16 de julio de 2013

Romeo x Julietto (il-Divo, Por ti seré)



Capítulo 2: Julietto

- Pa...parece que le has caído muy bien a Gisel – le dijo con una sonrisa – bueno mi nombre es...

- Julietto...lo sé, me lo a dicho ella – soltando unas risas – es una niña muy bonita y dulce, y bueno me toca presentarme, me llamo...

- Romeo, lo sé...lo he escuchado cuando se lo has dicho a ella – haciendo que ambos soltaran unas risas por esa extraña escena que habían causado por sus nervios – al parecer no hace falta presentaciones.

De repente el silencio volvió a reinar entre ellos, hasta que un ruido proveniente del estómago de Romeo pedía a gritos que le dieran de comer.

- Vaya, es cierto aún no has comido nada – le dijo sonriente al ver que se había sonrojado por ese inesperado ruido.

- No...no hace falta – le dijo avergonzado y nervioso – ya debería estar en mi casa.

- Ya es tarde, quédate esta noche aquí...además necesitas reposar por los golpes que has recibido – de pronto el estómago de Julietto también empezó a quejarse del mismo modo que Romeo, por falta de proteínas.

- Vaya – haciendo una pequeña mueca al intentar aguantarse la risa – parece que tú sigues con hambre.

- Bueno, la verdad aún no he comido nada – sorprendiendo a Romeo con la respuesta.

- Pero...has dicho antes...a los niños – le dijo confundido y haciendo el intento de recordar las palabras que había dicho Romeo, para saber si había escuchado mal.

- Lo sé, lo sé...no tengo mucha comida, pero hoy había pescado en el lago unos peces, y como han venido los niños...bueno ellos aún tienen que crecer, así que para que no se preocupen les he dicho eso – mirando a Romeo con los ojos achinados mientras sé rascaba la cabeza de la parte de atrás con una sonrisa y timidez en el rostro – ahora vuelvo, siéntate al lado del fuego.

Romeo se acercó a la fogata y se sentó en un tronco que había al suelo, pensativo y con la mirada fija en el fuego, recordando a aquel chico que acababa de irse dentro de la casa y de la manera en que el destino lo había puesto en medio de su camino. Sabía que era una buena persona y muy humilde, pero esa misma humildad también le recordaba de porque motivo Julietto vestía esas ropas al igual que aquellos niños.

- ( Mi padre tiene los impuestos muy altos, el pueblo se muere de hambre y todo, por poder comprar más y más armas para hacer más guerras y conquistar más tierras, y a la vez traer más sufrimiento en esas tierras...sé que mi padre no es un buen rey, es más bien un monstruo y yo no puedo hacer nada...pero aún así hay gente tan bondadosa como Julietto ) - esos pensamientos que le llegaban a la cabeza eran muy tristes, pero cuando recordaba a aquel chico rubio de hace un momento con esos niños o la pequeña Gisel, una alegría le invadía por dentro, haciéndole crecer una pequeña esperanza de que todo puede cambiar a mejor, a la vez un sentimiento que desconocía afloraba en su interior al recordar a Julio, haciéndole acelerar el corazón.


Cuando pensé que mi alma había muerto
llegaste tú, como la luz del Sol

- Al cabo de unos minutos Julietto llegó con un trapo entre las manos con medio pan y un trozo de queso, aunque Romeo intentó disimular sus preocupaciones, el humilde joven se dio cuenta de que algo le estaba rondando la cabeza.

- Bueno se que no es mucho, pero es todo lo que puedo ofrecerte – sentándose al lado de Romeo.

- Tranquilo, es muy amable de tu parte – le dijo con una sonrisa y intentando disfrutar de una buena compañía por una noche desde hace tiempo.

- ¿Puedo preguntarte algo? - le pregunto con intereses al no saber cómo iba a reaccionar el invitado, mientras le extendía parte del pan y el queso.

- Gracias – le contestó al aceptar la comida – sí, ¿qué quieres saber? - le volvió a preguntar en el mismo momento en que un presentimiento crecía en su interior y le decía que la pregunta que iba a hacerle no sería muy agradable.

- ¿Por qué los soldados atacaban a su propio príncipe? - puntualizando la última palabra y enviando una mirada a Romeo, que le hacía sentir como si aquella mirada del rubio campesino pudiera ver en lo más profundo de su interior.

- Así que me has reconocido – agachando la mirada al suelo con tristeza y miedo de que eso pudiera complicar las cosas, en esa noche tan tranquila y bonita.

