20 de mayo de 2010

DESPERTAR I


En cuanto despertó se dio cuenta de que algo no andaba bien. Le costaba respirar, le dolía el pecho cada vez que cogía aire. Intentó pedir ayuda pero nada salía de su boca.
Intentó abrir los ojos pero algo los aprisionaba. Intentó tocarse la cara, palpar qué era lo que le impedía ver, y entonces se dio cuenta. Estaba atado. Su cuerpo pendía de unas cadenas que lo sujetaban por las manos; todo su peso sujetado por las muñecas. Por eso le costaba respirar.
Movió los pies. Los tenía también atados pero, al menos, tenía algo de movilidad. Estaban sujetos por los tobillos, las cadenas tensaban hasta el suelo. Podía ladear levemente los pies hacia los lados aunque seguía sin conseguir gran posibilidad de movimiento.
Pensó en su situación. Atado de pies y manos, vendado ojos y boca. Silencio. No pudo escuchar nada más. Jamás había escuchado tal cantidad de silencio. Su corazón acelerado, su cansada respiración. Eso era lo único que podía oír.
Se sintió agotado. No podía hacer más que esperar. Esperar en la oscuridad y en el silencio. Tal vez sólo fuera una broma pesada. Tal vez sólo querían darle una lección. Tal vez… Tal vez alguien lo encontrara, allá donde estuviera, en aquel lugar oscuro y silencioso.

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