la cara que recibía aquella pobre persona...ya no podía soportar ver aquello un segundo más...tenia que hacer algo.

El jefe de aquel grupo de soldados que observaba mientras los otros cuatro le daban un escarmiento, alzó su mano como señal de que se detuvieran, los tres soldados que se encargaban del castigo se hicieron a un lado para que su superior se acercara al príncipe.

- ¿Lo entiende ahora, señorito? - alzando el rostro dolorido de éste – mientras su padre sea el rey, él tiene el poder...debería hacer lo que dice, usted sabe más que nadie que su padre consigue lo que quiere por los medios que sean necesarios – mirando con seriedad a aquellos ojos que lo miraban con furia – además casarse con una princesa no es tan malo, no pasará hambre y vivirá siempre con mucho lujo, no tiene derecho a quejarse de la placentera vida que tiene.

- ¡Cállate! - haciendo un brusco movimiento con la cabeza para deshacerse de la mano que le agarraba por la barbilla – de que sirve el lujo, el dinero o lo placentera que sea la vida, sino tienes a nadie que le importes? - mirando con rabia y despreció al comandante – amar a alguien y ser amado es a lo máximo que puede aspirar un ser humano aunque... - desafiando a la poca paciencia del comandante con una sonrisa – gente como tú, que sigue todas las ordenes por muy injustas que sean, por miedo a ser castigado por mi padre...no lo entendería, en el fondo me das lástima, así que te lo voy a decir por última vez...¡no me voy a casar!

- Entonces... - retrocediendo uno de sus brazos y cerrando uno de sus puños con fuerza – no me deja más remedio que darle el castigo de su padre – en el momento en que fue a golpear a Romeo una voz se escuchó detrás de todos ellos.

- ¡Detente!, ya es suficiente – dijo una voz con seriedad – sois unos cobardes atacando a alguien, cinco contra uno.

- ¿Quién eres tú? - preguntó con enfado el comandante al observar detrás de sus hombres a un joven vestido con harapos agujereados y sucios – no te metas en esto campesino – dirigiendo la última palabra con despreció – si es que no quieres problemas.

- ¡La verdad?!...me encantan los problemas – sonriéndoles con aires de chulería y desenvainando una espada de su cintura, lo cual sorprendió a todos los soldados.

- ¡De donde la has sacado?! - dijo el comandante con seriedad.

- Era de mi padre – empezando a mirar los movimientos de cada soldado, los cuales ya recurrían a sus espadas.

- ¡Matadlo! - ordenó sin vacilar el comandante.

Romeo había quedado sorprendido por la aparición de aquel chico, y ver lo bien que se defendía con la espada contra tres soldados, pudo ver en él, el gran valor que residía dentro de ese chico y el buen corazón al haber escuchado sus palabras, pero aun así temía por la vida de aquella persona, así que al ver que el soldado que lo retenía por los brazos estaba despistado al igual que el comandante observando la lucha, aprovecho la oportunidad para darle un cabezazo hacia atrás y dándole en la cara consiguió romperle la nariz y deshacerse de los brazos que lo tenían preso y volviéndolo a golpear con un puñetazo, dejándolo abatido al suelo. El comandante rápidamente reaccionó a los movimientos del príncipe y con el pomo de su espada le golpeo en la nuca dejándolo inconsciente.

En cuando el comandante volvió a mirar al campesino entrometido ya se había desecho de los tres soldados los cuales se levantaron doloridos.

- ¡Retirada! - ordenó a los cuatro soldados y mirando con rabia a aquel joven – esto no quedará así – señalándolo con la espada.

Al no haber rastro de los soldados y estar seguro de que estaba solo junto a aquel chico inconsciente de pelo oscuro, lo agarro por un brazo y se lo llevo colgado al cuello a su casa.

Romeo al despertar lo primero que detectó fue que el aire que respiraba era húmedo, al mirar su entorno vio que no se encontraba para nada en el castillo, la casa era muy pequeña y apenas había unos cuantos muebles viejos de madrera, la cama en que reposaba estaba hecha básicamente de paja y las paredes no eran de piedra sino de enormes troncos...dónde se encontraba?. Al bajar de la cama se dio cuenta de que cintura para arriba no tenía su lujosa camisa de seda, sino unos vendajes cubrían su fina y suave piel, seguidamente coge la camisa la cual había visto al respaldo de una silla, y escucha unas risas de lo que parecían unos niños fuera de la casa.

Al salir al aire libre pudo observar que de al lado de la casa sobresalía una luz muy cálida en esa noche oscura y de luna llena, se acercó con cautela y espiando entre la pared vio algo que lo conmovió. Cuatro niños jugaban y reían alrededor de una fogata junto con la única persona mayor que había entre ellos, un joven de su misma edad con el pelo rubio y que vestía con una ropa muy vieja, cocinaba algo en le juego por el olor que podía percibir Romeo juraría que era pescado y parecía pasárselo bien riendo con aquellos niños.

- Tomad aquí tenéis – ofreciéndoles a los niños un pescado a cada uno- no es mucho pero os llenará algo la barriga.

- ¿Y para ti? - le preguntó una niña al ver que no había más pescados.

