22 de diciembre de 2013

Poema Gótico

Amore Morte

(Los derechos de la imagen pertenecen a su autor )

La nieve me rodeaba,
con el frío de Nevada.

En el bosque caminando me encontraba,
dejando constancia de mi viaje con mis pisadas.

En la blanquecina arboleda estoy,
sin saber hacia donde voy.

Las aves no cantan,
sólo el viento susurra,
mis manos no se calientan,
pues mi aliento se hiela.

Mis pasos se han hecho lentos,
y en tus pies me encuentro,
que tristeza ven mis ojos,
en tan hermosos rostro.

Si por tu felicidad,
mi final en tus manos he de encontrar,
a la muerte no quiero hacer esperar.

Vestida de negro al igual que ella vas,
pero con tus encantos ningún miedo me das.

Y espero que con mi líquido rubí,
tu alma haga feliz.

Escrito: Por Pere Antoni (ItaDei)



23 de septiembre de 2013

Anhelo; Poema Gótico

Hola, ¿cómo están?, soy el redactor Pere Antoni también conocido como ItaDei en algunos foros de fics, como habréis notado añadí el apodo al lado de mi nombre.

Bueno aquí os quería dejar una publicación de una nueva etiqueta que he añadido como Poesía, la idea es que aquí se vayan publicando poesías propias de los redactores del blog, en caso de que quieran publicar alguno que no sea de invención propia añadir el poeta que lo escribió, así que con mi primera poesía abro esta sección.

Es la primera que hago y el tema es gótico, espero les guste.

La imagen me ayudó a editarla una gran amiga llamada Canek Angelus y como a mi siempre me gusta devolver la ayuda que se me presta, os dejaré algunos links de sus historias de su pagina en el face y una pagina web, aunque intentaré que se una como redactora pues me gusta mucho como escribe y creo que os gustaría bastante, aunque no prometo nada.

(Los derechos de la imagen pertenecen a Orellana de DeviantArt)





Aquí os dejo los links de Canek Angelus:












Romeo x Julietto (il-Divo, Por ti seré)





Capítulo 7: Angelo Di Salvo

- Deseo que se haga justicia con mi padre, déjeme matar a ese campesino mi señor – le dijo, un chico de unos cuantos años más que Romeo, con el pelo corto y oscuro al igual que su perilla, con ojos marrones que ardían en venganza.

- Pero no a sido el campesino quien lo ha matado, sino mi hijo – le dijo, con tono relajado e intentando ser objetivo con el chico – no sería justo para ese pobre hombre, además ya le habéis propinado una paliza en los calabozos, cuando yo ordené que no se le hiciera daño alguno...y aún así después de desobedecerme seguís con vida, ¿no os parece suficiente la recompensa obtenida por la muerte de vuestro padre?.

- Pero, mi señor...vuestro hijo ha matado a mi padre – viendo como el rey seguía tan tranquilo en el trono como siempre a pesar de que alguien le estuviera exigiendo con rabia la muerte de otra persona – ya que no puedo matar al príncipe, quiero ver correr la sangre de ese campesino al que le tiene tanto estima su hijo...por lo que se puede ver – le dijo con sarcasmo para hacerle ver las segundas de sus palabras, haciendo reaccionar al rey levantándose de el trono y caminando hacia el hijo del capitán.

- Cuidado en lo que dice, usted puede ser el oficial de entrenamiento del ejército, pero te hago recordar que no eres indispensable – agarrando al chico por la barbilla y apretando sus labios – su padre era un buen capitán, pero no vuelva a sugerir con sus palabras que mi hijo, vuestro príncipe tiene deseos carnales con un hombre, o le mandaré a la guillotina...¿queda claro? - soltando el rostro del chico, quedando éste inmóvil ante el rey.

- Sí, mi señor – tragándose su orgullo e ira hacia el hijo del rey y el campesino.

- Angelo, yo también ardo en deseos de matar al muchacho, pero lo necesito ahora con vida – poniéndose detrás de la espalda del muchacho – cuando ya no sea útil... - habiendo hecho la vuelta completa al chico y parándose de nuevo delante suyo – vos mismo acabaréis con la vida de ese hombre.

- Como desee, señor – intentando ocultar la sonrisa de satisfacción ante aquel nuevo acuerdo inesperado con el rey.

- Ahora vete, Angelo Di Salvo, hijo del capitán Gerardo Di Salvo, recuerda que su padre siempre fue muy leal a mi corona y murió con todos los honores, – volviendo a sentarse en el trono, mientras Angelo le hacía una reverencia para seguidamente darle la espalda – no se vuelva como su hermano mayor...un simple traidor – parando en seco su camino hacia la puerta principal de la sala, recordando aquel fatídico día, culpando de ello y dirigiendo su odio hacia la misma persona que ahora había matado a su padre...Romeo.

Marie había quedado impactada por lo descubierto, sin duda su plan no iba a funcionar así que tenía que avisar a Romeo antes de que hablara con su padre o Julietto moriría antes de que pudieran hacer nada. Al percatarse de que Angelo estaba ya casi a punto de acercarse a la puerta, se fue al gran comedor a dejar lo que llevaba en las manos y pidiendo a una de sus amigas que acabara de poner la mesa para el banquete, ya que Romeo exigía su presencia en los aposentos.

Cuando llegó en la habitación del príncipe pudo ver que no la esperaba, ya que al entrar éste dio un brinco de la cama y callando de golpe.

- ¡¡Marie!! - dijo sorprendido, calmándose de aquel susto al haber temido que alguien le hubiera descubierto al hablar en alto, practicando el discurso con su padre y su propuesta - ¿ocurre algo? - le preguntó al verla nerviosa.

- No tengo mucho tiempo, debería estar en el salón preparando el banquete, pero lo que le tengo que decir va a cambiar nuestros planes – parando en seco al ver la cara de sorpresa del chico.

- ¡¡¿Cómo dices?; ¿Por qué?!! - le preguntó exaltado sin entender a qué venían esos repentinos cambios.

- No puede decirle a su padre que se va a casar con la princesa, si deja vivir a Julietto al castillo hasta que ustedes dos reparen su casa, su padre ha ordenado a Angelo...

- ¡¿Angelo?! - le interrumpió, con el rostro de confusión de si había entendido bien.

- Así es, el hijo del capitán Gerardo que usted ha matado, él sabe que ha sido usted y exige la muerte del campesino ya que sabe que su padre no le va a hacer nada, pero también por lo que he oído, sospecha de que a usted le gusta Julietto y sabe que si muere, eso le provocará más dolor que cualquier otra cosa – mirando a su príncipe con ojos de compasión, al entender lo importante que era para Romeo todo esto y todo lo que había en juego – si le dice esto, al acabar la casa de Julietto, estoy segura de que intentaran atentar contra su vida y usted tendrá que casarse sin remedio, sin ninguna oportunidad de escapar junto a él.

- ¿Cómo puede sospechar algo así?, él no estaba allí - le explicó, poniéndose más nervioso al ver que el sueño de ser libre con Julietto se desvanecía así como iban pasando los minutos.

- Pero los otros soldados sí, seguro que lo sabe ya mucha gente del castillo pero nadie dice nada por el miedo a su padre, pero Angelo si se lo a dicho...por suerte no se lo ha creído y lo ha amenazado de si vuelve a decir algo así, le va a matar...por lo tanto no debemos preocuparnos de que su padre se enteré por el momento, ahora la prioridad es que mantengamos a salvo a Julietto – le dijo, tranquila y haciéndole entender cómo estaban las cosas, haciendo recordar al príncipe que su comportamiento tan abierto hacia ese campesino por la mañana había sido un grave error, pero sabía que no había tenido otro remedio o le habrían cortado la lengua a Julietto.

- ¿Entonces qué hacemos? - le dijo confuso y alterado por la situación, ahora de nada le servía el discurso que había practicado, aunque tampoco le hubiera dado mucha esperanza a que funcionara.

- Obligar a su padre hi ha Angelo a hacer necesario a Julietto todo el tiempo posible – le dijo, pensativa y mirando directamente a Romeo con seriedad, hasta que pasados unos minutos una sonrisa despertó la curiosidad del chico.

- ¿Tienes una idea? - le preguntó ilusionado, agradeciendo una vez más a que Marie estuviera de su lado, por lo contrario Julietto ya estaría condenado.

Lo que le propuso no era un cambio tan grande al plan original, pero sin duda si funcionaba lo que tenía pensado en decirle, la vida de Julietto estaría a salvo sin riego de que Angelo intentara atentar contra él. La cara de Romeo cambió de nuevo a pura felicidad y recuperando aquellas esperanzas que ya daba por perdidas.

- Sin embargo, - añadió con cautela la sirvienta – el problema está en Angelo si será tan leal al rey cómo esperamos.

- Tranquila, mi padre lo teme todo el mundo – le dijo, sin tener en cuenta las últimas palabras de la mujer.

- No lo subestime, recuerde de quien es hijo, él es muy listo y seguro que hará lo posible de encontrar una oportunidad de acabar con Julietto, además... – le dijo, con tono serio - …usted y él estaban muy unidos, teníais un fuerte lazo que os unía, siempre competíais por quien era el mejor, pero aunque fuerais amigos aquello acabó hace mucho y ahora tiene otro motivo para hacerle daño.
Sin duda aquellas palabras no había podido ignorarlas, sino todo lo contrario, ahora entendía que no sólo tenía que preocuparse de su padre, sino también de Angelo, con él que vivió muchas cosas de pequeño, cosas que se ha negado él mismo durante años, cosas que no ha contado jamás a nadie, incluida su madre, quién lo había sabido casi todo de él, excepto el primer amor, su primer beso en secreto a sus 13 años con Angelo Di Salvo cuando éste tenía 17, aunque de eso ya habían pasado 9 años, pues su relación no duro mucho tiempo, apenas unos meses por culpa de una tragedia de la que había jurado nunca decir nada por muy duro que fuera guardar ese secreto que ocultaba.

- Abre la puerta carcelero – le ordenó el rey, el cual éste obedeció lo más rápido que su cuerpo le permitió para no recibir castigo alguno, sin duda su corazón se aceleraba cada vez que aquel señor le ordenaba algo, rezando que dios le ayude si algún día hacía algo que no le agrade a su señoría.

Al abrir la puerta sin duda tenía que reconocer que sus celdas del castillo no olían precisamente a rosas, sujetando un pañuelo en la boca y nariz para no tener que soportar el olor de aquel sitio. Bajo las escaleras decidido, mirando con superioridad al campesino que se encontraba lleno de moratones y la cabeza agachada, sorprendiendo al rey con sus palabras, haciéndole entender que sabía quien era sin haberle mirado y que seguía vivo.

- Vaya, el rey me visita en la celda – subiendo su rostro fatigado – ¿a qué debo tal honor? - le dijo con ironía.

- No he venido a discutir contigo, sólo a saber qué tipo relación tienes con mi hijo – volviéndose a poner el pañuelo en la boca cuando no tenía que hablar – contesta – le ordenó tranquilo, al ver que no había palabra del chico, prosiguió – escucha, no se que has echo para ganarte la confianza de mi hijo tan rápido pero, si encuentro un indicio de que ha habido algún contacto más allá de lo verbal contigo, te mataré.