- Bueno, no había visto nunca al príncipe del reino, pero así como vas vestido y por lo que pude oír de los soldados, creo que eres tú – mostrando una pequeña sonrisa y mirando la cara de sorpresa de Romeo, ya que para él, era muy extraño que alguien lo mirará alegre y sin temor a ser castigado después de saber que su padre era el rey, seguidamente volvió a agachar la mirada al suelo con esa cara afligida – ¿a qué viene esa tristeza? - preguntó con interés para poder entender los motivos que lo tenían así.

- Toda la gente del pueblo me trataba con simpatía, pero en el momento en que se enteraban de que era hijo del rey, su comportamiento cambiaba radicalmente...me miraban con temor y medían sus palabras por miedo a que pudiera someterles a un castigo – las caras de la gente aparecían en su memoria como flashes, lo cual producían en su interior un gran sufrimiento – sé que no les falta motivo, ya que mi padre en verdad es muy cruel y tiene los impuestos muy altos...y también sé que es muy avaricioso, y yo al ser su hijo, comprendo ese miedo que me sienten – hablar así de su padre le dolía, pero no había mentira en sus palabras por desgracia, y recordar todos esos momentos en los que estuvo solo en su infancia por ocupar ese cargo como hijo de reyes, le producía que se le abriera la herida que tanto tiempo le había costado enterrar al ser imposible sanarla por tantas malas experiencias, la primera, la de su madre, el rostro de su madre fue el que alcanzó el punto sensible de su espíritu al recordarla – se también que mi padre no es un rey justo y que siempre consigue lo que quiere por los medios que sea...yo...yo sólo quería... - sus palabras se ahogaron entre sollozos, de sus ojos empezaron a brotar lágrimas – sólo quería tener con quien compartir cosas, pero siempre esa maldita diferencia de estructura social de mi padre me a tenido prisionero en el castillo, lo peor de todo es que no puedo hacer nada para cambiar esta situación – no sabía cómo había llegado a contar esas cosas a un campesino que lo había conocido ese mismo día, pero debía aceptar que se sentía mucho mejor, aunque mientras le contaba todos sus problemas con aquellas lágrimas en las mejillas, le era imposible mirar a la cara al rubio...no sentía vergüenza por llorar, pero algo dentro de él, le decía que era mejor que no le echara un ojo ya que se le subirían los colores.

Por otra parte, Julietto había quedado sorprendido por el buen corazón que demostraba tener el príncipe, con esas lagrimas que se precipitaban de su cara hacia el suelo.

- Oye – le dijo con voz tierna y comprensible – no tienes que culparte por los errores de tu padre – Romeo le hecho una fugaz mirada por la curiosidad del rostro que debía tener por el tono tan cariñoso con el que le hablaba, en cuando quiso volver a agachar la mirada, la mano de Julio le agarro la barbilla impidiendo que se rompiera el contacto visual entre sus ojos – tú no eres él, sólo nosotros decidimos con nuestros actos, quienes somos – limpiando con ambos pulgares las lágrimas de Romeo – así que no te aflijas por eso, ahora no estás solo...así que deja de llorar y come – le dijo con una sonrisa, lo cual provocó en Romeo un sensación extraña de ternura y cariño hacia ese joven.

Ambos empezaron a comer y escuchando los ruidos de la noche en silencio, al acabar, Julietto añadió más leña al fuego para avivar las llamas y seguir manteniendo sus cuerpos en ese calor tan acogedor.

- ¿Querías saber por qué me atacaban los soldados? - le preguntó a Julietto ya más calmado.
- Así es, pero estas en tu derecho de no contármelo – le dijo amablemente.

- También tienes derecho a saberlo, al fin y al cabo, me has defendido de ellos – mirando con tranquilidad y confianza a Julietto, suspiró y al cabo de unos segundos procedió – mi padre quería casarme con la princesa de Francia y yo me negué a aceptar, esos soldados habían sido enviados para hacerme entrar en razón, a las maneras de mi padre.

- Veo que tu padre es capaz de todo pero, ¿por qué no aceptaste si sabías como era? - le preguntó con curiosidad, aunque él mismo se imaginaba la respuesta ya que él, tenía experiencia vividas, aunque de otro modo – me imagino que tendrías una buena vida y supongo que ya te imaginabas que algún día te iban a casar con alguien al ser de familia de reyes.

- Lo sé, pero le prometí a mi madre antes de morir que me casaría por amor – Romeo se dio cuenta por el rostro de Julietto como aquella noticia le había impactado, aunque sin saber el motivo por la cual tanta sorpresa, ¿era lástima?, algo del rostro de Julietto le decía que no se trataba de eso – además no conozco a esa chica y nuestra unión sólo serviría para que mi padre pudiera aprovechar el ejército francés y traer más guerras y pobreza – tanto Julietto como él estaban mirándose el uno al otro sin perder detalle de los gestos y expresiones de sus caras – solo quiero casarme con alguien que de verdad ame.