- Tranquila, yo ya comí antes de que llegarais – le dijo con una sonrisa y una voz muy dulce.

Romeo al ver aquella escena y escuchar todo eso, hizo que se sintiera muy feliz de que hubiera gente tan buena como aquel chico, al no poder ver el rostro de aquel chico rubio que le daba la espalda, decidió que era hora de regresar al castillo y que ya tendría otra oportunidad de conocerlo.

Al querer retroceder e irse en silencio, su camisa quedó enganchada a uno de los troncos que formaba una de las paredes de la casa, provocando que la ropa se destripara alertando con el ruido a los niños y al joven.

- ¿Qué fue eso? - dijo uno de los niños asustado y poniéndose detrás del joven igual que el resto.

- ¿Quién está ahí? - preguntó el muchacho rubio con la espada desenvainada y mirando con seriedad el lugar de donde había provenido el ruido.

Romeo había quedado paralizado al ver que lo habían descubierto, y por el tono de aquel chico sabía que era mejor que saliera al descubierto, asustado y con timidez se dejó ver e inmediatamente el rubio bajo su espada al suelo.

- Ah, eres tú...¿te hemos despertado? - le preguntó con amabilidad – tranquilos niños, no es mala persona, no os hará daño – mirando a sus espaldas con una sonrisa y una voz dulce a los atemorizados niños.

- No...pa...para nada – estaba asombrado, aquel chico era el mismo que lo había salvado de los soldados de su padre – perdona, no quería molestar – le dijo tímido y sonriendo a los niños que miraban de detrás de las piernas del joven.

- Tranquilo no molestabas, además ya es muy tarde – girándose a sus pequeños amigos – venga, tenéis que volver a casa y espero que volváis a verme pronto – les dijo con dulzura.

Los niños se abalanzaron al cuello del muchacho con unos fuertes abrazos que por poco lo tiran al suelo, Romeo al ver tanta ternura de parte de aquellos niños y aquel chico hizo que se sonrojara y se sintiera como un intruso dentro de ese escenario, pero esa misma visión que contemplaba con sus ojos le provocaba unos sentimientos muy felices en su interior.

- Señor...¿es amigo de Julietto? - le preguntó una niña de pelo oscuro y ojos marrones con curiosidad.

- Ah... - Romeo había quedado atónito por la ternura e inocencia que desprendía la niña, las ropas con las que vestía ya hablaban por si solas, sobre la humildad de la chiquilla – claro, Julio es mi amigo – le dijo con una sonrisa y agachándose para ponerse a la altura de ella – ¿cómo te llamas guapa?

- Me llamo Gisel – le dijo con alegría al escuchar ese bonito alago, de pronto sus ojos captaron un colgante que llevaba puesto en el cuello – ¿qué es? - preguntó la niña con curiosidad.

- ¿Ésto? - le preguntó a la niña al ver que no le quitaba los ojos de encima – bueno es una piedra que encontré de pequeño como tú en el lago que hay dentro del bosque, y al ser de color azul me hice este colgante...me da suerte – le dijo con una voz muy tierna y algo sonrojado al ser la primera vez que hablaba con una niña, ya que su padre de siempre le había prohibido hablar con gente que no fuera de su misma estructura social.

- Que bonita – dijo la niña completamente enamorada de ese colgante.

- ¿Te gusta? - le preguntó a la niña más como una pregunta rutinaria, ya que se podía observar en sus ojos lo encaprichada que estaba por él, seguidamente se lo desabrochó y se lo puso al cuello de la pequeña – te lo regalo, espero que te traiga mucha suerte.

Gisel se quedó asombrada al ver ese colgante que tanto le gustaba reposando en su cuello.

- ¿De verdad me lo puedo quedar? - mirándose el colgante, sin tener muy claro el motivo de el porqué se lo había regalado.

- Claro, así seremos siempre amigos – le dijo sonriente a la niña y lleno de satisfacción en su interior, al ver su felicidad.

- Gracias...ah... - dándose cuenta en ese momento que había aceptado un regalo sin antes haberle pedido el nombre al chico mayor.

- Llámame Romeo – le dijo acariciando la mejilla de la niña con dulzura y limpiándole la cara un poco de lo sucia que la tenía, aunque algo normal entre los aldeanos.

- Gracias Romeo – abrazando al cuello de improvisto al muchacho y dándole un beso a la mejilla haciéndolo sentir incómodo y algo tímido al demostrarle ese afecto de cariño.

- Gisel, venga tienes que irte – le dijo Julietto con una sonrisa – tus padres se van a preocupar.

- Es cierto – dijo la niña al ver, de que ya era muy tarde – hasta otra Julietto – dijo gritando de alegría mientras corría hacia el camino que llevaba al pueblo y se despedía con la mano – adiós Romeo y gracias por el regalo...adiós – mientras el gesto de su mano era correspondido por Romeo y Julietto, despidiéndose de ella hasta desaparecer entre la noche.

Ambos quedaron solos, todas las risas que había hace unos instantes se habían convertido en un silencio muy incomodo, los dos se miraban, pero ninguno se atrevía a hablar, mientras que la fogata les iluminaba el rostro.



Continuara...