- No me asustan tus amenazas, además no creo que sea muy difícil que alguien del pueblo se gane la confianza de Romeo habiendo vivido en este castillo, con usted y sus continuos maltratos hacia su propio hijo, sólo lo salve de que esa noche recibiera una paliza ordenada por su mismísimo padre – haciendo silencio un momento para contemplar como el rey escuchaba cada una de sus palabras muy atentamente, - la pregunta que debería hacerse es, ¿qué a echo para que su hijo se comporte así con usted?.


- El es un noble, tú un muerto de hambre – le dijo sin tapujos – su educación sin duda es muy diferente, cosa que tu no puedes entender, su destino reside en gobernar un reino y resolver todos los problemas que aquello conlleva, no se tiene que preocupar de si su cosecha ira bien o no como tú.

- ¿Y eso conlleva a recibir una paliza cada vez que no haga lo que usted le ordene, o el tener que casarse por obligación? - le preguntó, con la esperanza de que el rey entendiera que lo que hace es un salvajismo.

- Si – le contestó firmemente – no he venido a hablar de su educación así que contesta a lo que te he preguntado, ¿qué tipo de relación tienes con mi hijo?.

- Si lo que le preocupa es que hayamos podido tener algo en el lecho – le dijo con una sonrisa en el rostro, haciendo enfurecer al rey.

- ¡¡Ni se te ocurra burlarte de mi!! – propinándole un bofetón con el reverso de la mano.

- No se preocupe, somos simplemente amigos que han cogido gran confianza, - le dijo serio mirándose ambos a los ojos – como ya le he dicho, su hijo sólo necesita un buen amigo que lo escuche, ¿tiene idea de lo que a sufrido por su culpa? - aquella pregunta dejo pensativo al rey por unos momentos, convencido cada vez más de que lo que había entre ellos era simple amistad.

- Esta bien, la verdad tengo que reconocer que si mi hijo tuviera tu actitud sin duda sería mejor de lo que es ahora, en vez de el patético rey al que su propia esposa lo pisoteará si sigue siendo tan sentimental y mirando por el bien de los otros, en vez de defender lo que es suyo con dureza – mirando al chico con una sonrisa – mi hijo quiere que te suelte y puede que lo haga, pero tu me ayudarás como su amigo que eres.

- ¿A qué se refiere? - le preguntó, sintiendo como la preocupación empezaba a florecer, sabiendo que no había nada bueno que pudiera proponer ese hombre.

- Me ayudarás a convencer a mi hijo de que la boda es lo mejor que le conviene a él y a su querido pueblo – le dijo, mientras le daba la espalda alejándose de él.

- ¿Por qué debería hacer tal cosa por usted? - le preguntó, cauteloso al poder ver que esa conversación iba cogiendo un tono oscuro.

- Porque... - haciendo un silencio inquieto, dándole de nuevo la cara y acercándose al rubio – no desearías ningún mal a esos chicos pequeños que venían a visitarte en tu casa, ¿o si? - enseñándole un rostro serio y a la vez teatral, haciéndole entender que sabía lo importante que eran para él.

- Sólo son niños – le dijo incrédulo – ¿se atrevería a matar a personas tan inocentes?.

- Yo no podría hacer tal cosa, pero... - acercándose al rostro de Julietto con seriedad – son tiempos peligrosos, ya sabes a lo que me refiero, violadores, asesinos, algún accidente de caza con arco, - el silencio volvió a reinar en la celda, mientras el rey contemplaba la mirada de odio del muchacho – pueden suceder muchas cosas, de ti depende de que esos críos puedan llegar a tener tu edad algún día.

- Esta bien – le dijo abatido emocionalmente, al ver con sus propios ojos que la descripción de Romeo sobre su padre no era tan exagerada de la realidad.

- Gracias – le dijo, haciéndole un pequeño gesto con la cabeza – Julietto, soy un hombre generoso si se me complace como es debido, no tenemos porque llevarnos mal, ni tiene porque sufrir nadie – volviendo hacia las escaleras de la celda, volteando su cabeza desde el umbral de la puerta para contemplar al muchacho – por cierto se me olvidaba – le dijo, dando una palmada con sus manos – le diré a Romeo que venga a verte ahora antes de cenar, así resolvemos el problema cuanto antes, será mejor para todos así podrás salir de aquí.

Hacia ya un buen rato que Marie había abandonado los aposentos del príncipe para volver a sus tareas de siempre, desde aquel momento Romeo no pudo evitar que los recuerdos más escondidos en su interior con Angelo surgieran, al estar éste ahora como un obstáculo en su vida, sin poder creer aún de cómo las cosas entre ellos habían podido cambiar tanto y el enorme secreto que le ocultaba, el cual se hacía cada vez más pesado al cruzarse con él por el castillo día a día desde el incidente del que se sentía enormemente culpable.

El darle tantas vueltas al asunto sobre Julietto, el aviso que le había hecho Marie sobre Angelo y el doloroso pasado que le unía con él, habían ya empezado a hacer su efecto, su preocupación de cada vez era mayor, se sentía cada vez más presionado como si sus aposentos se hicieran cada vez más estrechos, el aire que inspiraba no era suficiente para calmar a sus alteradas pulsaciones, y lo que más le dolía es que extrañaba los abrazos, los besos y las palabras de cariño que una vez salieron de la boca de Angelo, sabía que en el corazón de este ahora sólo residía odio hacia él, o eso es lo que tenía por seguro pero, extrañaba a aquel chico tan educado que el mismo había convertido en lo que era, por suerte su sosiego estaba ahora en Julietto, un campesino con el que en una sola noche había conseguido llegar a su corazón y curar algunas de las heridas que en él residían.

Suspiró y se levantó de su cama, empezando a hacer pasos sin sentido por su habitación, viendo que antes de la noche anterior todo en su vida había sido tranquilo sin ningún problema con nadie, obedecía como cualquier otro sirviente del castillo y sufría en silencio, y ahora que luchaba por lo que quería si veía envuelto en problemas de los que no sabía si iba a salir arrepentido.

- (Tranquilízate, todo va a salir bien) – pensaba una y otra vez, hasta que la llamada a su puerta le hizo quedarse quieto, ¿volvía a ser Marie? - pasad – dijo, para su sorpresa fue su padre, ¿qué diablos quería ahora de él?, ¿quería amargarle el poco tiempo que le quedaba para estar tranquilo antes de la cena? - ¿qué desea padre? - le preguntó con enfado y resentimiento, a la vez que le daba la espalda viendo el paisaje por la ventana.

- Veo que aún estas enfadado conmigo, pero sólo he venido a decirte que Julietto tiene algo que proponerte, aunque primero me a llamado a mi y hemos pactado algo, sólo depende de ti que sea haga realidad o no – le dijo, con curiosidad a la reacción de su hijo, viendo como éste lo miraba de reojo.

- ¿Qué clase de pacto? - le preguntó, dando la cara a su padre desde la otra parte de la habitación - ¿habéis pactado algo o le has obligado? - le preguntó, sabiendo que no había palabra de la que pudiera fiarse proveniente de su padre.

- Hijo, - le dijo, caminando hacia él – no soy tan mala persona como crees, al fin y al cabo sólo quiero lo mejor para ti, te doy mi palabra como rey y como tu padre que lo que te tiene que proponer Julietto ha sido idea suya y sólo suya, he visto que te tiene un gran aprecio como amigo al igual que tú con él, - observando como sus palabras empezaban a llamar la atención de su hijo – estoy dispuesto que seáis amigos y podáis tener una relación como otra cualquiera de amistad a pesar de los diferentes niveles de la sociedad que os separan, aplaudo la lealtad que habéis mostrado entre los dos a pesar de haberos conocido hace tan poco, la lealtad de los súbditos es esencial para un rey, ya que no me escuchas a mi – le dijo, manteniendo una actitud comprensible que tan pocas veces podía ver en su padre – quiero que hables con Julietto y lo escuches, si lo haces – le sugirió, ejecutando un movimiento afirmativo de cabeza, a la vez que le ponía una mano izquierda en el hombro izquierdo – tú y ese chico podréis disfrutar de vuestra amistad sin ningún impedimento más.

- Esta bien, iré a hablar con él – le dijo, sin creerse una palabra gracias a Marie que ya le había informado sobre los planes de Angelo y su padre, aunque sin poder evitar esa pequeña duda sobre si era verdad que Julietto le hubiera propuesto algo a su padre.




Continuara...

13 de septiembre de 2013

Romeo x Julietto (il-Divo, Por ti seré)




Capítulo 6: Visita al calabozo

Lo que sugería su sirvienta y amiga de confianza en verdad era arriesgado pero sin duda era una buena idea, Marie se había ido a por la comida de él y Julietto mientras le daba tiempo para decidir si seguir con el plan.

Al cabo de unos minutos se escuchó el repicar de la puerta y la voz de la muchacha que entró con una bandeja con un poco de carne y pan en cada plato acompañados con dos copas y una jarra de vino. Al dejar la comida en el escritorio del fondo de la habitación, Marie le comunicó que se tenía que ir a hacer una última cosa y que luego regresaría, pero antes de salir Romeo la agarró del codo algo nervioso.

- Ah, Marie – le dijo con el corazón acelerado y soltando el brazo de la muchacha al ver la cara de sorpresa que había puesto – quiero salvar a Julietto,...quiero decir que estoy contigo y me parece muy buena idea lo que has dicho.

- Tranquilo Romeo, lo sé – le dijo con una sonrisa – por eso necesito ausentarme un momento, usted coma su parte – señalando con los ojos la comida de la bandeja – cuando regrese, venga conmigo y la comida de Julietto, pero una vez le hayamos dado de comer y se asegure de que esta bien, tiene que hacer lo que habíamos quedado por el bien de usted y él.

- Esta bien, aquí te espero – le dijo, preocupado y cerrando la puerta.

Los minutos fueron pasando en una atmósfera de nerviosismo y preocupación sobre el por qué estaba tardando tanto Marie, ¿qué era lo que tenía que hacer?, ¿qué era lo que hacía para tardar tanto?, cada minuto que pasaba cada vez era más preocupante, la hora de ver a Julietto era de cada vez más cerca y el plan que habían planeado parecía bueno, aunque aquello les llevaría por un camino lleno de obstáculos cada día y mucha precaución pero en esos momentos parecía la única solución. Los pasos en la habitación era cada vez más constantes sin parar de dar vueltas en el mismo lugar y comiendo algo de tanto en tanto sin permitirse el lujo de sentarse un momento, repasando y volviendo a repasar todos los detalles de lo que tenía que hacer cuando estuviera con su padre.

La puerta se abrió dando paso por fin a la anhelada persona que estaba esperando, cerrando la puerta con suavidad para no hacer ruido.

- ¿Qué estabas haciendo?, ¿por qué has tardado tanto? - le dijo preocupado y con voz baja.