- Siento lo de tu madre, aunque ella tenía razón – mirándolo con ojos compasivos y luego echando la mirada al fuego pensativo – creo que una persona debería estar con una persona que en verdad ame y no por compromiso – Romeo no estaba del todo seguro si esto había sido una reflexión en voz alta de lo que estuviera pensando Julietto, o si le hablaba a él – hiciste bien Romeo – volviéndolo a mirar sonriente pero, sin haber acabado de abandonar aquellos pensamientos que lo tenían tan alejado del mundo real.

- ¿Cómo puedes estar tan seguro, de que hice bien? - le preguntó al ver que no había duda alguna en su respuesta, y también quería averiguar que lo había mantenido tan ensimismado en sus pensamientos.

El silencio volvió a reinar entre ellos, y eso hizo que Romeo se sintiera culpable al pensar que había preguntado algo inapropiado.

- Lo siento, si te he molestado con mi pregunta, no era mi intención – pidiendo disculpas y avergonzado al pensar que había metido la pata.

- Tranquilo, digamos que pude comprobar con mis propios ojos, que cuando el amor es verdadero nada puede romperlo, ni incluso la muerte – sonrió a Romeo, sabiendo por la expresión de éste aunque intentara ocultarlo, de que esa respuesta no había sido lo suficiente útil para resolver sus dudas.

Romeo decidió no insistir en el asunto, y esta vez con precaución le pidió permiso para formular otra pregunta que le había surgido, al recordar el combate nocturno que había vivido apenas unas horas atrás.

- Claro, ¿qué quieres saber? - contestó con un tono de curiosidad, al no saber qué era lo que él tenía de especial que le hubiera impresionado tanto a un príncipe.

- Tu manejo de la espada es muy bueno...¿cómo aprendiste? - poniendo toda la atención a Julietto intercambiando miradas.

- Ah... - sonriendo al ver en el rostro de Romeo, el gran interés que mostraba por saber la respuesta – fue mi padre el que me enseñó todo lo que sé.

- ¿Y dónde está él? - volvió a preguntar para saber más, sobre aquella persona que había entrenado tan bien a Julietto y lo había convertido en todo el hombre que era.

- Bueno...él murió – esas palabras hicieron que los ojos de Romeo se abrieran como platos, y un escalofrío recorriera su cuerpo a pesar de estar al lado de la fogata.

- Vaya...lo...lo siento – le dijo rápidamente a la defensiva y nervioso a tal inesperada respuesta – no debí preguntar – agachando la mirada al suelo.

- No te preocupes...él murió hace dieciocho años cuando apenas tenía 6 años – al ver a Romeo tan interesado en el tema, decidió seguir explicándole más cosas sobre su familia – él era un soldado, una noche unos espías se infiltraron en el reino y él los localizo, su turno había acabado...así que podría habérselo encargado a otro, pero aun así mi padre fue en busca de ellos...consiguió atraparlos y los dejo a manos de los guardias de esa noche, pero mientras los transportaban a las celdas uno consiguió escapar y atacó por sorpresa a mi padre camino a casa...le disparó con una ballesta en el pecho – mostrando una sonrisa a Romeo, al final de la historia tan trágica de su padre, para que no se sintiera culpable por su curiosidad.

- ¿Así que...tu padre era del ejército? - lo que sonó como pregunta de los labios de Romeo, era más bien una reflexión en voz alta, aquellas palabras hicieron que Julietto se sorprendiera al ver el rostro de Romeo...un rostro que lo observaba con lástima, ternura y con unos ojos marrones humedecidos - ( Hasta su padre, fue víctima de las guerras ) - lo siento...lo siento mucho – sus ojos al fin derramaron aquellas lágrimas, que con tanto esfuerzo le habían costado por intentar no hacerlo.

- Óyeme, no llores – ver aquellas lágrimas de Romeo le producían una sensación muy extraña dentro de él, su corazón parecía encogerse al ver tanta tristeza reflejada en aquel chico, un sentimiento lo atraía hacia ese rostro inundado en lágrimas – no es culpa tuya...si es lo que estás pensando – errando por primera vez de los sentimientos del príncipe y agarrando una mano de éste que tenía apoyada en el tronco de donde estaban sentados y haciendo sonrojar al chico lagrimoso – a mi padre siempre le gustó servir como soldado para defender su pueblo – ayudando a secarle las lágrimas con la mano que le sujetaba – además hay una cosa que me hace recordarlos con mucha felicidad – metiendo su mano que tenía libre debajo de su camisón viejo y sacando un trozo de papel que le entregó a Romeo en la mano que le sujetaba.