- Ya lo verá en su momento – le dijo con un tono de misterio y hablando muy bajo – ahora debemos irnos a las mazmorras sin llamar la atención de los guardias – cogiendo la bandeja de la comida, viendo que el príncipe apenas había probado bocado, aunque lo encontró normal en la situación en la que estaba en esos momentos – Romeo, usted tendrá que vigilar que no haya nadie en los pasillos, yo llevaré la comida.

- Esta bien, pero hay otro guardia que vigila las mazmorras, ¿cómo vamos a pasar? - le dijo, empezando a ver que aquella misión era muy arriesgada.

- No te preocupes por ese guardia – le contestó la chica con tono convencido y haciendo aparecer un rostro de sorpresa en Romeo.

- ¿Por qué no debería preocuparme? - le preguntó.

- Ya lo verá, ahora vayámonos – le apresuró, indicándole de que abriera la puerta.

Llegar a las mazmorras fue algo verdaderamente difícil, ahora entendía por qué nadie había logrado escapar de aquel castillo, la seguridad era verdaderamente extrema y los guardias hacían su mejor esfuerzo, aunque Romeo sabía que aquella perfección era motivo del temor hacia su padre, eso hacía que la responsabilidad para el príncipe fuera más grande, ya que si lo de visitar a Julietto en secreto era descubierto al final, el rey haría ejecutar a todos los guardias que habían conseguido burlar, lo que significaba que si quería que nadie resultase herido tenían que entrar y salir de las mazmorras sin ser visto.

Estaban en el pasillo de las mazmorras cuando la sirvienta se adelantó a él, como si el peligro ya hubiera pasado, haciendo creer a Romeo que a lo mejor Marie ya no se acordaba del guardia que se encargaba de vigilar las celdas.

- ¡Espera! - le dijo, lo más fuerte que le era posible para que el guardia no detectará su presencia, sin embargo le sorprendió ver que la sirvienta había llegado a las celdas del fondo y no había rastro aún del soldado, ¿dónde estaba?.

Al ver la señal de Marie de que se acercara rápidamente decidió confiar en su criterio, al acercarse comprobó que en la mesa estaba el soldado dormido, con la cuchara al suelo y el plato de sopa que apenas había tocado.

- No despertará hasta dentro de unas dos horas – le confirmó la sirvienta.

- ¿Lo has dormido? - le dijo, sorprendido a la vez que entendía aquellas poca preocupación desde el primer momento por aquel soldado.

- ¿Por qué creé que he tardado tanto en llegar a sus aposentos?, tenía que encargarme de él, así que lo he dormido con unas hierbas bastante fuertes, - mostrando una sonrisa de agrado viendo como aquellas hierbas habían hecho su efecto esperado – cuando se levante tendrá algo de dolor de cabeza, pero nada más.

- Eres genial Marie, - sonriendo al ver lo lista que era, a pesar de aquel rostro inocente que mostraba siempre – recuérdeme que no la haga enfadar nunca – le dijo, como broma para alegrar un poco el ambiente, lo que produjo una sonrisa de satisfacción en la sirvienta.

- Tenga, - le dijo de repente, dándole la bandeja de la comida – entre y hable con él, yo vigilaré por si viene alguien, creo que es mejor que estén a solas.

- Gracias, - le contestó al ver lo atenta que era con él, arriesgando su trabajo, su vida y a su familia sólo por el amor que él sentía hacia otro hombre, aunque Marie simplemente le contestó con una sonrisa.

Al entrar en aquella celda pudo comprobar al momento aquel ambiente húmedo y frío, dónde la única ventilación de aquella sala que apestaba a un olor incapaz de identificar era una misera ventana dónde apenas uno podía meter la cabeza, aunque también los barrotes de hierro impedían hacer tal cosa. Bajó las escaleras muy despacio al contemplar como Julietto estaba atado de manos en la pared, por unos grilletes de hierro muy pesados y gruesos encima de su propia cabeza, debajo de sus pies había un enorme trozo de tela hecho trozos que Romeo reconoció rápidamente como la camisa que llevaba Julietto aquella mañana, no quería ni pensar que le habían hecho los soldados y el estúpido del capitán, aunque al acercarse a él la respuesta fue bastante evidente al ver los enormes moratones que tenía en ambas partes de las costillas y en el estomago, la cabeza de Julietto estaba agachada y Romeo no sabía como se encontraba si durmiendo o inconsciente, así que decidió averiguarlo del modo más fácil, dejando la bandeja de la comida al último escalón por el que había bajado.


- Julietto...Julietto – le dijo, repitiendo con suavidad el nombre del muchacho – Julietto – le dijo, acercándose a él del todo y levantando el rostro del campesino, viendo como había un hilo reseco de sangre en sus morados labios, aquello le encogió el corazón al príncipe haciendo brotar sus primeras lágrimas – por favor, despierta Julietto – le dijo en voz baja, y acariciando sus mejillas con ambas manos.

- Ro...Romeo – susurró Julietto, empezando a despertar, volviendo a ser consciente del dolor de los moratones que tenía en todo su cuerpo y del frío que hacia en aquel lugar - ¿qu...qué haces aquí?, t...tu padre...

- No digas nada Julietto, - le dijo, completamente hecho trizas en su interior al ver el estado del chico – olvida a mi padre, además estas temblando – le dijo, incapaz de hacer nada al no haber llevado ninguna manta y sabiendo que era muy arriesgado a ir por una y volver – te he traído algo de comer, seguro qué estas hambriento – acercándose a la bandeja dónde la había dejado y cogiendo un trozo de pan para dárselo a la boca, lo cual hizo soltar un chasquido de dolor de parte de Julietto y escupiendo la comida de la boca, al ver Romeo el trozo de pan ensangrentado al suelo, se dio cuenta que había heridas en su boca y el masticar le producía dolor en aquellas heridas – lo siento, lo siento – se disculpó, sufriendo al ver que volvía a bajar el rostro hacia el suelo de lo cansado y dolorido que estaba – espera un momento, te daré algo de vino, te ayudará a entrar en calor aunque te escocerán las heridas de la boca, pero tienes que beber.

- Romeo – le dijo, con tono cansado e interrumpiendo a que fuera por la bebida de la bandeja.

- Dime – invitándole a continuar a pesar de que ni él podía parar de llorar, por lo afligido que estaba por la salud de Julietto.

- Te...t-te quiero Romeo...t-te quiero...yo...yo

- Es suficiente Julietto, - le dijo, apenado al ver su tartamudeo por el frío – no digas eso, yo...yo, – la pesadumbre en su interior no podía ser más grande al igual que el sentimiento de culpabilidad – todo ha sido por mi culpa, por mi culpa tu estas así – volviendo a la bandeja para coger la bebida pero sin antes intentando secarse las lágrimas para que no cayera ninguna en la copa de vino, aunque en unos segundos más tarde nuevas lágrimas aparecieron en su rostro – lo siento mucho – dándole de beber y viendo el rostro de dolor que ponía por el escozor de las heridas en su boca, repitiendo la operación un par de veces hasta que el tartamudeo desapareció y la piel de Julietto empezaba a coger su tono rosado de nuevo poco a poco – ojalá no nos hubiéramos visto aquella noche, si hubiera aceptado el casamiento de mi padre y le hubiera obedecido como siempre nunca hubiera pasado nada de esto, lo siento mucho Julietto – acercando su frente a la del campesino, pudiendo ver éste las continuas lágrimas que se estrellaban al suelo de parte de su amado.

- No digas esas cosas...prefiero pasar mil veces esta tortura – separándose de la frente del príncipe, para encontrar sus miradas fijamente la una con la otra – que no haber visto nunca tus ojos, tu sonrisa, tus lágrimas y tu voz...no me arrepiento de nada y menos aún de recibir este castigo por lo que siento – aquellas palabras habían dejado atónito a Romeo, no sabía qué decir, qué hacer – sólo sigo adelante con el deseo de que algún día tenga tu amor.

- Julietto, yo... - en verdad quería a ese campesino pobre y ahora sin techo pero ¿tenía sentido pasar por todo esto por amor a alguien?, no lo sabía...pero amaba con cada fibra de su ser a aquel chico.

- Tengo...tu amor?, Romeo – le dijo, cansado volviendo a agachar la cabeza por el esfuerzo que le suponía mantener la cabeza erguida después de toda la mañana estando del mismo modo.

- Julietto, - le dijo, levantando su cabeza con las manos para que no tuviera que hacer ningún esfuerzo – lo tienes Julietto, ahora y siempre – le decía feliz de aquel momento mientras sus ojos llorosos mostraban la otra parte de cómo se sentía – tienes mi amor, te amo – acabando aquellas palabras mientras se iba acercando a los labios de su estimado compañero, hasta que se unieron en un profundo y cálido beso del que no se separaron, continuando con sus caricias labiales durante unos minutos el uno con el otro.



Por ti seré más fuerte que el destino,
por ti seré tu héroe ante el dolor
yo sin ti estaba tan perdido
por ti seré mejor de lo que soy.


- Vas a salir de aquí muy pronto, - le aseguró, más calmado gracias a aquellos cálidos besos de su hombre – sólo aguanta un poco más, por favor – le dijo, mientras acariciaba una de sus mejillas.

- ¿Qué vas a hacer? - le preguntó preocupado a que Romeo hiciera alguna locura por desesperación.

- No te lo puedo contar, - le dijo, con un rostro de misterio – pero te aseguro que estaré bien, no te preocupes, otro día si te lo contaré pero ahora no...confía en mi – besándolo de nuevo como si no hubiera un mañana.

- Confío en ti pero, ten cuidado Romeo – le advirtió al no saber que era lo que tramaba, aunque seguro que peligroso al tratarse seguramente de algo que podría afectar al rey o peor aún a Romeo, sabía que éste era capaz de sacrificarse como hasta ahora, sólo por salvarlo a él.

De pronto apareció la muchacha por la puerta, arriba de las escaleras advirtiendo a Romeo de que era hora de despedirse, Julietto entendió por los gestos de aquella muchacha de que estaba del lado de Romeo y que lo habían visitado de escondidas.

Romeo salió por la puerta del calabozo mirándolo con una sonrisa, antes de que la muchacha desapareciera detrás del príncipe, Julietto llamó su atención.

- Perdona señorita, ¿cómo se llama? - le dijo, mirándola arriba de la escalera.

- Marie, ¿qué es lo que quiere?, no puedo estar mucho tiempo aquí – vigilando que el guardia no despertará de un momento a otro.

- Gracias por ayudar a Romeo, cuídalo por mi Marie – ofreciendo una sonrisa a la señorita.

- Descuida, Romeo le quiere mucho sabe, la verdad es que me da envidia – le dijo con una sonrisa amable y voz dulce – Romeo lo ama con todas sus fuerzas y es un amor que no ha sido elegido por nadie, tiene suerte de que haya encontrado a alguien como usted, sólo tiene que aguantar un poco más Julietto y le vamos a sacar de aquí.

Al volver a sus aposentos junto con Marie, ambos se dieron un respiro por los nervios que habían tenido que soportar al intentar pasar desapercibidos por los pasillos del castillo, esperando a los momentos oportunos para ir de lado a lado para no ser detectados.

- Bueno la primera parte a salido bien, ya no tiene que preocuparse por Julietto aunque lo difícil señorito viene ahora con lo de su padre – le dijo, con una mirada de precaución – tiene que intentar que su padre acepte las condiciones de la forma que sea o luego será más difícil que ambos os podáis ver.

- Lo sé – le dijo, con tono pensativo – pero ahora no puedo decirle nada, no después de la que he armado en la sala cuando hablaban de sus estrategias de combate, debe estar furioso conmigo – tocándose consecuentemente aquel pequeño y fino corte que le había hecho su padre en el momento en que le había puesto la daga en la garganta, amenazándolo de muerte.

- Entonces espere a la hora de la cena, - le contestó, caminando hacia la puerta para irse a hacer sus tareas, ya que seguro la estaban echando en falta sus compañeras de trabajo.

- ¿Y si los soldados vuelven a la celda para darle más castigo?, - le preguntó, preocupado al recordar las heridas ya bastante feas que llevaba en su cuerpo el pobre muchacho.

- Hemos estado en la celda casi unas dos horas y no ha aparecido nadie durante ese tiempo, y ya le han torturado, así que supongo que al haber visto el estado en el que lo han dejado no volverán por ahora - intentando hacerle entender que no era probable de que los soldados volvieran a tomar represalias con el campesino en lo que quedaba del día.

- Ya sabes que he matado al capitán y sus soldados ahora me han cogido un gran rencor, seguro que son capaces de matar a Julietto sólo por venganza, esto es demasiado peligroso y no quiero tenerlo ahí durante mucho tiempo – intentando no pensar en el peligro en que estaba sometido su amante secreto.


- Tranquilícese, usted tiene algo muy importante que debe hacer en estos momentos, pensar en como convencer a su padre – le dijo, preocupada al ver todo lo que había en juego por ese chico de la misma clase social que ella, un simple pobre intentando sobrevivir por los pocos medios de los que disponía – yo me encargaré de que este en buen estado, pero usted debe convencer a su padre, de lo contrario podremos ir pensando en otra forma de sacar a Julietto de la celda.

Romeo, también era muy consciente de todo lo que estaba en juego, la vida de su amado, la de su sirvienta y posiblemente la de su familia e incluso su propia vida, ya que si había algo que no perdonaba su padre por ninguna circunstancia era la traición...sin duda no sería nada fácil hablar con su padre...incluso más complicado que colarse entre la vigilancia del castillo.

Pasaban las horas cuando Marie estaba preparando como siempre la mesa del gran comedor del castillo para los nobles junto con el príncipe Romeo y el rey, estaba yendo hacia la cocina cuando escuchó una gran discusión, entre las voces pudo distinguir al rey y si su mente no le estaba jugando una mala pasada, una de las otras dos voces que había más era la del oficial encargado del adiestramiento del ejército, lo que aquello le empezó a oler a problemas, ya que éste era hijo del capitán que Romeo había asesinado en el momento del arresto de Julietto.

Continuara...

4 de septiembre de 2013

Romeo x Julietto (il-Divo, Por ti seré)





Capítulo 5: Enfrentamiento Paternal


Al salir de sus pensamientos y cansado de llorar, hubo algo que le sorprendió y le dejo sin aliento, el pájaro empezó a desvanecerse con el aire desde el tronco del árbol mirándolo fijamente, y antes de que dejara de soplar el pequeño viento que se había levantado, una voz aguda, cariñosa y muy familiar hizo que pusiera los ojos en medio del lago, pudiendo observar el espíritu de una mujer con un vestido blanco y radiante, era su madre, no sabía que estaba pasando ni si era una ilusión lo que veía, pero le gustaba contemplarla, era igual de hermosa como la recordaba y su voz igual de dulce y confortante.

- Ma...madre – dijo atónito el chico, y viendo la sonrisa en los labios de la mujer al oír aquella palabra.

- Se fuerte hijo mio, salva a ese muchacho si es lo que te dicta el corazón – sonriendo a su hijo, al verlo ya tan grande y con lo poco que le quedaba de aquel rostro inocente que tenía de pequeño – te has hecho todo un príncipe, estoy orgulloso de ti.

- Madre, no te vayas – le dijo con voz asustada y triste al recordar el miedo que tuvo los primeros años de su niñez sin ella, sin sus besos, sin sus abrazos cuando tenía una pesadilla y se despertaba alterado.

- Nunca me he ido – le contestó con dulzura – siempre me has llevado aquí dentro – señalando su propio pecho – y yo te he llevado a ti, te quiero Romeo.

- ¿Cómo es posible que te este viendo?, no puede ser – le dijo confuso y sin acabar de poder creer que lo que vivía en esos momentos fuera real.

- Ya te conté las historias que hay sobre este lago, las cosas suceden por algún motivo, el mio era estar hoy aquí para levantar tus ánimos y que sigas el camino con el que crees tan firmemente, el tuyo era conocer ese chico y a pesar de haberlo visto durante sólo una noche, ya te has dado cuenta de que es la persona con la cual hace que todo tenga un sentido para ti – la silueta de la mujer empezó a desvanecerse, lo que alteró un poco a Romeo, su madre al ver esa reacción le regalo una sonrisa para tranquilizarlo – te quiero Romeo, ten fe en ti, confía en tu corazón y en tu amor hacia ese chico, yo estaré observándote como siempre he hecho y como siempre haré.

- Gracias...mamá – le dijo serio y muy confiado en si mismo, aunque sabiendo que al llegar el castillo necesitaría algo más que sus sentimientos para poder sacar a Julietto de su calabozo.

Al dejar a su caballo a los establos, entró en la sala del trono abriendo las puertas de par en par, e interrumpiendo la reunión que su padre tenía en esos momentos con sus comandantes de guerra sobre la batalla que había en sus fronteras. El rey observa como su hijo se dirige hacia él, sin embargo no muestra ningún tipo de interés en dejar lo que tiene entre manos para atenderle, el príncipe sin sorprenderse de aquella actitud decide seguir adelante con lo que había tenido en mente de camino hacia el castillo.

- Padre, tiene que soltar a ese chico – le dijo, y observando como en los nobles empezaban a aparecer signos de nerviosismo al observar esa manera de interrumpir en una reunión y con miedo a la reacción del rey.

- Ahora estoy ocupado Romeo, – le contestó sin dejar de mirar el mapa que tenía encima de la mesa, donde estaba dibujado gran parte de los reinos vecinos – ya hablaremos más tarde, no tengo tiempo que perder con tus estupideces.

- El chico no a hecho nada, demuestra algo de buena voluntad por un día – le dijo, empezando a cabrearse de la misma actitud de su padre hacia él, e interrumpiendo por segunda vez al experto en estrategias de su padre.

- Entonces, las catapultas son nuestro mayor obstáculo y vamos escasos de flechas y arcos, no? - le preguntó a su estratega y poniendo gran atención en el problema con su enemigo de las fronteras.

- Así es mi señor, los espías que enviamos al bosque que hay al lado del enemigo, – señalando en el mapa todo lo que le iba explicando al rey - me han informado que hay poca vigilancia como mucho unos doscientos arqueros y unos dos mil hombres de infantería, si enviáramos allí tres mil de infantería del castillo que tenemos como una de las reservas y quinientos arqueros y otros quinientos de la zona este de la frontera, aseguraríamos el bosque y podríamos coger ventaja en la guerra.

- Me parece muy buena idea lo de la infantería, pero no podemos enviar esa cantidad de arqueros fuera del castillo, tendríamos menos protección en las murallas, – echando una mirada de desagrado en el mapa - envía los arqueros del este al bosque y envía otros mil soldados de infantería en su lugar a la frontera, cómo tu has dicho, tenemos muy poco armamento y el próximo cargamento tardará unos meses en llegar.

- Pero señor, nuestros arqueros son mejores que los del enemigo, en cambio su infantería nos supera en numero, podríamos perder esta parte del territorio – le dijo, insatisfecho de la decisión del rey, aunque midiendo sus palabras en cada momento por temor a su fama de lo despiadado que es – y además sólo con quinientos arqueros no creo que podamos ganar en el bosque, nuestros tres mil de infantería podrían acabar con los dos cientos arqueros, pero deduzco que nos quedarían unos mil quinientos soldados o menos y como he dicho antes, ellos disponen de una infantería con mejor armamento – haciendo una pausa para repasar toda la estrategia mediante lo que el rey dispondría en cada lugar – lo más seguro que ganaríamos el combate, pero acabarían con nuestra infantería o casi toda y lo más seguro es que nos eliminasen a un cuarenta por ciento de los arqueros, si nos volvieran a atacar, no tendríamos medios para defendernos luego.

- ¡¡Entonces que utilicen la cabeza, y hagan algunos preparativos contra el enemigo!! – golpeando la mesa y esforzándose en no subir el tono de voz – ¡¡que hagan zanjas con aceite hirviendo o piensen en algo, si es que no son un hatajo de incompetentes!!...y si los arqueros observan que nuestra infantería a destrozado a sus flecheros y van perdiendo contra la infantería del enemigo, que hagan una descarga encima de los suyos y los nuestros – mirando a la cara de sorpresa del general.

- ¿A...atacar a nuestros propios soldados, señor? - le preguntó atónito, al no poder creer lo que proponía su rey.

- Las flechas y arcos valen dinero, por suerte los muertos no valen nada – lanzando una sonrisa de satisfacción al ver a su hijo disgustado al oír aquella barbaridad – para ganar hijo, a veces hay que hacer sacrificios, y todas las decisiones que uno toma tienen sus propias consecuencias, aunque a veces esas consecuencias no nos afecten a nosotros directamente.

- Escucha padre... - cortando en seco, al ver que su progenitor volvía de nuevo la cabeza hacia el mapa de nuevo, sin ningún interés en lo que le pudiera decir.

- Entonces hacemos lo siguiente, - le dijo a su general señalando el mapa.

De pronto, la voz de Romeo se alzó en toda la sala exigiendo atención, precipitando el mapa y todos los artefactos que había encima de la mesa al suelo con su mano, imponiendo un gran silencio en la sala, tanto por parte de su padre como de los nobles que había allí.

- ¡¡Ya es suficiente padre, me va a escuchar ahora!! - le dijo cabreado, observando la cara de tranquilidad que había en su padre y con la mirada en la mesa como si aún el mapa estuviera allí - ¡¡estoy cansado de hacer lo que a usted le apetezca, y de esa actitud hacia mi, soy su hijo, maldita sea!!

- General, déjenos a solas y lo mismo va por el resto – dijo calmado, pero con voz grave e imponente.

La sala empezó a quedarse vacía en unos instantes, ya que sólo un necio no se daría cuenta de que eso significaba que algo serio estaba a punto de pasar, y recibiría castigo todo aquel que se encontrara allí dentro. Al cerrarse la gran puerta del salón, pasaron unos inquietantes segundos de silencio.