- ¿Qué es? - le preguntó al observar ese pergamino muy antiguo y sucio en su mano.

- Ábrelo – le dijo sin quitar los ojos de las manos de Romeo.

Éste le hizo caso y lo abrió con mucho cuidado, ya que se podía observar la cantidad de años que le habían pasado por encima y la fragilidad del papel, dentro estaban escritas unas palabras que se habían difuminado con el paso del tiempo, pero aún eran posibles de leer.


“ Lo siento hijo mío, por haberte dejado solo en este mundo pero...por amor se hacen grandes locuras.

Es pero que algún día puedas perdonarme...pero no olvides que tu padre y yo siempre te querremos.”

No podía creer lo que estaba leyendo...por muchas veces que lo leyera, las palabras eran las mismas...de pronto la voz de Julietto sacó su mirada de aquella nota.

- Mi madre al cabo de unos días se quitó la vida por la muerte de su esposo...esa nota estaba al lado de su cuerpo recostado, en la mesa debajo de un cuchillo – los ojos del príncipe no lo dejaban de mirar con expresión desconcertada, pero antes de que se pusiera a llorar otra vez, si es que había acabado de llorar en algún momento, Julietto a pesar de contar tal tragedia lo miraba con ternura y una sonrisa – al principio odié a mi madre al haberme dejado solo en el mundo, ya que comprendía que la muerte de mi padre había sido algo del destino, en cambio mi madre se cortó las venas porque ella quiso, – Romeo pudo escuchar como la voz de Julietto se iba ahogando cada vez más y los ojos se le empañaban – no entendía porque lo había hecho, hasta que pasados unos años fui entendiendo lo que aquellas palabras significaban, ahora sé que mi padre y mi madre se querían mucho...su amor fue tan grande que hasta la muerte no pudo hacer nada por romper esos lazos – Romeo al ver que de uno de los ojos se le había escapado una lágrima, hizo exactamente lo mismo que le había hecho Julietto agarrándole la mano y mirarlo con una sonrisa.

- Sabes... - le dijo Romeo conmovido por dentro por aquella historia, observando el papel, esta vez como si llevara algo de mucho valor sentimental que le unía de algún modo a Julietto y empezando a doblarlo con el cuidado que se merecía – ojalá algún día pueda amar a alguien de esa manera tan profunda...la historia de tus padres me ha dado mucha confianza en mí mismo...y deseo poder tener a esa persona tan especial algún día...aunque por desgracia al final tendré que aceptar lo que mi padre diga o será mucho peor para todo el mundo.

- No tiene porqué ser así, eres libre de amar a quien quieras, tú corazón no le pertenece a nadie, excepto a ti – le dijo intentando infundirle coraje para que pudiera enfrentar a su padre, haciendo un silencio al ver la cara pensativa de Romeo y con los ojos clavados otra vez en el fuego.

Romeo al cabo de unos segundos perdido en su pensamiento, volvió a la realidad percatándose de que había dejado a Julietto sin responder y quedar en puro silencio.

- Vaya perdona...estaba...

- Pensando lo que te había dicho – acabando la frase del príncipe con una sonrisa – tranquilo, es mejor que lo hagas y te des cuenta de que tu padre no puede exigirte tal cosa – la respuesta de Romeo, fue una mueca entre sonrisa y duda de que, lo que Julietto había dicho fuera del todo acertado, ya que su padre era el rey y como tal...él mandaba.

De pronto, el cansancio hizo mella en el castaño, soltando un bostezo, lo que provocó una sonrisa del campesino.

- Perdona.

- No te preocupes, ya es tarde – le dijo mirando la posición de la luna – ve a dormir en la casa, yo acabaré de hacer unas cosas.

- ¿Estás seguro?, ¿quieres que te ayude con algo? - le preguntó al sentir lastima y vergüenza de que después de darle comida, tuviera que dejarlo allí a fuera.



- No tranquilo, luego yo entraré...tú debes descansar de las heridas – le dijo con un tono amable y cálido, que envolvían a Romeo sin poder hacer nada en sentirse querido y cuidado.

- Esta bien, buenas noches – sonrojándose por esas últimas palabras que hacia tiempo que no dedicaba a nadie, después de fallecer su madre.

- Buenas noches, – le contestó, observando por el rabillo del ojo como se iba hacía la parte delantera de la casa, mientras sus manos apagaban el fuego con la tierra del suelo – Romeo... - éste se giró rápidamente y sorprendido al oír su nombre – gracias por esta bonita noche...eres un gran hombre – poniendo nervioso al chico por esas palabras inesperadas.

- Lo mismo digo...Julietto – desapareciendo por la misma esquina en que había salido de un principio con la última sonrisa de aquella noche.


Continuara...

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