- Así que eres mi hijo – dijo, sin siquiera moverse de como estaba – mi hijo...¡¡mi hijo!!, ¡¡eso es, mi hijo!! - dijo de repente, pasando de una voz sosegada a una actitud exaltada y muy disgustada, cogiendo su pequeña y afilada daga, poniéndosela de repente al cuello de su hijo, arrinconándolo contra la pared – si no te corto el cuello en este mismo instante, es por eso mismo, eso es de lo único que te sirve ser mi hijo, de lo contrario ya estarías muerto – poniendo su rostro frente al de su hijo a escasos centímetros, provocándole un pequeño corte al cuello de lo apretada que estaba la hoja, cayendo un pequeño hilo de sangre que recorría su garganta.

- No te tengo miedo padre, ya no – intentando no tragar saliva para no hacerse otro corte más.

- Veo que ese campesino te ha dado coraje y fe en ti mismo, eso esta bien – le dijo, estudiando el rostro serio de su hijo y soltando una media sonrisa – me odias, lo veo en tus ojos, ojalá pudieras ser tan severo con las otras cosas y no como era tu madre – quitando la daga de su cuello.

- ¡¡No diga nada sobre madre!! – le dijo serio y desafiante.

- Tu y ella os parecéis mucho, siempre pensando en el corazón y en los bonitos sentimientos, haciendo como si todo en esta vida fuera hermoso...¡¡pero no es así!! - gritó, y golpeando la mesa, mostrando toda su furia – ¡¡sois patéticos, ambos!!

- ¡¡Ella era amable y buena, como debe ser un rey!!, no como tu que eres malvado, egoísta y despiadado con todo tu reino – le reprocho con asqueo.

- ¡¡Y así es como debe ser!!, Romeo si no se controla a la gente con miedo, algún día pueden darte una puñalada por la espalda – caminando hacia su hijo y agarrándolo del brazo – Romeo, reacciona te lo imploro – agarrando con más fuerza cada vez su brazo – sólo los débiles, hacen las cosas que les dicta el corazón, si de verdad te importa tanto el pueblo te casarás con la princesa de Francia, de lo contrario no dispondremos de ejército suficiente y el pueblo será atacado por esos bárbaros.

- No pongas el destino del pueblo en mis manos, sólo por querer celebrar esa boda – le dijo serio y cortante, soltándose de ese brazo de su padre con un estirón – libera a Julietto, él no a hecho nada y no voy a casarme.

- Eres un necio hijo, pero como te he dicho antes toda elección tiene sus consecuencias, – dando la espalda a su hijo y mirándolo de reojo – si no celebras esa boda, no voy a liberar a ese campesino del por qué no se el motivo, te has encaprichado tanto en defender, elección y consecuencia hijo, elección y consecuencia – le dijo, tranquilo mientras se dirigía hacia la puerta para abandonar el salón – y Romeo, date prisa en la elección o mandaré a ejecutar a ese muerto de hambre – cerrando las puertas y dejando solo a su hijo, dando por finalizada la conversación.

El príncipe había quedado entre la espada y la pared, sabía que si no se casaba su padre mandaría a ahorcar a Julietto o algo peor, pero si lo hacía no podría estar con Julietto aunque sabía que su padre lo liberaría y además con ese ejército de Francia pondría en fuera de peligro a su tan querido pueblo, y más querido después de haber conocido a aquellos niños con Julietto que rebosaban de vida. Aquella situación le recordaba a su madre, la cual se había sacrificado a si misma junto con su corazón por el reino y el avaricioso de su marido. ¿Qué debía hacer?¿Qué podía hacer para cambiar el destino de Julietto y el suyo?; volvía a estar como en el lago, perdido, sin saber que camino elegir, aunque con la confianza de que encontraría la respuesta, gracias a las recientes palabras de su madre.

Al llegar a sus aposentos, dejó su espada encima de la cama ya que la encontraba muy pesada debido a su duro y largo día, aunque sólo hubieran pasadas unas horas y fuera la hora de comer. De pronto entró una chica de pelo medio largo de color castaño y los ojos del mismo color, junto con unas sabanas planchadas de color blanco en sus manos.

- Perdona señor...vengo a cambiar las sabanas de su cama – le dijo, con tono cariñoso al ver esa cara de cansancio y tristeza en su rostro.

- Hola Marie, - pasándose las dos manos por los ojos mirando el suelo - ¿cómo se encuentra?.

- Muy bien señor, gracias por preguntar – le dijo con una sonrisa y empezando a deshacer la cama y quitando las antiguas sabanas.

- No me trates de señor Marie, trátame de tú, eres de las pocas personas que me importan en la vida y no me gustaría perderte – le dijo, mirándola con una pequeña sonrisa pero distraído al pensar en cómo se debía encontrar Julietto en esos momentos - ¿sabes algo de un chico que han traído los soldados como prisionero?

- No se mucho señor...digo Romeo – viendo la pequeña sonrisa de éste al ver como se corregía – sólo que he visto a los soldados burlarse constantemente de él, y me han prohibido darle nada de comer hasta mañana.

- ¿Qué? - dijo Romeo, incrédulo a lo que había escuchado - ¿quién te ha ordenado eso?

- Su padre – le dijo preocupada – ¿es por ese motivo por el cual está triste?, ¿es por ese chico? - le preguntó, poniendo las sábanas nuevas en la cama, mientras él la observaba.

- Marie, ¿puedo hablar contigo de una cosa sin que se entere mi padre? - le preguntó, invitándola a sentarse en la cama junto a su lado.

- Claro, ya sabe que puede confiar en mi – le dijo, preocupada al ver su rostro inquieto.

- Cuando conociste a tu marido, ¿cómo te sentiste? - le dijo, atento a la respuesta de su sirvienta y como él la consideraba, una amiga con la que poder confiar.

- Bueno, yo la verdad me casé con el pretendiente que mis padres eligieron y la verdad al principio odiaba a ese hombre y ese compromiso, yo era muy joven tenía 21 años pero con el paso del tiempo

aprendí a aceptarlo y ahora tenemos un niño y una niña, son mellizos y tienen 4 años.

- Entiendo, entonces ¿creés qué debería casarme con esa princesa de Francia, aunque no éste enamorado? - le dijo con tono triste, aunque dispuesto a hacerlo sólo para salvar a Julietto por mucho que le doliera tomar esa decisión.


- Creo que tu corazón pertenece a otra persona, eso me dice vuestro rostro, ¿me equivoco? - le dijo, subiendo la mirada de su cara con una de sus blanquecinas manos.

- Mi corazón, no lo sé...hace muy poco que la conozco a esa persona, lo que siento no tiene sentido, es de locos – le dijo, confuso e intentando encontrar una respuesta a todas sus preguntas.

- Al amor no hay que encontrarle el sentido, sino servir a las emociones que están dentro de nosotros y el amor siempre esta loco, al igual que aquella persona que lo siente hacia otra – le dijo, riendo al ver la cara de atención y cuidado que le ponía a sus palabras.

- Pero, es que lo que siento hacia esa persona no es lo que me preocupa, sino la persona sobre que siento ese amor – mirando seguidamente a los ojos de la mujer, estudiando su rostro y su cara.

- ¿Puede ser qué sea ese chico apresado de hoy, el culpable de esos sentimientos? – le dijo, aunque esas palabras fueran una pregunta el rostro de ella y sus gestos afirmaban sus ideas.

- Así es, - afirmó, levantándose de la cama y empezando moverse con las manos en la cabeza – no se que hacer, si mi padre se entera matará a Julietto de eso no cabe duda y estoy seguro de que ya lo está sospechando, no le quiero poner en peligro – le dijo con desesperación implorando ayuda, aunque no la pidiera - ¿creés que es normal lo que me está pasando?, al fin y al cabo él es un chico, otro hombre...ya de por si eso es muy extraño, aunque tampoco puedo evitar extrañarlo a pesar de que sólo he pasado con él una noche, y aunque me de miedo decirlo, me siento muy bien a su lado y siento una gran atracción por él – callando de repente y echando un vistazo a la situación y a su sirvienta mirándolo fijamente con atención – seguro que piensas que estoy loco, ¿no es así?.

- No, sólo estoy asombrada de lo enamorado que está de él – le contestó con una risa, poniéndose la mano a la boca, haciendo reír al príncipe Romeo – lo siento señorito, pero me alegra que ese chico le haga tan feliz – le dijo, con sinceridad y amabilidad en su rostro, aquella sonrisa y alegría que le hacía recordar a Romeo, la felicidad que mostraba su madre con él de pequeño – Romeo, creo que ese chico le hace muy feliz, eso es lo que verdaderamente pienso y estoy muy contenta por usted, es verdad que mirándolo de le perspectiva social y las leyes de su padre, sería algo pecaminoso y muy fuerte para la gente y hay gente que no lo entiende y no lo entenderá, pero yo creo que aquello que te dicta el corazón es lo correcto, y esas siempre son las decisiones que en verdad son las más acertadas, además el amor es algo bueno y no hace mal a nadie sea del mismo sexo o no, incluso nunca se sabe si ese amor puede hacer feliz incluso a alguien más, creo que merece ser feliz Romeo, es un buen hombre y si tu felicidad está con otro hombre, así deseo que se cumpla.

- Gracias, en verdad te agradezco que estés aquí, – levantando a Marie y dándole un fuerte abrazo – ahora sólo queda un problema, si no me caso mi padre no liberará a Julietto y si lo hago no podré estar con él, creo que al final todo esto no será más que un sueño.

- He oído que tu padre ordenó quemar la casa de ese buen chico, ¿es verdad? - le preguntó, empezando a pensar en una idea muy arriesgada pero que podría funcionar.

- Así es, - le dijo, observando como ya estaba tramando algo su sirvienta y recordando otra cosa por la cual siempre se lo había contado todo a ella, siempre le ayudaba con las ideas que ella tenía que eran de envidiar, ya que todas siempre daban resultado - ¿qué se te ha ocurrido?.

- Podría funcionar, aunque eso dependiendo de como sepa manejar usted a su padre y de lo bien que actuéis y el cuidado que tengáis tú y Julietto – le dijo, seria y una mirada de preocupación a que Romeo pudiera correr peligro, aunque si lo pensaba bien tanto ella como Romeo y Julietto, lo pagarían muy caro con un simple fallo, pero estaba dispuesta a ayudarlo por la amistad que tenía con su madre y el cariño hacia él.

- Cuéntamelo, pero después tráeme algo para comer aquí y también trae comida para Julietto, no voy a consentir que le hagan sufrir a través del hambre, yo mismo se la llevaré.

Continuara...

28 de agosto de 2013

Romeo x Julietto (il-Divo, Por ti seré)






Capítulo 4: Zafira y Torelio...Recuerdos maternales


Al cabo de unos segundos de gran silencio y confusión, los soldados que agarraban la boca de Julietto, abandonaron a éste para recurrir a sus espadas e ir contra el agresor y unirse con su otro camarada, que antes había llevado al príncipe a su caballo y ahora se enfrentaba contra él. En un instante se vio rodeado por tres soldados, dispuestos a vengar a su capitán aunque eso significara matar a su futuro rey.

- Deteneos – ordenó el rey imponiendo su voz en aquel lugar.

- Pero señor, ha matado a nuestro capitán – alternando con los ojos a su rey y sin perder de vista al asesino de su superior.

- Lo sé – pero es mi hijo y vuestro futuro rey, si es que madura algún día – echando una mirada de furia a su hijo, la cual su hijo prefirió no enfrentar al ver como estaban las cosas, sabiendo que todo lo que hiciera se lo haría pagar a Julietto de alguna manera – le diremos a la familia del capitán, que a muerto con honor por defenderme, al fin y al cabo para eso estáis los soldados, para proteger al rey – mirando con autoridad al soldado, el cual perdió toda valentía contra esa mirada, sabiendo que el destino de su vida dependía de las palabras de aquel hombre.

- Como...o...ordene mi rey – volviendo a enfundar su espada, y ordenando al resto de sus compañeros lo mismo con un movimiento de cabeza.

- Ahora, haced el favor de llevaros a ese muerto de hambre a los calabozos – ordenó, mientras daba la vuelta a su caballo de regreso al castillo, - no le hagáis daño, al parecer mi hijo está muy apegado con el muchacho – riendo con burla, invitando con una mirada de reojo a sus soldados que lo acompañaran con sus risas, lo cual en Romeo provocó una gran rabia de matar a golpes a todos ellos, pero la nostalgia de ver como se había convertido su vida y como era antes, le hacía sentir miserable, sentía como si algo punzante e invisible atravesase su alma, provocando que no pudiera contener las lágrimas, por todo lo que había sucedido, lo que pasaba y lo que iba a pasar, aunque siempre todo acabará de la misma forma, así como quería su padre sin importar la opinión de él.

En el instante en que el jinete que llevaba maniatado a Julio en el caballo, pasó por el lado de Romeo, el rubio aprovechó la ocasión para acercarse lo más posible a su oído.

- ¿Hemos encontrado el amor verdadero, no crees? - esas palabras en vez de ayudar, aún lo dejaron en shock mientras se quedaba mirando a esa persona que le había acabado de confesar su amor o así lo creía él, mientras el rubio le mostraba una de sus mejores sonrisas a pesar de su situación, dejando al que había sido su invitado minutos atrás en la casa, mientras él se acercaba a su próximo hogar, el calabozo.

- Se me olvidaba – dijo de repente el rey, parando todo el desfile de detrás de él – quemad la casa y el huerto – ordenó, sin siquiera girar la vista atrás y prosiguiendo con la marcha hacía el castillo, en ese mismo instante uno de los soldados que iba a caballo, observó el ligero humo que salía del lado de la casa y fue a mirar, regresando inmediatamente y parando al lado de su fallecido capitán.

Romeo por mucho que quisiera gritar a los cuatro vientos para desahogar la rabia que tenía hacía su padre y el dolor de ver como gente inocente como Julietto, sufría por culpa de él al haber sido desobediente en sus obligaciones, por sus estúpidos sueños y su lealtad hacía el amor. De repente recordó que su madre era quien lo había educado así y siempre había creído ciegamente en las palabras de su madre, ¿estaba equivocada su madre?; ¿en verdad, el amor era una tontería, que simplemente hacía las cosas más difíciles?.

Mientras el heredero del reino estaba en sus pensamientos, el soldado había bajado del caballo y arrastrado el cuerpo de su superior dentro de la casa, se había ido en la pequeña hoguera que había encendido Julio por la mañana, cogió uno de los troncos que estaban ardiendo y antes de arrojarlo, observó aquella cara con la mirada perdida del príncipe. Aunque ese rostro inundado en lágrimas toco la fibra sensible del soldado, el temor hacía el padre del joven era mayor, y sin ningún aviso incendió la casa, en pocos segundos toda ella ardía.

El calor que la casa producía hizo que Romeo saliera de sus pensamientos, solo había visitado la casa una sola vez y ésta ya estaba reduciéndose a cenizas, se sentía como si fuera el portador de la destrucción de aquellos a quienes quería. No podía seguir contemplando ese montón de troncos ardiendo que antes habían formado un hogar, las preguntas y dudas que le llegaban en la cabeza eran demasiadas, necesitaba tranquilidad y pensar con calma, por suerte él tenía ese sitio, cogió su caballo y con las lágrimas aún brotando de sus mejillas hecho un último vistazo a la casa y se fue cabalgando.

Al llegar pudo contemplar que el lago seguía igual de hermoso que la primera vez que lo visitó con su madre, se bajó del caballo dejándolo en libertad para que pudiera beber y pasear a sus anchas y se fue a la orilla a sentarse.

- (¿Hemos encontrado el amor verdadero, no crees?), - esa pregunta no dejaba de repetirse en la cabeza de Romeo – Julietto, ¿en verdad lo que estoy sintiendo es amor?; ¿cómo puedo saberlo? - aquellos pensamientos en voz alta eran cada vez más confusos, hasta que un recuerdo sin previo aviso, se apoderó de su mente.

- Madre, ¿me quieres? - le dijo el niño, sentado a su lado y completamente mojado después de haber tenido una gran diversión dentro del lago.

- Claro, ¿a qué viene esa pregunta Romeo? - le dijo, con una sonrisa y extrañada por lo que le podía estar rondando en la cabeza.

- Es que, todos los que se quieren como mi primo y su hermana se han casado – le dijo nervioso a su madre – y...yo no quiero casarme contigo – sonrojándose a las risas de su madre.

- Tranquilo, no creo que suceda algo así – acariciando el pelo de su hijo – tus primos tienen 22 años los dos, aunque es verdad que algunos amores son un poco especiales – sonriendo al ver el rostro de su hijo, intentando meditar todas aquellas palabras, - aunque entre los nobles como nosotros esto suele pasar, tu papa es mi primo.

- Lo sé, pero yo no quiero casarme con una prima, todas son muy feas y algunas me pegan – le dijo, preocupado – además sería raro.

- Y me alegro de que quieras eso – le dijo sonriente – escúchame, quiero que me prometas una cosa – le dijo, cogiéndole por las axilas y sentándolo encima de sus piernas.

- ¿El qué? - le dijo con curiosidad.

- No tienes que preocuparte de estos temas a tu edad, pero quiero que me prometas que el día que te cases sea por amor y no por obligación, lucha por las cosas que ames sin importar el tiempo que necesites para tenerlas y conservarlas – acariciando el rostro de su hijo con cariño, - ¿me lo prometes?

- Esta bien mamá – le dijo aún sin acabar de entender del todo a su madre.

- Y Romeo, sobre lo que has dicho que es raro lo de tus primos, bueno ellos tienen la suerte de que se quieren de verdad, no importa con quién estés en un futuro, con o sin lazos de sangre, con sólo de que sintáis lo mismo, es suficiente.

- Pero, ¿crees que yo voy a enamorarme?; ¿cómo sabré que lo que siento es amor?, a ti te quiero mucho, pero no quiero casarme – mientras Romeo le formulaba las preguntas, ella sonreía aunque hizo un suspiro al ver que esa conversación no tenía fin.

- Romeo, ya te he dicho que eres muy pequeño para preocuparte de estas cosas, ya lo entenderás cuando seas mayor, pero sí, creo que te vas a enamorar o eso espero – pensando en lo gracioso que era con sus preguntas, por culpa de la inocencia de su edad – digamos que no se sabe cuándo uno va a sentir ese amor, puede ser dentro de un día, al cabo de un año o dentro de cincuenta, pero llega el día en que hay una persona que resulta ser muy importante en tu vida, que sin ella sientes como si te faltara algo para estar completo y que lo darías todo por esa persona, eso es amor Romeo, pero no confundas lo que es el amor maternal que tiene una madre con su hijo, es amor también, pero diferente – al ver que su hijo ponía cara de no haber entendido del todo sus palabras, empezó a reír – ya lo entenderás cuando seas mayor – besando la frente de su hijo con suavidad.

- Seguro que tendré la mejor de las chicas – sonriendo a su madre, con sus rojizas mejillas que lo hacían más tierno de lo que ya era a su edad.

- Seguro que así será – riendo y haciéndole cosquillas por las costillas y el estómago con las manos, de pronto la imagen de su marido le vino a la mente, cambiando en el mismo momento su rostro a tristeza, recordando por lo que tenía que haber pasado al casarse por obligación, no quería que su hijo pasara por lo mismo, lo único bueno que había en su vida en esos momentos – cásate por amor Romeo – le susurró.

Al ver a su madre triste tan repentinamente, se levantó de sus piernas y la abrazó desde la espalda, juntando sus brazos alrededor de su cuello.

- Te quiero mamá – le dijo al lado del oído, sonriendo a ese acto de cariño por parte de su hijo.

- Y yo a ti Romeo – respondiendo al abrazo de su hijo, agarrando las manos de delante suya – siempre estaré ahí.

Esos pensamientos habían hecho que se sintiera aún más miserable, había dejado que se llevarán a Julietto, que sin duda era importante para él porque sino qué explicación había por esas lágrimas que derramaba y esa culpa que le hacía sufrir tan profundamente por dentro. Sus ojos no perdieron de vista ni un momento aquellas dos mariposas que revoloteaban entre ellas, como si estuvieran danzando encima del lago.

- Madre, parece ser que el amor de mi vida no ha sido como esperaba de pequeño – sonriendo al recordar sus palabras << Seguro que tendré la mejor de las chicas>>, al secarse las lágrimas que le nublaban la vista en alguna ocasión, pudo sentir que esos recuerdos le habían despertado ese tan deseado cariño maternal que no recibía desde hacía tantos años y que le mantenían tan seguro las palabras de bienestar de su madre, - parece ser, que no ha sido ninguna chica y mucho menos alguien de familia adinerada, ni noble pero... - agachó la cabeza encima de sus rodillas para intentar no volver a llorar, - pero...lo amo, lo amo madre, lo amo...con él me siento seguro y querido, me siento importante para alguien, es bueno con los niños y...y es muy amable, no importa que sea pobre, me gusta así como es, ¿qué debo hacer madre?, si me enfrento a padre, Julietto podría pagar las consecuencias.

Los minutos iban pasando, mientras seguía sentado en la orilla del rio confuso y temblando con sólo pensar que era lo que le podían estar haciendo a Julietto en esos momentos. De pronto, el cantar de un pájaro le llamó la atención, el ave lo miraba fijamente mientras seguía con sus cantos, como si intentara decirle o explicarle algo, hasta que alzo el vuelo y se hundió en medio del lago, Romeo se levantó preocupado al ver que no había rastro de ese hermoso pajarillo, para su sosiego inmediatamente salió de las profundidades, batiendo las alas para deshacerse del agua de sus plumas, empezó a volar hacia él y en el momento en que pasó por encima de su cabeza dejó soltar una piedra de su pico, que agarró Romeo con ambas manos, volviendo el ave a su sitio.

El chico se quedó mirando la piedra pequeña, azul y cristalina como la que tenía en su colgante y que regaló a aquella simpática niña llamada Giselle.

- Ya veo – mirando con una sonrisa al pájaro, al hacerle recordar una historia que le contó su madre en ese mismo lago una vez, el mismo día en que encontró una piedra parecida a la que tenía con las manos y con la que se hizo un colgante – el corazón de Zafira y el mortal Torelio.

- Madre mira lo que he encontrado – enseñándole una piedra azul entre las manos – estaba en el fondo del lago.

- Que bonita – le dijo con una sonrisa – es un pedazo del corazón de Zafira – cogiendo aquella celeste y reluciente piedra.

- ¿Corazón de Zafira? - preguntó extrañado al no entender a qué se refería - ¿Quién es Zafira?

- Ven Romeo – extendiéndole los brazos para sentarlo encima de sus piernas – hace mucho tiempo, en este lago vivía una diosa llamada Zafira, se dice que era la encargada de proteger este bosque y su lago de aquellos que le querían mal, también se dice que ella vivía dentro del lago y le daba poderes curativos al agua para aquellos que lo merecían, ella como todos tenía padre, se llamaba Nixus, se dice que es el dios de las gélidas nieves y tenía a su hija bajo una gran protección y no permitía que otros dioses se acercaran a su tan querida hija.

- El nombre de su padre parece de hombre malo – le dijo preocupado por Zafira, su madre simplemente se limitó a sonreír y continuó con el relato.

- Un día, un chico entró en el bosque y Zafira se percató de ello, lo estuvo vigilando durante todos los días que se adentraba entre sus árboles, Zafira observó como el chico siempre traía migajas de pan para dar de comer a las aves, siempre estaba feliz, mostrando una sonrisa que sin darse cuenta fue el motivo de su gran amor que crecía hacia ese joven, al no poder reprimir más la curiosidad por conocer a aquel joven se le apareció delante de él, según dice la leyenda, su cuerpo estaba hecho de agua que recorría su cuerpo como si fuera una cascada y sus ojos eran igual de celestes que el mar, Torelio, así se llamaba el chico se sorprendió al saber la identidad de la mujer, los días fueron pasando hasta que un día sucedió lo que ambos se habían esperado, se habían enamorado el uno del otro, pero aunque ella podía adoptar su cuerpo a una forma carnal para poder tocarlo y besarlo, había un problema que entristecía a Zafira, era inmortal, aunque Torelio le dijo muchas veces que aunque su cuerpo fuera mortal, su amor entre ellos no lo era y que viviría para siempre, Zafira no quería volver a quedar sola hasta el fin de los días sin su querido Torelio.

- ¿Y el padre de Zafira, qué hizo? - le dijo el pequeño al pensar que si el padre de Zafira era tan celoso, que había pasado con él.

- Nixus, el dios de las nieves no sabía nada acerca de la relación de su hija con el mortal Torelio, ya que todo lo llevaban en absoluto secreto al ser conscientes ambos de la ira del padre de Zafira, pero su inmortalidad pesaba cada vez más en su consciencia y cometió su primer error, fue al inframundo donde le contó al dios Morsda dueño de ese lúgubre lugar su situación, él que era un dios avaricioso le dijo que a cambio quería sus poderes, ella aceptó pero sólo el día en que ella muriera, a cambio el dios de la muerte le hizo una poción que la convertiría en mortal y le dijo que no diría nada a su padre. Por desgracia, el dios de la muerte no tenía planeado esperar tanto para recibir los nuevos poderes, que se le habían prometido a cambio de la poción y fue a contárselo al cabo de un tiempo al dios Nixus. Al enterarse y saber que no podía deshacer los contratos con los otros dioses que había hecho su hija, juró que mataría al que había convertido en mortal y tocado a su preciosa hija.

- Que canalla es el dios de la muerte Morsda – le dijo, con tono rabioso al pronunciar su nombre.

- Lo que viene a decir la leyenda es que por amor se hacen sacrificios y que así como hay grandes y buenos sentimientos, también existen de muy oscuros – observando como su hijo mostraba una gran atención como siempre en sus historias, - como decía, un día Nixus los sorprendió a ambos besándose al lado de lago, al ver a su hija humana y frágil como la veía si dar tiempo a que su hija se explicara, al estar Torelio delante de Zafira, éste recibió el hechizo del enfurecido dios, convirtiéndolo en un árbol como castigo de haber entrado en el bosque y deshonrar a su hija, ella al aún conservar sus poderes fue a por el agua del rio capaz de deshacer aquel encantamiento, pero su padre en el intento de detenerla, empezaron a discutir lo que provocó que invadido por la cólera, congelara a su hija, haciéndola pedazos de hielo que se hundieron en el lago, por mucho que intentó deshacer lo que había provocado no pudo y nunca más se supo de él, mientras que Morsda obtuvo los poderes que ansiaba, pero el amor hacia Torelio hicieron que nunca pudiese utilizar aquella agua con tantos poderes curativos, al ser expulsado de este bosque cada vez que lo intentaba por su oscuro espíritu y sus diabólicas intenciones.

- Vaya que triste historia, pero ¿por qué lo has llamado corazón de Zafira? - le preguntó al recibir de nuevo la piedra de parte de su madre.

- Bueno, se dice que cuando fue congelada, los únicos trozos de hielo de ella que no se fundieron en el agua, fue su corazón que se congeló por toda la eternidad, conservando el amor de Torelio y Zafira, la leyenda cuenta que el que lleve uno de esos trozos de su corazón, será conducido a su amor verdadero.

- Entonces me haré un colgante con este trozo de piedra o hielo – dijo mirando detenidamente el objeto encontrado, al ver que era transparente como el hielo, pero azul y mucho más duro que una piedra.

- Me parece una estupenda idea, Romeo – mirando con una sonrisa a su hijo.



Continuara...

12 de agosto de 2013

Romeo x Julietto (il-Divo, Por ti seré)



Capítulo 3: Castigo

Al día siguiente Romeo al despertar no vio ningún indicio de que el rubio estuviera en la casa, ¿es que acaso había dormido fuera?; ¿le había pasado algo?, esos pensamientos hicieron que se levantara rápidamente de la cama con el corazón acelerado, de pronto la puerta se abrió por sorpresa del príncipe, dejando paso a ese chico rubio que tanto había echado en falta, apenas unos segundos antes.

- Buenos días – le dijo al recién despertado con una sonrisa y dejando unos platos con dos rebanadas de pan en cada uno, junto con unos vasos de madera llenos de agua – ya está listo el desayuno, ya sé que debes estar acostumbrado a algo con más nutrientes – acabando la frase con una risa, al ver la cara de sueño de su huésped.

- Para mí es perfecto, gracias Julietto – sentándose delante de él en la mesa.

- ¿Cómo están tus heridas? - haciéndole una mirada hacia el estómago.

- Ah... - tocándose inconscientemente el vientre – ya apenas me duele.

- ¿Por cierto, te pasa algo? - le pregunto Julietto sorprendiéndole con la pregunta – lo digo porque no he podido evitar mirar la cara de preocupación que tenías cuando he entrado.

- Bu...Bueno, no era nada, simplemente no sabía dónde estabas – sonrojándose por su respuesta, al imaginar que Julietto se lo tomara como algo emocional que aunque lo negara en redondo dentro de su cabeza, en el fondo sabía que algo había cambiado entre ellos dos, al menos de su parte – ¿pudiste dormir esta noche? - intentando disimular aquella sensación de culpa, por haber robado la cama a Julietto aquella noche.

- Tranquilo, si eso es lo que te preocupaba, si pude dormir – le dijo con una sonrisa amable, y una gran ternura en su interior, al ver tal afecto de parte de Romeo – y si lo que te preguntas es dónde, lo hice en la mesa...dormí bien – se apresuró a añadir, al ver que el otro empezaba a sentirse incómodo con la respuesta del lugar – ¿por qué lo preguntas?; ¿estabas preocupado por mí?

- No...no es eso...sólo es que... - su voz estaba temblando por la inquietud que se había apoderado de su mente en un instante.

- Tranquilo, olvídalo – sonriendo al ver que había dado en el clavo con las preguntas – aún así, gracias...ahora come o el pan se va endurecer si se enfría, buen provecho – acabando esa conversación, que sin haber oído respuesta ninguna del invitado, había obtenido todas las respuestas que esperaba saber sobre él.

- Al cabo de una media hora, tanto el campesino como Romeo habían acabado de desayunar, cuando escucharon unos galopes que cada vez se acercaban más, confirmando sin haber salido de la casa que se trataba de unos jinetes, por el sonido de sus armaduras y las de los caballos.

El corazón de Romeo dio un vuelco drástico a sus palpitaciones, al escuchar aquellos terribles sonidos que le eran tan familiares desde pequeño. Sus ojos se abrieron como platos y antes de que cayera en lo que hubiera sido un gran abatimiento emocional, se encontró con una confortable mirada de Julietto, y pidiéndole silencio con un dedo en los labios.

- ¡Guardia Real!, ¡ Abrid la puerta! - se escuchó, después de tres grandes golpes en la puerta de madera.

- (¡La Guardia Real!...¡Mi padre!) - pensó con temor, intentando poder ver a través de aquella puerta, para contemplar que es lo que le esperaba, y quien estaba allí - (¡si mi padre me ve aquí, Julietto corre un gran peligro!).

- ¡Abrid la puerta! - ordenó una voz del exterior con más seriedad cada vez - ¡ Abrid la puerta en nombre del rey o la derribaremos !

- (¡¿Qué puedo hacer?!) - su mente trabajaba enloquecidamente, intentando encontrar una solución a lo que sabía que sería un gran problema, a la vez que sus orejas no perdían palabra del hombre de tras la puerta, provocando que su cuerpo empezara a temblar del miedo y a la vez sorprendiendo al campesino por esa reacción.

- (¿A tanto llega el miedo que le tiene a su padre?), sosiégate Romeo, todo saldrá bien – agarrando la mano del chico, desencadenado una mirada de alarma de éste – no salgas de aquí, voy hablar con ellos.

- ¡Pero mi padre...!

- No te preocupes – interrumpiéndole -yo lo arreglaré – intentando infundirle calma al atemorizado príncipe - ¡ya salgo! - echando una mirada breve a la puerta, para poder despedirse de Romeo con una sonrisa antes de salir, haciendo desaparecer todo pensamiento dañino y malestar de éste en el cuerpo.

El noble quedó sentado donde estaba, mientras observaba como su amigo se dirigía a la puerta, al salir, el soldado retrocedió y el rubio cerró la puerta sin dar la espalda al individuo.

- ¿Qué es lo que queréis? - interrogando al hombre de armadura, con preguntas que él ya se imaginaba la respuesta pero, con el fin de hacer perder el mayor tiempo posible al sujeto.

Sus ojos no pudieron evitar mirar detrás de los hombros de aquel hombre, que se encontraba delante de él. Otros tres jinetes estaban esperando en la retaguardia con sus caballos, entre los cuales el rubio pudo reconocer al capitán de la otra noche con la mirada fija en él, llena de desprecio.

- El príncipe Romeo tiene que salir de esta casa – le dijo cortante y autoritario.

- ¿Y por qué tendría que hacer tal cosa? - intentando comprender el motivo de que todas esas personas se hubieran presentado de ese modo en su casa, y que riesgos había en obedecer tal sugerencia.

- Porqué es mi hijo, – contestó otra voz, y haciendo aparición tras los tres jinetes que se habían separado haciendo un hueco a otro caballo, que a simple vista se podía observar que era superior al resto, ya que el corcel vestía ropas muy elegantes con el emblema del reino en su pechera y una reluciente testera de hierro blanco - alguien de su posición no puede estar en una pocilga como esta – parando al lado de Julietto, echándole una mirada de repugnancia a él y a su casa.

Esas palabras fueron escuchadas por Romeo, que se había levantado de la mesa en el mismo instante en que la puerta se había cerrado. En su interior sentía un gran odio por las palabras de su padre hacia el bueno de Julietto, pero mayor era el temor de que algo le pudiera ocurrir por enfrentarse a su padre. No quería que ese humilde aldeano sufriera ningún daño por su culpa, ya que todo lo que estaba pasando mientras él estaba escondido, era por las consecuencias de su elección en no querer casarse, y al haber permitido que éste lo defendiera al ser incapaz de defenderse por si solo, lo había introducido en el problema.

- Buenos días, señor – mirando al rey con tranquilidad y haciendo una reverencia como súbdito que era – ¿me permite hacerle una pregunta? - al percibir que no tenía la más mínima intención de interrumpir la conversación que había empezado, y simplemente se limitaba a contemplarlo, decidió continuar – ¿si le importa tanto donde esté su hijo, cómo se atrevió a ordenar a sus propios hombres que le dieran una paliza?; ¿qué clase de amor de padre es ese? - le dijo con tono serio y confiado, ya que en su interior no residía ningún temor, pues su padre siempre le había enseñado a defender lo que él creyera que era justo, y a criticar e intentar cambiar lo que fuera injusto.

- Esto no es asunto tuyo, como padre simplemente le di una lección – perdiendo la paciencia, ya que lo que más odiaba era tener que excusarse al hacer algo, cuando el rey era él - ¡Romeo!, deja de escudarte detrás de este muerto de hambre – mirando con seriedad a la puerta de la casa.

- Su hijo, ahora mismo está descansando - le dijo, consciente de que estaba poniendo a prueba la serenidad del rey, con un asunto que ni siquiera le incumbía, aunque algo le empujaba a intentar retener al príncipe al lado suyo lo mayormente posible, por no decir la necesidad de proteger a ese chico de las fauces de su padre.

- ¡Cállate! - le ordeno el rey con severidad y pateando al joven en el pecho desde su caballo – no te metas en asuntos nobles, plebeyo – desenvainando la espada en su dirección – si dices una palabra más, haré que te ahorquen.
- Está bien, ya basta padre – saliendo de repente de la casa con el corazón acelerado, incapaz de seguir escuchando ni un minuto más aquella conversación sin estar presente, no por él sino por Julietto – no le haga nada padre, sólo intentaba ayudarme.

- Ya hablaremos, tú y yo – mirando con seriedad a su hijo – llevároslo al castillo – ordenó al soldado, con tono autoritario y frío, mientras se irritaba por dentro al ver a su hijo, un príncipe, ayudando a un muerto de hambre a levantarse del suelo, sin duda él no le había enseñado esas cosas.

- Acompáñeme, príncipe - haciéndole un gesto de cabeza para dicha acción – hemos traído su caballo – dándole las riendas de un precioso y magnífico ejemplar de caballo pura sangre de color negro.

En el momento en que el rey vio a su hijo encima del caballo, dio la espalda al rubio con un brusco giro del corcel sometido a las riendas de su amo, provocando que el rubio fuera empujado por el trasero del animal, cayendo por segunda vez al suelo, y dirigiendo finalmente una mirada de aborrecimiento tanto a la casa como a su dueño.

- Apresad a ese campesino – ordenó frío y sin contemplación a los jinetes.

Romeo, quedo paralizado en el instante en que sus oídos captaron aquellas terribles palabras de su padre, su corazón se detuvo unos instantes al ver como el capitán, que en esos momentos pasaba por su lado, le dedicaba una sonrisa perversa, para dar a entender los tratos que recibiría ese chico de él. De pronto se dio cuenta de esos sentimientos que se despertaban en su interior, el temor a que iba a perder algo muy querido, sin saber exactamente el motivo del origen del porque iba a ser así, sino hacía algo.

- ¡Padre! - acercándose veloz al rey con el caballo, mirándose ambos a los ojos y en silencio unos segundos - ¡¿por qué lo hace?! - le preguntó, aunque no hubo ni las más mínima palabra de su parte, mientras tanto, observaba angustiado como los soldados bajaban de sus caballos, y aunque el rubio no opusiera resistencia, los soldados aprovechaban que eran más numerosos y tenían de su lado al mismísimo rey para golpear de todos lados al campesino y así poder demostrar su superioridad.

- Ahora no eres tan valiente, ¿a qué no? - ordenó a los soldados que se apartasen con un gesto de brazos, mientras Julietto miraba encorvado el suelo por el dolor de los golpes – odio a los muertos de hambre y bocazas como tú – agarrando por los hombros a Julietto para ponerlo derecho y asestarle un rodillazo en sus partes, haciéndole soltar un quejido de dolor, y dejándolo caer al suelo de rodillas con la cabeza tocando el suelo.

- ¡Dejadlo en paz, él no ha hecho nada! - les dijo enfadado, aunque sus palabras fueron tomadas con diversión al ver las lágrimas que derramaban sus ojos, siguiendo con las ataduras del prisionero.

El rey se quedó mirando seriamente a su hijo, haciendo crecer en su interior una gran rabia y decepción al ver tal afecto en su hijo por aquel saco de huesos apestoso.

- Padre...por favor, ¡él no ha hecho nada! - empezando a gritar de desesperación al ver que si esta situación seguía así, el futuro de Julietto estaría dentro de uno de los calabozos del castillo y aquellos niños tan simpáticos de la otra noche se quedarían sin su querido hermano mayor – padre, no puedes...

- ¡Cállate! - dándole un guantazo en la cara, provocando que perdiera el equilibrio y a punto de caer del caballo, en cuando se recompuso la ira empezó a apoderarse de él al quedar claro lo ruin y cruel que era su padre - ¡yo soy el rey y voy a hacer lo que quiera y lo que considere correcto, además todo esto ha sucedido por tu encaprichamiento del amor, si hubieras aceptado el matrimonio con la princesa de Francia, nada de esto hubiera pasado! - echándole una mirada fulminante a la que Romeo correspondió con una mirada de aflicción hacia Julio, empezando a invadirle un sentimiento de culpa.

- Pero padre, yo no deseo casarme con alguien a quien no conozco ni siento nada, no quiero tener que sacrificar mi corazón y mi amor, además estas cosas no las puede elegir uno, suceden cuando menos te lo esperas – echando una mirada inconsciente hacia el plebeyo amarrado, mientras su padre lo miraba – el amor no es algo con lo que puedas jugar, si estás con la persona equivocada puedes sufrir graves consecuencias, solo el tiempo decide quién es mejor...- parando en seco unos instantes al ver la mirada de Julietto puesta en él – para ti – siendo consciente al volver a mirar a su padre que se había puesto en evidencia, el cual tenía cara de no poder entender lo que estaba sucediendo delante de sus ojos, aunque la respuesta fuera clara el rey se forzaba a negar tal aberración de parte de su hijo.

- ¡¿Aún no lo entiendes?! - irritándose cada vez más, al ver que su hijo se negaba a obedecer sus deseos – todos en este mundo debemos sacrificar algo, tú eres un príncipe y en el futuro serás el rey, como tal debes hacerte poderoso y la única manera de conseguirlo es tener un buen ejército, del que dispondrías si te casaras con la princesa de Francia.

- ¡Usted no quiere ese ejército para mi futuro! - le dijo enfadado y por primera vez enfrentando a su padre sin temor a lo que le pudiera pasar - ¡sólo quiere ese ejército para sus avariciosos propósitos! - en ese instante un bofetón mucho más fuerte que el anterior, le hizo al final caer del caballo.

- ¡Deje de golpear a su hijo, ¿por qué no intenta entenderlo por una vez?! - enfrentando la mirada de ira que le había enviado el rey al girar su caballo hacia él de nuevo.

- ¿Tú nunca aprendes, no? - haciendo un breve silencio para contemplar en el estado en que se encontraba – nadie te enseñó a sujetar esa lengua dentro de la boca, aunque eso tiene fácil arreglo – echando una mirada seria al capitán, a la que respondió con una sonrisa retorcida y malévola.

- Abrid la boca de éste desgraciado - ordenó el capitán con alegría, al no poder evitar imaginarse a aquel muerto de hambre retorciéndose en el suelo del dolor.

Ambos soldados forcejearon con Julietto, pero al estar atado y de rodillas los soldados controlaron la situación en poco tiempo, forzándole a abrir la boca. Los latidos de su corazón empezaron a acelerarse al imaginar por el inminente dolor por el que iba a pasar de un momento a otro, en esos momentos tenía miedo, sabía que aquello se lo habría ahorrado sino hubiera defendido a Romeo, ahora estaba sufriendo las consecuencias, en su desesperación silenciosa que iba creciendo dentro de él, miró a Romeo. En ese mismo instante al ver la cara de preocupación y desolación del príncipe, recordó por qué estaba metido en ese problema, era por ese chico, frágil, amable, hermoso, por el que sentía que debía protegerlo por encima de todo.
Por ti seré más fuerte que el destino,
por ti seré tu héroe ante el dolor
yo sin ti estaba tan perdido
por ti seré mejor de lo que soy.

- ¡Detente Capitán! - ordenó el príncipe, consiguiendo la atención de éste por unos momentos – si se le ocurre poner un dedo a ese hombre – cambiando de pronto el rostro, como si de repente toda la confianza que había perdido en sí mismo, le hubiera vuelto haciéndolo más fuerte - ¡voy a matarlo! - dejando claro con el tono de su voz que esa era su intención y que no permitiría que ese buen hombre resultase herido.

- Usted aún no es el rey – sonriendo a la sonrisa del rey – sólo cumplo ordenes nada más – agarrando la lengua de Julio con una mano cubierta por un guante negro, y acercando el frío metal por delante de su cara.

- ¡Padre! - mirando seriamente al individuo de encima del caballo – si lo que quiere es atormentar a alguien o hacer la vida imposible a alguien, hágalo conmigo como siempre ha hecho...¡hágalo! - hizo una pausa y al darse cuenta de que su padre no tenía la más mínima intención de escucharlo, ni parar esa barbaridad, acercó la mano a su cinturón lentamente – usted lo ha querido – dando por finalizada la conversación con su padre.

Rápidamente agarró su daga y la lanzó con muy buena puntería al cuello del capitán, el cual cayó de rodillas al suelo con un chasquido de dolor, soltando su propio cuchillo y llevándose las manos a la gran herida que sangraba sin parar, acabando de desplomarse al suelo sin vida.





Continuara....